Ciudadanos entre estado e imperio. - Vol. 27 Núm. 2, Julio 2015 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 636914265

Ciudadanos entre estado e imperio.

AutorHammar, Björn
CargoEnsayo
Páginas145(21)

Citizens between State and Empire

Cidadãos entre Estado e império

  1. Soberanía, geometría y territorio

    Para hablar de la política y del ciudadano, nos referimos frecuentemente a entidades de unas dimensiones inabarcables, siendo el Estado soberano sin duda uno de esos objetos tan inmensos que difícilmente podemos divisarlos. A pesar de--o gracias a--ser tan inabarcable, el Estado soberano ha llegado a ocupar un lugar omnipresente para la política durante varios siglos, independientemente de qué características y qué funciones se le haya atribuido desde diferentes perspectivas teóricas o posiciones ideológicas.

    Esa persistencia y omnipresencia del Estado la observamos con facilidad en la historia y práctica de la ciencia política, por ejemplo, en los debates que hace unas décadas se posicionaban sobre la presencia o desaparición del Estado en la disciplina. Dichos debates no versaban realmente sobre la ausencia o presencia del Estado, sino sobre qué papel debería de jugar este en los esquemas explicativos de la ciencia política. Y el Estado soberano estaba sin duda presente en todos esos esquemas, tanto en las perspectivas que proclamaban su ausencia como en las que buscaban su reaparición. Las primeras concebían el Estado soberano como un espacio dado para la vida política, mientras que las segundas lo identificaban como un sujeto unitario dotado de una voluntad autónoma.

    Estos debates politológicos son solo un ejemplo reciente, pero sirven para poner de relieve dos de las características que desde la temprana Edad Moderna han ido vinculándose con el Estado soberano: geometría y voluntad. El Estado soberano se ha concebido como un espacio geométrico, algo que podemos ver reflejado en la imagen de unas fronteras territoriales, como la delimitación de entidades políticas mutuamente excluyentes. Esa exclusividad mutua no solo se refiere a la descripción visual de los mapas políticos, sino que significa establecer y reforzar la idea de que el dominio de un Estado termina donde otro empieza, al igual que todos los elementos que se vayan identificando con ese Estado en diferentes contextos (por ejemplo, territorio, ciudadanos, autonomía, seguridad, intereses, comunidad, legalidad, participación).

    La esfera política entendida de forma geométrica supone que un ciudadano pertenece a uno u otro espacio político, al igual que la física determina que un cuerpo no puede estar en dos lugares al mismo tiempo. La identidad, la pertenencia y la participación quedan desde este punto de vista delimitadas por unas fronteras unívocas. Lo público y la vida ciudadana se describen, como consecuencia de esa exclusividad mutua y territorial, a través de los mapas de superficies planas y líneas nítidas.

    Paralelamente al surgimiento del Estado soberano durante la temprana Edad Moderna, la cartografía experimentaba transformaciones importantes y adquiría nuevos significados para el espacio político y el gobierno de las personas. (1) Del mismo modo en que los mapas paulatinamente irían abarcando el globo en su totalidad dejando cada vez menos puntos ciegos, el Estado iría cubriendo el mundo dejando cada vez menos territorios y personas fuera de su dominio. Al igual que el Estado soberano pretendía ejercer un control exclusivo sobre su interior a través del territorio y la soberanía (Elden, 2013, pp. 279 y ss.), esa forma geométrica de organizar lo político iba extendiéndose desde Europa hacia otros continentes. La consecuencia de esa expansión ha sido que prácticamente la totalidad de las zonas pobladas del mundo están cubiertas por Estados (aunque bien es cierto que los océanos y algunos territorios con apenas población pueden ser problemáticos para la noción de exclusividad estatal sobre el espacio político). En la actualidad, se da por supuesto que todos vivimos en Estados.

