La ciencia y las razones de la fe - Ciencia y religión: Horizontes de relación desde el contexto latinoamericano - Libros y Revistas - VLEX 454124946

La ciencia y las razones de la fe

AutorOscar Horacio Beltrán
Páginas71-100
Capítulo IV • La ciencia y las razones de la fe 71
Todos los que compartimos la tarea esperanzada de diálogo entre la
ciencia y la religión nos cobijamos bajo un principio fundamental: «la
fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano
se eleva hacia la contemplación de la verdad»1. Desde la perspectiva
del cristianismo, con la que entendemos que congenian en esto las
otras grandes expresiones religiosas del mundo, la fe es entendida
como un don de Dios, una gracia que se obsequia al hombre no para
destruir ni suplir su naturaleza racional, sino al contrario para poten-
ciarla y perfeccionarla. De modo que, lejos de hacer su trabajo por un
camino paralelo al de la razón, la fe la supone.
En tal sentido San Agustín repite con frecuencia aquella cita del pro-
feta Isaías 7,9: si no creyéreis, no entenderéis. Pero siempre agrega,
como contrapeso de esa afirmación: entiende para creer. En efecto, y
siguiendo con sus propias palabras:
¿Quién no advierte que el pensar es anterior al creer? Ya que nadie
cree en algo si ante todo no pensara que debe ser creído. […] Es pre-
ciso que todo lo que se cree sea creído tras una previa investigación.
El creer mismo no es otra cosa que pensar con asentimiento. Pues no
todo el que piensa cree, s iendo que la mayoría piensa y no cree. Pero
todo el que cr ee piensa, y cr eyendo piensa, y pensando cree 2.
1 Juan Pablo II, Fides et Ratio, introducción. www.vatican.va/edocs/ESL0036/_INDEX.HTM.
2 San Agustín, De praedestinatione sanctorum II, 5 en Obras de San Agustín VI (Madrid:
BAC, 1949), 479. La extensa glosa que Santo Tomás dedica a esta definición de San
Agustín concluye en que «fides non habet inquisitionem rationis naturalis demonstrantis
id quod creditur. Habet tamen inquisitionem quandam eorum per quae inducitur homo ad
credendum, puta quia sunt dicta a Deo et miraculis confirmata.» Suma teológica II-II, 2, 1
ad 1m, vol.2 (Milan: Marietti, 1963), 16.
Oscar Horacio Beltrán
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La dignidad de la inteligencia humana, fundada en su origen di-
vino, reclama pues que el dato de fe le sea presentado en forma
razonable. Ahora bien, la ciencia es, sobre todo hoy en día, un
modo especialmente reconocido de la racionalidad. Su presencia
hegemónica ha suscitado un amplio abanico de interpretaciones,
algunas particularmente radicalizadas. En nuestro caso nos adhe-
rimos a la de quienes ven a la ciencia como un signo de los tiem-
pos con un valor intrínseco altamente positivo, pero necesitada
de la conveniente regulación sapiencial. En cualquier caso, la pre-
sencia domi nante del enfoque ci entífico es insoslayable e n orden
a cualquier intent o de comunicación de la Palabra de Dios par a el
hombre contemporáneo.
La cuestión que nos interesa plantear es hasta qué punto es posible
y nece sario involuc rar a la ciencia en la exp osición de las razo nes
de la fe. No nos referimos a lo que se denomina en general el
diálogo entre cie ncia y fe, que desde hace décadas se va abrien do
camino de manera algo sinuosa, pero a nuestro entender también
firme y promis oria. El propó sito de estas pági nas es, puntua lmente,
reflexionar sobre los cami nos según los cuales la cienc ia puede ser
parte de esa tarea de la razón que viene a preparar la recepción de
la fe. Cuando San Agustín, una vez más, habla de la fe como un
pensar con asen timien to ¿es acaso la ciencia parte de ese pensar?
Cuando Pasteur afir maba que «mucha ciencia acerca a Dios», ¿está
diciendo que hay verda des específica mente c ientífi cas que pueden
provocar una experiencia de lo trascendente? Y cuand o Einste in
se sumaba al sostener que «la religión s in c iencia es ciega»,
¿está diciendo que solo la ciencia puede darle a la fe la base de
racionalidad que la preser ve de la supe rstició n y el fanatismo?
Nos parece significativo y amerita un serio debate el enfoque que
ofrece al respecto la encíclica Fides et Ratio, en la cual el Papa Juan
Pablo II da señales fuertes de que la filosofía sigue siendo la vía pri-
vilegiada para el diálogo entre la razón y la fe, mientras la ciencia se
presenta más bien como una oportunidad para estimular el apetito
hacia las verdades más universales y profundas de estirpe metafísica
que son las que efectivamente entran en relación con la mirada de la

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