Aproximación al pensamiento de Nicolas Gomez Dávila sobre los derechos fundamentales. Revisión de su obra de Iure - Núm. 34, Julio 2010 - Revista de Derecho de la División de Ciencias Jurídicas - Libros y Revistas - VLEX 379666358

Aproximación al pensamiento de Nicolas Gomez Dávila sobre los derechos fundamentales. Revisión de su obra de Iure

AutorHernán Alejandro Olano García
CargoAbogado, con estancia postdoctoral en Derecho Constitucional como becario de la Fundación Carolina en la Universidad de Navarra (España)
Páginas239-282

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1. Introducción

Este estudio corresponde a un artículo de revisión que refleja el estado del arte1 sobre las máximas de Nicolás Gómez Dávila en relación con los Derechos constitucionales fundamentales, trabajo que se desarrolla dentro de la línea de investigación en Historia de las Instituciones y motivado en que la obra de Gómez Dávila no posee un índice temático ni analítico que permita su análisis y citación más que al azar; algunos creerían que el texto sólo sirve en materia filosófica, y por esa razón, es indispensable expresar que no soy filósofo, ni pretendo serlo; ...Un diploma de dentista es respetable, pero uno de filósofo es grotesco (Gómez Dávila, 2002, p. 79); también ha dicho un joven escritor colombiano, en el diálogo del Hombre de Diamante a Antonio El Griego:

La vida de un filósofo sólo interesa a los combates que libra consigo mismo. Allí desentraña sus verdades. Es de lo que sucede con su espíritu de lo que hay que hablar, ya que los hechos no son interesantes. Cada mañana se despierta como los demás, pesadamente y le cuesta animarse para alcanzar la alegría que tienen a raudales los estibadores del puerto. Se va a hacer su trabajo con la preocupación que producen las ideas que bailan en su mente. Pero tras largo tiempo y dulcemente, como una cantinela antigua y acompasada que

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rondase pesadamente por su ser, van saliendo a flote los frutos de su pensamiento y se van convirtiendo en algo que tiene vida propia: Sus engendros (Serrano, 2008, p.59-60), por tanto, lo que aquí no se quiere hacer es crear engendros ni es filosofar, ya que filosofar es adivinar, sin poder nunca saber si acertamos (Gómez Dávila, 2002, p. 449).

¿Qué quiero adivinar o en qué quiero acertar? Quiero es contestar a la adivinanza y acertar en la respuesta de quién puede llegar a ser Nicolás Gómez Dávila para el Derecho.

¿Quién era Nicolás Gómez Dávila? Sus frases son los toques cromáticos de una composición

(Gómez Dávila, 2002, p. 25), lo cual nos lleva a ver qué son sus frases, ¿por qué se llaman "Escolios"? "Escolio" viene del latín scholium y del griego scholion, "comentario", de ahí que el libro más subversivo en nuestro tiempo sería una recopilación de viejos proverbios (Gómez Dávila, 2002, p. 82); en el epílogo a su obra, el comentarista italiano agregaría que ese "comentario" indica una nota en los manuscritos antiguos y en los incunables, anotada por el , en interlínea o al margen del texto para explicar los pasajes oscuros desde el punto de vista gramatical, estilístico o a veces exegético (Volpi, 2002, p. 485), y su más profundo comentarista colombiano (Pizano de Brigard, 1988, p. 12) dice que un escolio es una frase corta, rápida, económica, cargada de alusiones, prefiriéndola al ensayo o a cualquier otra forma de discurso continuo o exposición sistemática. Y otro comentarista (Téllez, 1988, p. 21) expresa que el aforismo de Gómez Dávila es una especie de precipitado final en que se resuelve, se expresa y sintetiza un largo proceso de meditación, y en que se cristaliza y codifica una vasta corriente de experiencia y de sabiduría.

En el Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española, 1992), así como en el Diccionario de uso del español, se dice que un escolio es la nota que se pone en un texto para *aclararlo, *explicarlo o ^comentarlo (Moliner, 2007, p. 1229) y que esa labor la hace un escoliador o escoliasta que se dedica a escoliar, a interlinear, a emitir gotas puras de lucidez, a arrojar piedrecillas al alma del lector (Volpi, El Solitario de Dios, 2005, p. 26 y 80).

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Gómez Dávila explica en Notas (314) su estilo corto y elíptico, que para él es una necesidad existencial y una razón de vida: Yo carezco de opiniones, sólo tengo breves ideas, transitorias y fugaces, más parecidas a las posadas destartaladas donde descansamos una noche que a las mansiones espléndidas, donde no sabemos bien si moramos, o si somos prisioneros de su misma magnificencia.

Gracias a la reedición de sus textos, los engendros de Gómez Dávila se recogieron en varios elementos: Notos (México, 1954)2; Textos (Editorial Voluntad, 1959); Escolios a un texto implícito (Colcultura, 1977); Nuevos Escolios a un texto implícito (Procultura, 1986) y Sucesivos Escolios a un texto implícito (Instituto Lingüístico Caro y Cuervo, 1992), que se recogen en la selección efectuada por la hija mayor del autor, Rosa Emilia Gómez Nieto de Restrepo, lo cual permite para los expertos filósofos evocar la selección de apuntes que publicara la hermana de Nietzsche bajo el título (Quevedo, 2002).

