El Inca platónico y el africano ilustrado. Garcilaso de la Vega, Ouladah Equiano y la Tierra Prometida - Núm. 11-2009, Julio 2009 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 75935430

El Inca platónico y el africano ilustrado. Garcilaso de la Vega, Ouladah Equiano y la Tierra Prometida

AutorCarmen Bernand
CargoDoctora en antropología, Université Sorbonne. Doctora en Ciencias Sociales, Université de Paris 7. Profesora emérita de la Universidad de París X-Nanterre. carmen.bernand@orange.fr
Páginas74-86

Carmen Bernand: "Historias conectadas / Historias en las márgenes"

El 27 y 28 de marzo de 2009 el Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT invitó a la profesora franco-argentina Carmen Bernand a dictar una serie de conferencias que se presentaron en el marco de la tercera versión del Seminario Internacional Sociedad, Política e Historias Conectadas.

Profesora emérita de la Universidad de París X-Nanterre, Bernand ha publicado libros dentro de los que se encuentran: Les Incas, peuple du soleil (1988), De l'idñlatrie. Une archéologie des sciences religieuses (con Serge Gruzinski, 1988), Historia de Buenos Aires (1999), Histoire du Nouveau Monde (con Serge Gruzinski, tomo 1: 1991, tomo 2: 1993), Días aciagos para Paucar Guaman (1993), Pindilig. Un village des Andes équatoriennes (1992), Un Incaplatonicien, Garcilaso de la Vega 1539-1616 (2005), TEOTL, Dieu en images dans le Mexique colonial (2009).

Se doctoró en antropología con Claude Lévi-Strauss, en 1970, con una tesis sobre el grupo indígena de los Ayoreo del Chaco boliviano (Université Sorbonne). Posteriormente adelantó un segundo Doctorado en Ciencias Sociales (Doctorat d'Etat) con Olivier Dollfus, en 1981, sobre una comunidad indígena-campesina de la sierra ecuatoriana (Pindilig) en torno a tres temas: las tierras y la creación de minifundios, las redes de parentesco (siglos XVIII-XX) y la representación de las enfermedades y de los infortunios (Université de Paris 7). Sus temas de investigación han estado relacionados con los Incas (Ecuador, Perú, Argentina), los Andes, México y Buenos Aires, y sobre las poblaciones afroamericanas y mestizas; temas sobre los cuales este "Dossier" presenta resultados de las mismas.

Este artículo se inscribe en el marco de los trabajos efectuados en el MASCI-PO sobre historias conectadas. MASCIPO es un grupo de investigación asociado entre las universidades Paris I y Paris-Nanterre, y la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Recibe apoyo del CNRS. La investigación de la que proviene este artículo fue financiada por el Institut Universitaire de France.

Doctora en antropología, Université Sorbonne. Doctora en Ciencias Sociales, Université de Paris 7. Profesora emérita de la Universidad de París X-Nanterre. carmen.bernand@orange.fr

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¿Existe una escritura mestiza? Quizás convenga formular esta pregunta de otro modo: ¿cuáles son los requisitos para que un texto pueda ser interpretado bajo dos claves y adquiera un significado universal que trascienda la ambigüedad de sus orígenes? Para ilustrar esta problemática he elegido a dos personajes vinculados con dos extremos geográficos del continente americano, el Cuzco y South Carolina, lugares unidos por la fuerza de la imaginación y la esperanza que los animaron, a Jerusalén y a la Tierra Prometida. Uno de ellos es un mestizo, el Inca Garcilaso de la Vega, a quien he dedicado recientemente un estudio; el otro es un africano esclavizado y manumitido, Olaudah Equiano, alias "Gustavus Vassa", que vivió en la segunda mitad del siglo XVIII, época en que los Comentarios Reales de los Incas gozaron de una gran difusión entre los criollos de América, que vieron en ese libro un alegato en favor de los antiguos americanos. Ambos, por su trayectoria y sus identificaciones, son protagonistas de esa "historia conectada" que desde hace algunos años interesa al mundo académico.

Aunque confieso haber cedido a la tentación de adjuntar al Inca una "segunda persona", apuntando al dualismo andino que tanto interesó a Nathan, el contrapunto africano tiene su lógica interna. Ambos escritores lucharon en defensa de sus respectivos hermanos, condenados al silencio y a la opresión, utilizando por armas las letras, sirviéndose de un idioma -el castellano, el inglés- que no correspondía a sus respectivas lenguas maternas -el quechua, el igbo. Ambos encontraron en el Antiguo Testamento y en las tribulaciones de los hebreos la respuesta a sus interrogantes. Ambos, el mestizo y el liberto, vivieron "desubicados", como sucedió siglos más tarde con Edward Sa'íd, palestino pero cristiano, cuya lengua materna fue el árabe pero que escribió en inglés (Sa'íd, 2000).

