La Dignidad de la persona
| Autor | Jorge Merchán Price |
| Páginas | 41-63 |
PARTE I. FUNDAMENTOS: LA VIDA Y LA PERSONA
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Capítulo 2
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA
Introducción
Vimos previamente que la vida es anterior al individuo y que solo sobre la base
de la vida ya presente, es posible su existencia. El individuo vivo tiene entonces
un valor, una dignidad, por el solo hecho de estar vivo (dignidad de la vida)
y tiene además un valor adicional que descansa en su propia individualidad
(dignidad humana).
La dignidad humana es entonces el valor intrínseco que tiene el ser humano
por el sólo hecho de serlo y que como tal posee todas las potencias de lo
puramente “humano”. La dignidad humana se relaciona, no con la vida, sino
con su propia individualidad que es singular, única e irrepetible.
Y aunque como ya lo vimos el ser humano no tiene potestad sobre su vida, sí
tiene en cambio potestad sobre su propia individualidad. Si no fuera de ese
modo, los conceptos de autonomía y de libertad moral no tendrían ningún
signicado práctico.
Pero, ¿qué es la individualidad sobre la cual se asienta la dignidad humana?
Pues bien, para comprender acertadamente qué es o qué implica el concepto
de “individualidad” debemos primero diferenciarlo del concepto de “individuo”.
No son lo mismo “individuo” e “individualidad” y no puede decirse de todo
individuo que, por serlo, tenga o posea individualidad.
ÉTICA MÉDICA - JORGE MERCHÁN PRICE
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El individuo: un ser con identidad grupal
evolutivamente insubsistente por sí mismo.
Si miramos con detenimiento el quehacer de una simple abeja nos será
inmediatamente evidente que ella no determina lo que hace sino que sus
acciones están determinadas (instintivamente) por la madre naturaleza y
que además no tienen ningún sentido evolutivo sin la colmena. La abeja no
piensa; la naturaleza piensa por ella en función de la colmena y piensa y decide
también por la colmena con un n evolutivo.
Sea cual sea el n o el objetivo que la naturaleza haya dispuesto para la colmena,
lo relevante es que el n de la abeja es solo constituirla. Así, el n u objetivo
existencial de nuestra abeja (constituir la colmena) no es el n de la colmena.
La colmena tiene su propio n (sea cual sea) y ella también carecería de sentido
sin la necesaria concatenación de causas y de efectos propios de la intrincada
cadena evolutiva inherente a la madre naturaleza y a la Creación entera.
Podríamos decir que nuestra abeja es una subordinada evolutiva de la colmena
y que ésta, a su turno, es también una subordinada evolutiva de los diferentes
procesos evolutivos necesarios en la naturaleza.
La abeja es indudablemente un individuo (genéticamente único y singular),
pero no posee individualidad ninguna porque en todo momento es “parte”
de un todo (la colmena) sin el cual su existencia carecería de sentido. Así, el
individuo es un ser con identidad grupal, esto es, un ser que existe como tal
solo en tanto sea parte constitutiva de un grupo naturalmente determinado
con un n igualmente determinado. Un individuo es un ser con identidad
grupal sin identidad propia.
Si una abeja cualquiera, suponiendo que pudiera, optara por existir en
función, no de la colmena, sino de sí misma, con toda segur idad dejaría de
existir. Sería, desde ese mismo instante, evolutivamente insubsistente. No está
concebida de esa manera y lejos de la colmena, no en términos de distancia
sino en términos de pertenencia, no se basta sola para ser. Es una abeja solo
porque existe en relación a las demás abejas. Sin ellas, la abeja no sería ya más
una abeja y entonces no es que dejaría de existir, sino que no hubiera existido
nunca porque su existencia única no tendría ningún sentido evolutivo.
Podríamos decir que la naturaleza no le permite la libertad de ser por sí misma
y no tiene tampoco sentido su existencia sin su necesaria dependencia de la
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