El estudio de la cultura política: elementos para un marco teórico. - Núm. 6, Junio 2008 - Ratio Juris - Libros y Revistas - VLEX 52129474

El estudio de la cultura política: elementos para un marco teórico.

AutorWilliam Ortiz Jiménez
CargoFacultad de Derecho. Director Grupo de Investigación: Cultura política y ciudadana
Páginas40-52

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La cultura política, en la acepción que trae el diccionario de ciencia política de Alianza Editorial (1998: p. 32), es considerada como un elemento clave del enfoque teórico conductista1 por constituir una variable relativamente permanente, que determina el comportamiento político colectivo de un país. El carácter estructural de esta noción le confiere una gran ambición explicativa y, al mismo tiempo, provoca críticas de quienes la usan frecuentemente por pretender aplicar elementos culturales a todo lo que no se puede analizar de otro modo. Los autores clásicos de la cultura política, Almond y Verba, la concibieron como la orientación que los miembros del sistema político desarrollan hacia ellos mismos como partícipes del proceso político, así como hacia algunos elementos del mismo (partidos, grupos de interés e instituciones). Por tal motivo, se configura como un procesamiento psicológico que va sumando sentimientos y conocimientos fundamentales sobre cómo funciona, y debe hacerlo, el poder político. Esta situación incluye tanto actores públicos como privados. Aún, para este caso, se deben tener en cuenta elementos tales como aquellos relacionados con la subcultura, pues la de élite es distinta a la de las masas y aquellas otras relacionadas con la variantes regionales, étnicas y raciales. En la cultura política, por lo tanto, se tienen en cuenta factores capaces de generar creencias sobre el sentido de los objetos políticos, recrear escalas de valores y, finalmente, determinar las conductas políticas de todo un grupo como la memoria colectiva, el conjunto de historias individuales, el desarrollo socioeconómico, el grado de cohesión etnoterritorial o la importancia de la religión.

No desconocieron Almond y Verba, que la cultura política es asimilada por los miembros de una sociedad a través de un proceso de socialización en el que intervienen las familias, los partidos dominantes, los pares de amigos y los medios de comunicación. Una vez se interioriza, la cultura orienta la reacción ante nuevos estímulos y lo hace de diversas maneras.

Por lo tanto, hacer referencia a la cultura política no es más que aclamar el éxito que tuvo y que aún tiene vigencia, la obra de Almond y Verba: la cultura cívica. Por tal motivo, y para la investigación que nos convoca en torno a la Cultura Política de los aspirantes a los cargos públicos y el público en general del Área Metropolitana de Medellín, es preciso tener en cuenta que una primera parte de esta investigación es una revisión precisa y a profundidad respecto de la obra inicial sobre el estudio de la cultura política que realizaron G. Almond y Sigmund Verba y continuada años después por la corriente de la política comparada u otras que manifiestan interés en este tipo de investigaciones, sobre todo, en las décadas de los años sesenta y setenta en las cuales dominan los estudios europeos y norteamericanos.

En la segunda parte se revisa la contraparte conceptual, es decir, aquellas posturas académicas e investigativas que elaboran una serie de críticas a la propuesta de Almond y Verba, desde la sociología interpretativa y que presenta un enfoque distinto de Cultura Política. Se intenta integrar dos enfoques conceptuales aparentemente irreconciliables: la interpretativa y la comparatista en su versión más reciente2 . Para tal fin, se recurre a las fuentes bibliográficas e interpretativas, así como a los diversos contextos teóricos expuestos por un gran número de analistas políticos, sociólogos, antropólogos e investigadores frente al tema. Pero, con el fin de no caer Page 41 en un marco conceptual y un estado del arte demasiado repetitivo, se tomó como fuente principal para esta primera fase de la investigación, esto es, los estudios e investigaciones más reconocidas sobre la cultura política, los aportes que hace la autora Heraz Gómez, en una investigación titulada: Cultura política: el estado del arte contemporáneo. Un texto que contiene un rastreo histórico y un marco teórico bastante amplio referente al tema de cultura política, precisamente, desde la publicación del texto de Almond y Verba y en el cual se da a conocer una síntesis muy centrada al respecto. También se recurre a una serie de investigadores frente al tema, quienes a través de diversos análisis y propuestas, presentan un marco general de la obra de ambos autores y la constriñen al máximo, sin dejar de reconocer el gran aporte que significó y significa para la comunidad académica y la ciencia política en general.

