Algunos aspectos intelectuales de la paleoetnología de Leroi-Gourhan - Núm. 1-2004, Julio 2004 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 77137812

Algunos aspectos intelectuales de la paleoetnología de Leroi-Gourhan

AutorLuis Alfonso Paláu Castaño
CargoDoctor en Historia y Filosofía de las Ciencias (París I: Sorbona-Panteón). Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.
Páginas8-29

Lección inaugural del Seminario "Una lectura de la obra el Gesto y la Palabra de André Leroi-Gourhan, Universidad EAFIT, Medellín, Agosto 5 de 2003. Page 8

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En todas las lenguas occidentales, las palabras antropología, etnología, etnografía1 existen y se aplican al estudio del hombre, pero en todas las lenguas, cuando se recorre la historia de estas tres palabras, nos damos cuenta de que sus acepciones se han cruzado y cubierto constantemente; sería vano dar una significación estrecha a cada una de ellas; pero son numerosos los ejemplos de una repartición diferente de las definiciones entre los investigadores contemporáneos. Por ejemplo, para Claude Lévi-Strauss, la etnografía es ante todo la observación y descripción de los grupos humanos particulares, la etnología es un primer paso hacia la síntesis que utiliza de forma comparativa los documentos de la etnografía, y la antropología es la segunda y última etapa de la síntesis, el conocimiento global del hombre y de todos los hombres2.

Las razones de la imprecisión real de los contornos de la etnología3tienen que ver, a la vez, con su historia y con su constitución. El destino de la etnología parece ser el de liberar la estructura íntima del hecho humano, por medio de procedimientos variados pero conjuntos o confrontados. Ha sido edificada por sociólogos, anatomistas, prehistoriadores, lingüistas, pero no es completamente sociología, ni por entero antropología, ni del todo prehistoria; es equilibrio provisional metaestable, entre dos o muchas de las ciencias humanas. Esta situación explica el carácter móvil e individual de las definiciones que se pueden dar de la más humana de las contra-ciencias humanas; explica igualmente por qué periódicamente se desprenden etnólogos del núcleo ideal, llevados por su especialización por una vía de investigación que se adhiere a una de las disciplinas que convergen al estudio de los hechos humanos.

Buscamos pues, más bien, delimitar el campo y el espíritu de la etnología. A esta preocupación responden dos necesidades de importancia diferente: explicar lo que es la etnología al mundo exterior, que no parece captar claramente los contornos de la disciplina, y tratar, ante los especialistas, de delimitar una etnología que muestre sus diferencias con la sociología, la antropología social, etc.

UNO, UNO, UNO

La antropología es el estudio del hombre en el sentido amplio; de suerte que la antropología exige un determinativo específico: antropología física, social, cultural4.

En el ámbito francés (al que nos referimos aquí, no sin arbitrariedad, pero a causa de nuestra propia ignorancia de otros) la antropología nace en el seno de un debate teórico y filosófico mayor, sostenido por los naturalistas de la época, especialmente por tres eminentes profesores de Museo nacional de historia natural: Etienne Serres, Isidore Geoffroy Saint-Hilaire y Armando de Quatrefage. Este último fue el titular de la cátedra de antropología desde 1855, donde sostenía que existía escalonamiento de los reinos (vegetal, animal, humano), una escala Page 9 fija de complejidad por grados, una marcha de lo simple a lo compuesto que acumulaba las determinaciones (que en el límite hacía que la inteligencia animal pudiera estudiarse por los mismos métodos que se aplicaban al hombre), independencia del criterio de especificación de cada reino con relación al reino anterior, unicidad de la causa atribuida a cada grupo de fenómenos, nominación distinta de cada causa: el dispositivo así construido reúne los caracteres cuantitativos (acumulación) y cualitativos (salto) de una jerarquía fijista, de entrada hostil a toda idea de transitividad o de variación progresiva.

El anti-darwinismo de Quatrefages se manifiesta claramente en su posición metafísica espiritualista, que lo lleva a afirmar la existencia de un reino humano separado del reino animal, diferente en su naturaleza, y a rechazar la simple variación intensiva en el orden moral y espiritual. Es pues más allá de las variaciones intensivas de esta facultad desigualmente desarrollada, que de Quatrefages irá a buscar el criterio de la separación de los reinos: la moralidad, es decir, la noción abstracta del bien y del mal, y la religiosidad entendida en torno a las nociones de divinidad y de vida después de la muerte, eran para él los dos caracteres que permitían distinguir al hombre del conjunto de los animales.

