Medellín: el complejo camino de la competencia armada - Cuarta parte - Justicia transicional. Teoría y praxis - Libros y Revistas - VLEX 52394891

Medellín: el complejo camino de la competencia armada

AutorManuel A. Alonso Espinal; Jorge Giraldo Ramírez; Diego Jorge Sierra
Páginas435-465

Sociólogo, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia e Investigador del grupo Estudios Políticos de dicha universidad

Profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad Eafit, investigador del grupo Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia y del grupo Estudios sobre política y lenguaje de Eafit

Investigador de Corpades y secretario técnico de Asapaz - Antioquia

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Aunque puede lucir prematuro efectuar evaluaciones de largo término, el 2005 puede representar una inflexión profunda en el complejo camino de la competencia armada en Medellín.12 Usamos el término competencia armada con intenciones descriptivas, es decir, para significar un proceso en el que múltiples grupos, con intereses, motivaciones y estrategias diversas, desafiaron las pretensiones de exclusividad, universalidad e inclusividad del Estado en la región, al romper fácticamente el monopolio de la violencia y lograr sostener esa ruptura, continuamente, durante dos décadas.3

A lo largo de los últimos veinte años, Medellín ha estado marcada por la presencia de altos niveles de confrontación violenta, que se alternan con períodos de "hegemonía" de algunos de los competidores armados y procesos Page 436 muy heterogéneos de negociación del Estado con algunos de ellos. El fracaso de la estrategia guerrillera de urbanización de la guerra en Medellín, marcado por la Operación Orión de finales del 2002, el protagonismo del Estado central y local respecto a la seguridad -que se da entre mediados del 2002 y principios del 2003- y la desmovilización de uno de los principales actores del conflicto en la región, manifiesta en la dejación de armas de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada entre 2003 y 2005, definen un punto de inflexión que se expresa, entre otras razones, en las tasas de homicidio más bajas de la ciudad desde 1985.

Este texto pretende ser una evaluación de la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara -BCN- que produjo, en un principio, la reincorporación a la sociedad de 874 personas, el 25 de diciembre del 2003, en lo que sería el primer episodio de una larga cadena de desmovilizaciones parciales en el marco del inédito proceso de diálogo o negociación entre el Gobierno nacional y las Autodefensas Unidas de Colombia -AUC-. Las necesidades del análisis y la oscuridad del fenómeno condujeron a los autores a abandonar los caminos ya explorados en el país. Ello hace que se proponga otra lectura sobre la naturaleza de las AUC y, en especial del BCN, así como de su trayectoria. Las hipótesis que se exponen resultan, a nuestros ojos, plausibles para explicar los últimos cinco años en la evolución de las AUC y el BCN y creemos que se confirman en el proceso de desmovilización. Sin embargo, ellas mismas admiten que hay una penumbra, todavía muy extensa, que no permite agotar las preguntas y las discusiones, y que supera la natural limitación de nuestro conocimiento.

Medellín siglo XXI, otra hipótesis para entender el paramilitarismo

El punto de partida de la reflexión que se propone señala que en los análisis que se hacen del fenómeno paramilitar en Colombia es posible identificar dos hipótesis dominantes: en primer lugar, aquella tradicional que, apegada a las teorías de la guerra irregular y los modelos clásicos de descripción de los ejércitos, lee el fenómeno paramilitar bajo la perspectiva de una organización jerárquica y centralizada que tiene como fin primordial la guerra contrainsurgente. Page 437

El prototipo de un paramilitarismo que aparecía como un gran ejército nacional contrainsurgente, con un mando único centralizado que lograba controlar y estructurar a los diferentes frentes regionales, probablemente representa una fase del desarrollo de algunos de los principales grupos de autodefensas del país y además la imagen proporcionada por el propio Carlos Castaño, después de la Primera Conferencia Nacional de Dirigentes y Comandantes de las Autodefensas Campesinas y la consiguiente aparición de las Autodefensas Unidas de Colombia.4 El esfuerzo de 1997 y 1998 llevó a que siete grupos de autodefensa, todos ubicados en regiones al norte de Bogotá, se integraran en una sola organización cuya unidad de mando estaba garantizada por la mayoría que las Autodefensas de Córdoba y Urabá -ACCU-, tenían en el Estado Mayor.5 La oscuridad que rodeaba al fenómeno -que hasta ahora sólo había sido documentado oficialmente por la Procuraduría General de la Nación en el período 1982 -1986 y, académicamente, por Medina Gallego en el caso de Puerto Boyacá-,6la imposibilidad física de hacer una lectura que fuera más allá de lo evidente y la autoimagen unitaria proyectada por las AUC a finales de la década de 1990, amén del efecto de asimilación a su contraparte insurgente, presentaba al para-militarismo como una organización político militar contrainsurgente, de carácter nacional, y estructurada a partir de niveles de mando estrictamente jerarquizados y centralizados.