Gómez Dávila nunca se pronunció acerca de si el denominado texto implícito eran los clásicos, lo cual ha creado especulaciones en diversos círculos: Que era sobre la Biblia, que eran sobre las obras de Homero, etc. Aunque según su más reciente estudioso (Volpi, 2005, p. 33), el texto implícito sería tan sólo la obra ideal, perfecta, tan sólo imaginada, en la que se prolongan y se cumplen las proposiciones de don Nicolás. El autor, por tanto, espolea al lector a fin de que active su imaginación. Sin este esfuerzo, los escolios no hablan. Quedan convertidos en disparates, incomprensibles y herméticos. Y es que según Volpi, la convicción metafísica de Gómez Dávila es que, como se lee en Notas, la totalidad del universo existe tanto en el universo entero como en cada uno de sus aparentes fragmentos.

Su biografía se podría resumir en que nació, escribió, murió (Volpi, 2005, p. 19). En algunos textos dicen que nació en Cajicá (Cundina-

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marca), pero no pude encontrar en la sistematizada información de esa parroquia el bautizo de Gómez Dávila, por lo tanto, lo dejamos como vecino de Bogotá desde el 18 del mes de mayo de 1913, hijo de una familia aristocrática, integrada por don Nicolás Gómez Saiz, nacido en 1865, y su segunda esposa, con quien contrajo nupcias el 25 de abril de 1904, doña Rosa Dávila Ordóñez. Fueron sus hermanos Isabel y Hernando Gómez Tanco e Ignacio y Teresa Gómez Dávila.

Don Nicolás se casó a los veintitrés años con doña Emilia Nieto Ramos y según las Genealogías de Santa Fe de Bogotá (Restrepo Sáenz, 1993, p. 456), fueron sus hijos:

  1. Doña Rosa Emilia Gómez Nieto, nacida en octubre de 1938, esposa de don Luis Restrepo Umaña, hijo de don Luis Res-trepo Uribe y de doña Emilia Umaña Gutiérrez. Con sucesión en:

    1. Emilia Restrepo Gómez. No poseo más datos.

  2. Don Nicolás Gómez Nieto, nacido en 1941, casado con doña Gladys Pombo Kopp, hija de don Ernesto Pombo Pombo y de doña Elsa Kopp Dávila. Padres de:

    1. Don Nicolás Gómez Pombo

    2. Don Ernesto Gómez Pombo

  3. Don Juan Manuel Gómez Nieto, casado con doña Silvia Reyes Uribe, hija de don Ernesto Reyes Nieto y de doña Mercedes Uribe Lasso. Padres de:

    1. Don Juan Manuel Gómez Reyes

    2. Don Andrés Gómez Reyes

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      Gómez Dávila viajó a los seis años con su familia a París. Allí fue educado por sacerdotes benedictinos, y debido a una neumonía grave, por profesores particulares, con quienes aprendió griego y latín (más tarde inglés, alemán, italiano y hasta danés), así como a los grandes clásicos. Sus veranos los pasaba en Inglaterra, por ser el de ese país un clima más benigno para sus averiados pulmones. En 1936 regresó a Bogotá.

      Aparte de saber que se confesaba católico y otras veces un pagano que cree en Cristo (Kaltenbrunner, 1988, p. 31) y que tuvo un importante almacén de telas, tapizados y cortinas con dos sucursales en Bogotá y una hacienda que su padre compró a finales del siglo XIX, la hacienda "Canoas Gómez"3 en Soacha (Cundinamarca), muy poco se sabe de don Nicolás, aunque Nada más vano, ni más delicioso, que hablar de sí mismo (Volpi, 2005, p. 73). Fue miembro de la junta directiva del Banco de Bogotá y socio del Jockey Club. Iba al centro de Bogotá en un Renault-4, al cual le tenía chofer de librea y corbatín, como lo decía don Rafael Pombo, y Gómez Dávila llegó a expresar que sus santos patronos eran Montaigne y Burkhart, los maestros del escepticismo y de la historia. Su libro preferido era la Historia de las guerras del Peloponeso, y a finales de los años cuarenta del siglo XX, al parecer en 1949, viajó con su esposa al antiguo continente, y recorrió durante seis meses varios países en automóvil, y luego expresó: Viajar por Europa es visitar una casa para que los criados nos muestren las salas vacías donde hubo fiestas maravillosas (Notas, 184).

      Fue también Gómez Dávila puerta y generoso guía en el camino que recorre ese universo; para sus lectores será tal vez la última oportunidad

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      de conocer entre nosotros cómo es un hombre eminentemente civilizado, un espíritu profundamente hecho y nutrido por la plenitud de la riqueza espiritual contenida en el universo occidental (Pizano de Brigard, 1988, p. 11).

      En 1948 ayudó a Mario Laserna Pinzón en la fundación de la Universidad de los Andes. Desde entonces, este aristócrata de la inteligencia, se enclaustró en una señorial casona de la calle 77 con carrera 11 en el barrio El Nogal, en la cual reunió en su altillo más de treinta mil libros, una caverna platónica, donde todos los libros y en todas las lenguas posibles, desde los incunables flamencos, pasando por las ediciones príncipes, hasta los volúmenes de lujo ilustrados por los más grandes maestros, desde los clásicos griegos y latinos hasta los padres de la Iglesia y las eruditas ediciones alemanas, desde la más completa bibliografía filosófica y patrísticas hasta los poemas que han hecho de la existencia humana una ineluctable razón de vida, en fin, un compendio de sabiduría (Zalamea, 2001, p. 103).

      En esa monumental y legendaria biblioteca sólo se escuchaba el ruido tenue del lápiz, resbalando sobre la hoja intacta (Volpi, 2005, p. 32), y allí practicaba la "Biblioterapia", convirtiéndose en bibliómano, bibliófilo, bibliófago y bibliotecario, cuatro términos que permiten hacer...

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