Garcilaso pertenece al siglo XVI y, como es notorio, su padre fue un conquistador linajudo pero segundón y su madre una princesa inca de rango mediano. Cumplidos los veinte años parte definitivamente de su Perú natal. Ya en España escribirá toda su obra sobre la historia de la Florida y del Perú, cambiando su nombre original de Gómez Suárez por el de Inca Garcilaso de la Vega. Equiano es un hombre africano cuyos padres pertenecen a un linaje de jefes, nacido hacia 1745 en una aldea del interior de la actual Nigeria1 y raptado durante su niñez para ser vendido y deportado en el Caribe. Una vez allí, y bajo el nombre de Page 75 Gustavus Vassa, emprenderá numerosas travesías comerciales, como esclavo y como hombre libre, ya que a los veinte años aproximadamente logra comprar su libertad con sus propios ahorros. En Londres y el mismo año de la revolución francesa, publicará sus memorias y se convertirá en un militante activo de la causa abolicionista, recobrando su verdadero nombre, Olaudah Equiano, al que añade el epíteto "the African".

Pasemos rápidamente por la experiencia traumática de la infancia de estos dos personajes. Garcilaso ha contado detalladamente lo que fueron los años inciertos de las guerras civiles de los encomenderos, el terror en el que vivieron él, sus hermanas, su madre y los criados, recluidos en la casa del capitán Garcilaso, acusado de defender la causa de los rebeldes. Siendo aún un niño, ve expuesta la cabeza de Gonzalo Pizarro, un asiduo de la mesa paterna, así como los restos descuartizados de Carvajal; su padre se casa con Luisa Martel y entrega a su madre al plebeyo Pedroche. Al morir, el capitán lega a su hijo un dinero para que pueda estudiar en España. Antes de iniciar el largo viaje, el mestizo acude a la invitación de Polo de Ondegardo, quien le enseña las momias de los Incas que acaban de ser descubiertas gracias a una rigurosa investigación. La última imagen de su tierra natal es esa visión espectral que años más tarde describirá con unas palabras que revelan la impresión causada por ese espectáculo sobrecogedor. Ya en España, después de intentar en vano rehabilitar la memoria de su padre y recuperar la renta que le corresponde, se instala en Montilla, en casa de su tío paterno y tras una breve incursión contra los moriscos de las Alpujarras, abandona las armas por las letras.

La infancia de Olaudah con sus siete hermanos transcurre, según sus palabras, en un pequeño paraíso tropical, "a charming fruitful vale" (Equiano, 2007: 49) poblado por gentes honradas y trabajadoras, donde no existen mendigos -eso mismo es lo que dice Garcilaso al hablar del orden incaico. Aún no ha pasado por el rito de iniciación que llama "embrenche" cuando, un fatídico día en que estaba jugando con una hermana en el patio de su casa, irrumpen por encima de la tapia dos hombres y una mujer de su raza y los secuestran. Años más tarde, y recurriendo a las descripciones de Guinea hechas por Anthony Benezet2para reconstruir el entorno en el cual vivía, Olaudah insistirá en el terror Page 76 que sintieron entonces los dos niños, que serán separados por sus agresores; relatará su fallido intento de huir, su profunda desazón, hasta el día en que ve el mar por primera vez. Con asombro3 descubre allí unos seres muy feos de piel blanca que llevan a un navío hombres negros engrillados y en hilera. Esa es la última visión de su tierra antes de ser embarcado para la Travesía Media.

La Providencia no quiso que muriera en aquella ocasión. Después de una navegación que se le hace eterna llegan por fin a una isla (Barbados) cuya vegetación le recuerda la de África. Los rumores corren entre los esclavos que los extranjeros van a devorarlos. Por eso, cuál no es su alivio al enterarse que deberá trabajar con otros negros como él, sus countrymen. Afortunadamente el muchachito no será destinado al trabajo agrícola sino al servicio de un marino, el capitán Pascal, quien le da el nombre de Gustavus Vassa4 . Gustavo es listo y observador y en poco tiempo aprende el oficio de marinero, así como el de peluquero y cocinero. A bordo de la nave la cohabitación es estrecha y la amistad dulcifica el cautiverio.

Pero el mayor anhelo de Gustavo es aprender a leer y escribir. Al comienzo cree que los libros "hablan" y se lleva uno a sus oídos constatando con desagrado que permanece en silencio5 . Con un criado de Pascal llamado...

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