La segunda hipótesis dominante es aquella que al dirigir la mirada hacia las dinámicas y particularidades del poder regional, lee al paramilitarismo como un fenómeno político y económico en el cual convergen, incluso conflictivamente, las acciones, intereses y propósitos particulares de varias federaciones armadas ilegales que tienen hoy, como objetivo particular, el control territorial de poderes Page 438 locales y regionales muy específicos y, como objetivo común, el logro de una negociación que "favorezca la consolidación del dominio alcanzado, el logro de la impunidad para algunas de sus acciones"7 y la garantía de la no extradición para algunos de sus miembros. Bajo la perspectiva de esta segunda hipótesis, la unidad del proyecto paramilitar es, simplemente, "un instrumento transitorio con fines de negociación. Como aparato militar carece de relación entre las diferentes estructuras, sus mandos son transitorios; responden más a intereses regionales y algunos casos personales, que a una línea nacional; mantienen la autonomía financiera y operacional de los frentes. De esta manera son una gran organización federada que puede llegarse a coordinar bajo un mismo propósito".8

El trabajo Paramilitares y autodefensas 1982-2003, de Mauricio Romero, mostró la inconveniencia de leer el proceso paramilitar desde la perspectiva tradicional de un gran ejército con una estructura jerárquica y organizada.9 En sus tesis centrales, este autor señala que la verdadera dimensión del paramilitarismo sólo se puede desentrañar si se analiza la naturaleza específica y el entorno en el cual actúa cada una de esas federaciones armadas que se han amparado bajo la denominación de las Autodefensas Unidas de Colombia. Desde una perspectiva política, en esta segunda hipótesis el paramilitarismo debe entenderse como una federación de agrupaciones con íntimos vínculos con el narcotráfico.10En esta misma línea de argumentación Fernando Cubides afirma, en su texto Burocracias armadas, que "hoy en día el organigrama de las AUC [...] tiene la forma de una federación de grupos regionales, y la cadena de incidentes y desautorizaciones a algunos de los comandantes regionales evidencia una articulación débil entre ellos".11

Sin duda esta interpretación avanzaba en la comprensión del fenómeno paramilitar al cuestionar la posibilidad de unidad política, orgánica y estratégica de Page 439 grupos que más allá de su identidad contra guerrillera tenían orígenes e intereses diversos. Este enfoque también se correspondía con la etapa que las autodefensas empezaron a vivir desde el 2001, cuando fracasó el proyecto unitario de las AUC de 1997 y se reposicionó como una estructura confederal. Daniel Pécaut precisa el comienzo de esta fase cuando señala que "fue en mayo de 2001 cuando Castaño hizo pública su renuncia y la acción disidente de algunos de sus comandantes".12 Esta etapa de disolución y reagrupamiento se da desde ese momento hasta finales del 2002 cuando aparece la "Declaración por la Paz de Colombia"13y se produce un nuevo acuerdo en los términos de una estructura confederal.

A principios del 2003, ya Carlos Castaño podía afirmar que "las AUC son una confederación de grupos y bloques autónomos. Hemos creado un escenario de concertación en el que confluyen todas las AUC, exceptuando dos grupos disidentes".14 Sin embargo, los acercamientos con el Gobierno se iniciaron bajo el modelo de mesas plurales y paralelas de acuerdo con la figura que las AUC habían adoptado de tres grandes federaciones y una constelación de grupos menores. El proceso de recomposición se finiquita, oficialmente, en marzo del 2004 con la conformación de la "Mesa Única Nacional de Negociaciones".15En este punto es importante señalar, entonces, que la iniciativa de paz creó el marco político para los nuevos lazos de la constelación de grupos de autodefensa del país. Esto lo confirma uno de los comandantes militares del recién surgido Bloque Central Bolívar -BCB- cuando afirma que "las negociaciones de paz han reconstruido lentamente el espíritu de cuerpo, gravemente disperso y fragmentado por circunstancias muy dolorosas del pasado".16

El gran valor de los trabajos de Romero y Cubides es que pusieron la reflexión sobre el paramilitarismo en un lugar en el cual se hace necesario descifrar Page 440 las formas de organización de cada una de las organizaciones armadas. Sin embargo, el modelo interpretativo que subyace a los trabajos de...

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