El éxito del constitucionalismo en los Estados Unidos y su fracaso en América Latina: una explicación - Núm. 13-2, Julio 2013 - Criterio Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 594136042

El éxito del constitucionalismo en los Estados Unidos y su fracaso en América Latina: una explicación

AutorKeith S. Rosenn, Luis Felipe Tenorio
Páginas177-224

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1. Introducción

"Constitucionalismo es el nombre dado a la confianza que los hombres depositan en el poder de palabras grabadas en pergamino para mantener un gobierno en orden”1. El concepto de constitucionalismo implica que el gobierno ajustará su conducta a una ley más alta que la legislación ordinaria y que este cuerpo de ley superior esté asentado en un documento llamado constitución o alguna forma de ley fundamental2. El constitucionalismo moderno generalmente impone dos tipos de restricciones al ejercicio de los poderes del Gobierno: separación de poderes y derechos individuales3.

Al dispersar los poderes entre varias ramas del Estado y unidades políticas y al garantizar unos derechos fundamentales contra la intromisión del Gobierno, las constituciones modernas actúan como límites importantes sobre el poder gubernamental.

Si el mundo fuera destruido hoy y los arqueólogos del futuro solo descubrieran el texto de la Constitución de Estados Unidos y los de las repúblicas de América Latina, sin duda concluirían que el constitucionalismo estaba mucho más desarrollado en América Latina que en Estados Unidos. La Constitución de Estados Unidos es un modelo de brevedad de solo siete artículos4originales que ocupan poco

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más de cinco páginas en el U. S. Code5. Incluso guarda notorio silencio sobre asuntos tan importantes como el control judicial. Comparada con las constituciones latinoamericanas en general, y en particular cuando se compara con la reciente Constitución brasileña de 1988 (con 245 artículos permanentes y 70 transitorios que se extienden por 193 páginas en la versión oficial), la Constitución de Estados Unidos parece innegablemente subdesarrollada. Sin embargo, los textos constitucionales, como las cubiertas de los libros, son engañosos. Si esos arqueólogos pudieran ver más allá de la forma constitucional y observaran la práctica real, concluirían que la carta de Estados Unidos, tan breve y abundante en omisiones, ha funcionado extraordinariamente bien, mientras que las elaboradas y detalladas cartas de América Latina han funcionado en general pobremente.

2. El éxito del constitucionalismo en los Estados Unidos

Durante sus 214 años [en 1990] como nación independiente, los Estados Unidos solo han tenido dos constituciones: los Artículos de la Confederación de 1777 y la Constitución de 1787. Los primeros fueron un abyecto fracaso6, mientras la segunda ha sido un éxito resonante.

El mandato para aquellos que conformaron la Convención constitucional de Filadelfia en 1787 se limitaba a revisar los artículos de la Confederación7. Afortunadamente la Convención rápidamente se

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convirtió en asamblea constituyente plena, desechó los Artículos de la Confederación y procedió a redactar una nueva constitución8.

La Constitución de Estados Unidos, más que cualquier otra constitución escrita, ha resistido la prueba del tiempo. Que haya permanecido vigente por más de doscientos años esencialmente con solo catorce9enmiendas es indicativo tanto de su fenomenal éxito10como de la enorme dificultad para enmendarla. Que los norteamericanos tengan que recurrir al francés o al español para designar el exótico fenómeno de coup d’etat o golpe de Estado es otra indicación del éxito de la constitución.

Quizá la mejor evidencia del éxito del constitucionalismo en Estados Unidos es que los preceptos constitucionales son ampliamente respetados y obedecidos. Los Estados Unidos han tenido un muy extenso y duradero compromiso con el principio de legalidad, cuyo postulado básico es “todos vamos a ser gobernados por el mismo conjunto de reglas preestablecidas y no por el capricho de aquellos encargados de ejecutar las reglas”11. Las cortes federales y estatales con sus decisiones han jugado un papel principal para darle relevancia al

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principio de legalidad y el poder ejecutivo federal y estatal casi siempre ha atendido esas decisiones. El prestigio de la corte suprema es tan grande que su mandato es casi invariablemente respetado, incluso cuando ordena al presidente entregar cintas con información que le costará la presidencia12, cuando permite publicar documentos sobre la guerra de Vietnam, sustraídos sin permiso, que según el gobierno harán peligrar la seguridad nacional13, o cuando ordena devolver una planta de acero ocupada por orden del presidente tratando de impedir que una huelga perturbe el esfuerzo bélico en Corea14. La independencia, fortaleza e incorruptibilidad con la cual la corte suprema ha jugado su rol de guardiana de la constitución no han sido igualadas por ninguna otra institución en el mundo.