    La concepción geométrica del espacio público ha supuesto para el Estado soberano la búsqueda de unos límites unívocos entre una esfera política interior y otra exterior, esferas que son retratadas como concepciones muy distintas de la política. El interior del Estado soberano ha representado la posibilidad de orden, paz, justicia, legitimidad, legalidad, comunidad y participación, mientras que su exterior está constantemente expuesto a las contingencias del desorden, la guerra, la injusticia, la fuerza bruta, lo alegal y lo desconocido. (2) Si se considera que los Estados soberanos agotan el espacio político y que estos son mutuamente excluyentes, no es de extrañar que lo que queda fuera del Estado se defina como la ausencia de las propiedades políticas situadas en su interior. Esta división estricta entre interior y exterior del Estado además ha supuesto un divorcio de la labor académica, según la cual campos como las relaciones internacionales y la teoría política han tenido muy poco que decir el uno al otro.

    Podemos empero observar cómo algunas de las dimensiones de esa separación entre interior y exterior, vinculada al Estado soberano, han sido objeto de estudio en disciplinas como las relaciones internacionales durante las últimas décadas. (3) En este campo, han surgido perspectivas que cuestionan unas concepciones que no solo definen el Estado cómo el único sujeto con un poder real capaz de actuar y generar explicaciones acerca de lo que ocurre en la política mundial, sino que además dota al ente soberano de una voluntad autónoma, en torno a la cual se formulan nociones de identidades e intereses unitarios y dados.

    Para algunos investigadores, los enfoques tradicionales de las relaciones internacionales han quedado obsoletos y anacrónicos por no haberse adaptado a unas transformaciones aceleradas que han afectado profundamente al funcionamiento de los Estados y al sistema internacional. Los argumentos de este tipo indican fenómenos globaligadores relativamente recientes como los principales causantes de una importante anacronía teórica en la disciplina. Es decir, afirman que los nuevos procesos de transnacionalización o globalización (política, económica, social, cultural, tecnológica, militar, etc.) requieren nuevas formas de entender las categorías políticas utilizadas en las relaciones internacionales.

    Para otros, existe una debilidad inherente al corpus teórico-político de las relaciones internacionales. Sostienen que esta debilidad ha supuesto una falta de estudio profundo y riguroso sobre los fundamentos conceptuales de la disciplina. Desde esta perspectiva, la carencia teórico-política en el estudio de las relaciones internacionales no se debe principalmente a transformaciones aceleradas en su campo empírico, sino a que la disciplina carece desde el principio de disquisiciones penetrantes y rigurosas sobre la naturaleza de lo político. En este contexto, se señalan los puntos ciegos teóricos y ontológicos presentes en la forma de concebir las relaciones internacionales, argumentando que esta disciplina no ha inquirido suficientemente sus propios postulados sobre la política, el Estado y el ciudadano.

    A pesar de despertar cierto interés en la teoría de las relaciones internacionales las limitaciones del Estado soberano como fundamento último de la vida política, hay aspectos relacionados con el espacio público, el ciudadano y el orden político que no suelen ser objeto de estudio en ese campo. La relación entre el mundo interno y la res publica es uno de esos puntos ciegos y el nexo entre Estado, ciudadanos e imperio es otro.

  2. Contingencia y transparencia del ciudadano

    La imagen del Estado como territorio y geometría va unida a la noción de la soberanía como voluntad. Se trata de una voluntad que expresaría los intereses e identidades propias de cada uno de los Estados que constituyen los fundamentos del sistema internacional. En ese universo ínter-estatal, la política parece reducirse a voluntad cuyo fin último es generar cada vez más poder y autonomía. (4) Esa generación de autonomía como fuente inagotable de la acción está relacionada con la ilusión de eliminar la contingencia a la que está expuesta la vida de los ciudadanos. A pesar del afán por fundar una voluntad soberana que, a través de la decisión y lo ejecutivo, elimine las incertidumbres y lo imprevisto de la vida pública, la contingencia sigue presente por muy soberana que se declare la acción del Estado y por muy nítidas que estén trazadas sus...

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