La idea central que presenta Almond y sus seguidores de la misma línea, consiste en que mediante la recuperación del bagaje de representaciones, símbolos e instituciones de una sociedad, estudiadas por la sociología interpretativa, es posible establecer las bases o raíces de la cultura política; pero que ello no es suficiente para explicar las cotidianas percepciones y actitudes de la sociedad hacia la política. Para ello se requiere el estudio comparativo y estadístico, como el que se plantea desde la política comparada. Con ambos, eventualmente, se podrá tener una visión general de la forma en que se percibe y se actúa en términos de lo político en una sociedad determinada.

Con este marco de referencia, una buena dosis de los estudios de la Cultura Política, son abordados por politólogos desde la aparición en 1963 del libro The Civic Culture (Almond, G. and Verba, S.). La ya conocida idea de analizar el comportamiento político en grandes núcleos de la población (Behavioural analysis), utilizando técnicas cuantitativas, fue el núcleo central de una gran parte de las escuelas dominantes de ciencia política de los años sesenta y setenta y que se constituyó en una escuela de investigación en los Estados Unidos con trascendencia hacia Europa. Poco tiempo después, empieza a recibir las críticas de varias corrientes sociológicas y antropológicas quienes veían en la propuesta de ambos autores, nada más que la prolongación del modelo capitalista norteamericano y europeo, y por presentar una serie de limitaciones en caso de que se considerara el estudio como algo propicio para las otras culturas.

De no haber sido por la iniciativa de Almond y Verba, quizá no se hubiesen despertado los ánimos para pensar y crear nuevos enfoques de la ciencia política, en especial, los relacionados con la política comparada y el comportamiento político. Desde entonces, surgen autores como R. Inglehart, de la Universidad de Michigan; L. Diamond, de la John Hopkins University; J. Gibbins, apoyado por el European Consortium for Political Research, quienes conforman un grupo académico con importantes avances en el nuevo enfoque de la cultura y participación política de las sociedades contemporáneas3 . Pero veamos más de cerca las primeras propuestas, para ofrecer un mejor balance de la situación actual.

Gran parte de las investigaciones sobre el tema de la cultura política, como lo expone Heraz Gómez, hasta la última década del siglo XX se llevó a cabo en relación con la obra de G. Almond y S. Verba. Tanto sus críticos como sus apologistas dedicaron varios volúmenes a analizar, sin duda, la considerada obra pionera de la política comparada. A su vez, catalogada como la obra clásica y más influyente en el tratamiento de la Cultura Política, aunque para muchos, después de casi cinco décadas, ya ha sido ampliamente superada.

La obra consistió en un estudio realizado por ambos autores sobre las actitudes de la población hacia sus respectivos sistemas políticos en el cual tomaron Page 42 como muestra o países sujetos de análisis, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Italia y México. Se eligió una muestra de 1.000 habitantes en cada uno de ellos, con el objeto de aplicar un detallado cuestionario que intentaba abarcar tres aspectos de dichas actitudes: los conocimientos sobre el tema político, la identificación del individuo con su sistema político y la evaluación sobre éste; es decir, una dimensión cognoscitiva, una afectiva y una evaluativa o participativa. El estudio considera al sistema político como el lugar en donde se lleva a cabo la asignación autoritaria de valores de acuerdo con los análisis de David Easton y se examina como el centro receptor de demandas más conocidas en el ámbito politológico como inputs y de donde emanan las respuestas, esto es, las outputs. El fin es establecer una imagen-objetivo de democracia frente a la cual se establece la comparación entre países. Una síntesis sobre el estudio se centra en tratar de dar cuenta en qué medida la cultura cívica-política, posibilita el desarrollo de la democracia en un país, pero sobre todo tiende a procurar su estabilidad. De este modo, Almond y Verba presentan tres tipos de cultura política: parroquial, de súbdito y participativa, e incluyen sus posibles combinaciones. La primera de ellas, se distingue porque los individuos no tienen excesiva conciencia del sistema político en el que están inmersos y, por lo tanto, su participación es insignificante. Hace referencia de manera general a la cultura de algunas comunidades tradicionales apegada a los mitos, a las creencias que no tienen proyecto económico-político. En esta se encuentra una poca o nula conciencia de los sistemas políticos. En cuanto a la de súbdito, se destaca por la existencia de relaciones pasivas en las que se muestra un particular interés hacia los productos políticos del sistema pero no hacia su elaboración. Está relacionada con hechos en los cuales la sociedad tiene cierto grado de participación, de organización con metas u objetivos, pero depende de un líder autoritario. Es aquí, donde los individuos se involucran con los productos del sistema y no con la formulación y estructuración de las decisiones y políticas públicas y, por último, la cultura valorativa o participativa, está caracterizada por un alto grado de civismo, sí hay...

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