Desde el establecimiento de la constitución, el pueblo de los Estados Unidos la ha visto como símbolo de unidad política nacional y como encarnación de valores fundamentales compartidos. Una creencia profundamente asentada de que su constitución no solo es perfecta sino sacrosanta ha sido largamente parte de la cultura política de la nación15.

Hoy, la mayoría de las personas miran en otra dirección ante las flagrantes imperfecciones de la carta. A pesar de la emocionante frase de la Declaración de Independencia de “todos los hombres somos creados iguales”, la constitución permitió la esclavitud, la más opresiva violación de la libertad humana, durante sus primeros setenta y seis años. No fue sino hasta 1866 que el congreso adoptó la enmienda XIII

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aboliendo la esclavitud, y eso solo después de la sangrienta guerra civil que por poco rompe la Unión. Aunque estableció una forma democrática de gobierno basada en la soberanía popular, la constitución dejó de garantizar el derecho al voto; en vez de eso, relegó el asunto de la calificación de los votantes a la ley de cada Estado y, como consecuencia, en todos menos en cinco Estados el derecho a votar fue originariamente limitado a varones blancos propietarios de bienes raíces16. Solo en 1870 la constitución fue enmendada para garantizarles el sufragio a varones negros (enmienda XV) y solo en 1920 fue enmendada para darles a las mujeres el derecho a votar (enmienda
XIX). Además, solo en los últimos sesenta años, a través de un proceso de interpretación judicial de la enmienda XIV, conocido como “incorporación selectiva”, la mayoría de las garantías de la Carta de Derechos (pero no todas) han sido aplicadas tanto a los Estados como al gobierno federal17.

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Aunque otras carencias siguen ahí, los ciudadanos de Estados Unidos parecen satisfechos con su constitución. Aun así, de vez en cuando han tenido deseos de hacerle cambios menores, pero solo después de la guerra civil han querido hacer cambios mayores en su estructura18. Al momento presente, un clamor público por una seria reforma constitucional es virtualmente nulo (dejando de lado la retórica sobre una enmienda para proscribir quemar la bandera)19.

3. El fracaso del constitucionalismo en América Latina

A diferencia de los Estados Unidos, la experiencia de América Latina con el constitucionalismo ha sido en general un fracaso. El dilema del constitucionalismo latinoamericano ha sido cándidamente capturado en un paradójico lamento: “¡Nuestra pobre constitución!¡Tan virginal y tan violada!”. Como puede verse en el apéndice A, desde la independencia las veinte repúblicas latinoamericanas han promulgado unas 253

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constituciones, un promedio de 12,65 por país20. Tres naciones, República Dominicana, Haití y Venezuela han promulgado más de veinte constituciones cada una. La elaboración de constituciones ha sido denominada “el deporte de interiores favorito de América Latina”21.

Hoy ese deporte parece tan popular como siempre. La constitución brasileña de 1988 hasta incluye dos artículos transitorios que aseguran futuros eventos deportivos22. El último jugador es Colombia, el cual ha convocado recientemente una asamblea constituyente para considerar la propuesta de constitución del presidente Gaviria23.

Enfocar la atención en el asombroso número de constituciones latinoamericanas hace tanto sobreestimar como subestimar la inestabilidad constitucional de la región. La cifra de 253 hace ver

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disminuido el grado de inestabilidad constitucional por tres razones. Primero, las constituciones de América Latina son notablemente fáciles de enmendar y son enmendadas a menudo. Aunque algunas han durado periodos sustanciales, también han sufrido modificaciones tan grandes que fácilmente podrían considerarse constituciones diferentes24.

Segundo, a veces a las constituciones abrogadas se les...

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