"Pero se constatan en el hombre tres fenómenos fundamentales a los que se une una multitud de fenómenos secundarios y de los cuales nada hasta ahora ha podido darnos una idea ni en los seres vivientes, ni en los cuerpos brutos. 1º) el hombre tiene la noción del bien y del mal moral, independientemente de todo bienestar o de todo sufrimiento físico; 2º) el hombre cree en seres superiores que puedan influir sobre su destino, y 3º) el hombre cree en la prolongación de su existencia después de esta vida". La causa desconocida de estas manifestaciones de moral religiosa será un alma humana, que caracteriza al reino más elevado de la naturaleza: el reino humano. Se trata de la resurgencia de una filosofía espiritualista de inspiración neo-tomista. El interés que tiene mencionar acá a un naturalista como de Quatrefages, reside en que su obra es representativa de un gran número de discursos cuya característica mayor, desde un punto de vista filosófico, parece ser una opción espiritualista, que se expresa en el privilegio ontológico concedido al hombre, por lo que se encuentra justificada la asignación a este último de un privilegio correspondiente en la serie clasificatoria.

Por una parte ruptura entre los reinos y, por la otra, continuidad metodológica de naturalista, entre la antropología física y la cultural.

Esta contradicción simboliza el nacimiento contrariado de la antropología moderna como ciencia humana. Lo que plantea de nuevo el problema de la continuidad entre lo orgánico y lo cultural; simboliza igualmente la crisis característica del espiritualismo del pensamiento Page 11 naturalista que, en tanto que espiritualista, reafirma las últimas diferencias cualitativas sobre las cuales reposa la hegemonía especial del reino humano y, en tanto que naturalista y sometida a la representación graduada del progresismo fijista, se rehúsa a romper su visión unitaria de la naturaleza, concediéndole al estudio de estas diferencias una real autonomía disciplinaria.

Se ve aquí hasta qué punto el problema de la repartición general de las ciencias, y más precisamente el de la distinción entre ciencias naturales y ciencias humanas, está ligado a un problema anterior, formulado primero en el seno mismo de la historia natural: el del lugar del hombre en la naturaleza. Se puede reconstituir a partir de allí la red de las oposiciones lógicas entre el espiritualismo gradualista y fijista, por una parte, y el continuismo transformista por la otra. Estas oposiciones no pueden ser verdaderamente comprendidas si no se percibe bien cómo las dos corrientes se dedican a un mismo lema, el famoso Natura non facit saltum. En su versión gradualista y fijista –teoría físico-teológica de la escala de los seres-, el lema según el cual "la naturaleza no salta" debe entenderse como la expresión de una unidad del plan de composición del imperio orgánico: la unidad es aprehendida como lo sería en una escala fija la presencia simultánea de todos esos grados, separados por un intervalo. En su versión transformista –darwino-haeckeliana, por ejemplo- la ausencia de salto es en realidad la ausencia misma de grados fijos.

En 1859 Paul Broca creaba la Sociedad de antropología de París y trataba de imponer sus puntos de vista poligenistas, según los cuales habría habido en los orígenes muchos tipos humanos y raciológicos. En 1875 se crea la Escuela de antropología, donde habrían de enquistarse antropólogos interesados en rechazar la existencia de la moralidad y la espiritualidad de los primitivos. Un personaje bastante importante, dado que ocupaba la cátedra de historia de las civilizaciones de la Escuela, fue el principal representante de la etnología francesa pre-durkheimiana: el Dr. Charles Letourneau que, en su artículo "La Religiosidad" (1865), sostendrá que los primitivos son esclavos como los animales de la necesidad y de la sensación del momento; que casi no razonan y que sus lenguas están desprovistas de términos generales; que no tienen ideas religiosas y que son impotentes de concebirlas. Pero añadamos que semejante teoría la compartían todos los miembros de este grupo: el prehistoriador Gabriel de Mortillet (la Prehistoria, 1883), Abel Hovelacque, André Lefèvre, Eugène Veron y otros popularizaron la imagen de un hombre primitivo idiota, inmoral e irreligioso. De tal forma que Henri Thulié, director de la Escuela, podía concluir en 1907 que "hay razas que han permanecido en la inmovilidad casi bestial y han sido incapaces de organizarse en sociedad". Esas razas salvajes no podían resistir el proceso civilizatorio y estaban lógica e inevitablemente condenadas a su desaparición; su fisiología las condenaba y la historia realizaría implacablemente la sentencia.

Estos antropólogos creían en la ley del progreso universal y predicaban el reformismo político, pero su etnocentrismo y su orgullo de occidentales los llevaba a oponerse al darwinismo, en nombre seguramente de un evolucionismo social. Esta "ideología científica", como la ha denominado Canguilhem, no ha requerido de la existencia de Darwin para propagarse como pensamiento de las clases cultas misioneras; por el contrario, en aquella época y hasta hoy, o son antidarwinistas (que denuncian el materialismo del padre de la Teoría de la evolución) o pretenden aplicar a las sociedades las ideas de "lucha por la existencia" o el "predominio del más fuerte", que Darwin utiliza en el Origen de las especies, olvidando que si de sociedades humanas se trata, habría que tener en cuenta que nuestro autor también escribió la Descendencia del hombre. Page 12

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