El neopopulismo en el contexto de la democracia latinoamericana - Núm. 106, Enero 2007 - Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas - Libros y Revistas - VLEX 214073189

El neopopulismo en el contexto de la democracia latinoamericana

AutorLuis Guillermo Patiño Aristizábal
CargoLicenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia
Páginas240-261

El neopopulismo en el contexto de la democracia latinoamericana1

Neopopulism in the context of the latin american democracy Le néopopulisme dans le contexte de la démocratie latino-américaine

Luis Guillermo Patiño Aristizábal2

    Este artículo fue recibido el día 16 de enero de 2007 y fue aprobado por el Consejo Editorial en el Acta de Reunión Ordinaria No. 5 del 20 de abril de 2007

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Introducción

El neopopulismo es un fenómeno de primer orden en el escenario político de América Latina. Se instaura como una "nueva" forma de representación e identificación política, gracias a la paulatina deslegitimación de las instituciones políticas tradicionales. La crisis de representación, la debilidad del régimen democrático y el desmonte del modelo del Estado-protector, posibilitó el "resurgimiento" de líderes populistas, que apoyados en su carisma personal se presentaron como los salva-dores de la nación y hombres providenciales restituidores del orden perdido.

Estos líderes, que aparecen a finales de los 80s y comienzos de los 90s (Carlos Saúl Menem en Argentina, Alberto Fujimori en Perú y Collor de Melo en Brasil), fueron responsables del proceso de inserción de sus países a la economía de libre mercado, se consolidaron como políticos "profesionales" y presidentes fuertes. Al referirse a estos líderes, Marco Palacios señala que, para obtener sus objetivos, se

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mostraron como hombres providenciales que no dudaron en desplegar retóricas y realizar alianzas estratégicas con los organismos financieros internacionales, con las élites económicas nacionales y con los segmentos populares de sus países.

Esta primera generación de neopopulistas llegó al poder después del largo período de las dictaduras latinoamericanas, del fin de la Guerra Fría y del desmoronamiento del Bloque Comunista de Europa del Este. Al culminar estos eventos, se especuló -inocentemente-que un período de estabilidad política inundaría la región, pues con el triunfo del capitalismo occidental quedaba el camino expedito para que el credo neoliberal no sólo prometiera la prosperidad económica, sino el fortaleci-miento de las democracias liberales.

Paradójicamente el fracaso -a largo plazo-de las propuestas de los primeros neopopulistas y los estragos causados por las medidas de choque implementadas durante la primera etapa de las reformas del libre mercado, y la deslegitimación de las formas de representación tradicionales como los partidos políticos, facili-taron el advenimiento de nuevos líderes personalistas, entre ellos Chávez, Toledo, Gutiérrez o Uribe que se consolidaron a partir de un discurso que buscaba brindar respuestas a las problemáticas de sus países, desarrollando políticas de gobierno pragmáticas que respondieran a los desafíos nacionales. De allí que el populismo y su variante -el neopopulismo-se hayan constituido en un estilo y una forma particular de hacer política, que se adapta al contexto histórico y a las exigencias que el orden internacional de una época determinada le imponen.

A partir del contexto anterior, podemos señalar que el populismo en América Latina se ha convertido en un rasgo característico de su cultura política; es decir, que no ha desaparecido, sino que se ha transformado y ha adquirido nuevos rasgos que le permite adaptarse a los nuevos escenarios histórico-políticos, sin dejar de lado, por supuesto, los atributos que conceptualmente lo delimitan. Para sostener esta afirmación hemos diseñado tres rutas. En la primera, presentaremos un des-pliegue teórico de la transición del populismo al neopopulismo. En la segunda, exhibiremos algunos ejemplos de casos neopopulistas como ejercicio del poder, y, por último, mostraremos la relación entre el populismo y la democracia liberal en el juego que el sistema político impone actualmente.

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1. Del populismo al neopopulismo

La discusión contemporánea en torno al término de populismo no arroja unos resultados únicos ni mucho menos una concepción universal sobre el mismo. Por el contrario, su poca consistencia teórica y la carencia de una línea académica e ideológica que permita determinar su génesis y ascendencia, ha posibilitado que este término presente múltiples caras e interpretaciones, al punto que haya sido recurrentemente empleado para designar en diversas partes del planeta a movi-mientos sociales, liderazgos y estilos que poseen ciertos líderes y organizaciones de diversa índole que defienden el concepto de "Voluntad popular". Esta dificultad para nominar el término populismo obstaculiza su caracterización dentro de la teoría política, pero para evitar confusiones, lo asumimos como una dimensión de la acción política que se materializa a través de un discurso, estilo y forma de hacer política frecuentemente demagógica, adoptada por ciertos líderes y movi-mientos para conquistar votos, conseguir apoyo popular y materializar el poder político. Esta concepción de populismo no admite connotaciones no políticas, lo que permite comprender por qué movimientos y líderes en todo el mundo, con marcadas diferencias, han sido denominados populistas3.

A pesar de la dificultad para conceptualizar el populismo, existen algunos rasgos que se encuentran en la mayoría de los movimientos designados populistas en un nivel de generalidad y se recombinan de diversas maneras, dando lugar a variadas formas y múltiples populismos nativos; lo cual no significa que éstos, en todos los casos, sean iguales, operen de la misma forma y puedan equipararse y unificarse estructuralmente en términos de composición social, liderazgo, organización política, elementos ideológicos y contextos geográficos.

En Latinoamérica, por ejemplo, el populismo se instaura a partir de la tercera década del siglo pasado, con características singulares, diferentes a las presentadas por las dos formas de populismo más reconocidas e importantes que se habían desarrollado hasta el momento (la rusa y la norteamericana)4.

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Los populismos en la región tuvieron desde los años 30 como centros primordia-les a las ciudades, donde los procesos de industrialización, modernización y los problemas propios de la urbanización, conjugaron elementos que posibilitaron su consolidación. Debemos tener presente que el populismo no surge despre-venidamente o de la nada, es el resultado de una realidad histórica particular, producto del cansancio y de las propias contradicciones del Estado Oligárquico, que se adaptó perfectamente al sistema económico mundial. Pero tan pronto se presentó el quiebre del modelo exportador clásico a causa de la crisis económica de 1929, ese mismo Estado Oligárquico latinoamericano colapsó como consecuencia inevitable de la aparición y liberación de nuevas fuerzas políticas que facilitaron las coaliciones populistas.

El populismo, que se desarrolló entre los años 1930 y 1950, fue víctima de sus propias contradicciones. En primera instancia, no tuvo éxito en mantener un equilibrio de forma permanente, sus luchas internas se lo impidieron, se cons-tituyó en un mecanismo en ocasiones manipulativo para controlar poblaciones marginales que deseaban incorporarse a la vida urbana; el populismo no modificó estructuralmente el statu quo, más bien y sin querer, las masas populares en algunos momentos se convirtieron en sus aliadas, impidiendo una modificación real de la estructura social; las reformas impulsadas por líderes populistas tuvieron un tope, pues el miedo, inspirado por la irrupción de millones de pobres, indisciplinados políticamente y con frecuencia poco manejables, hicieron que el alcance de las reformas fuera limitado.

En segunda instancia, no podemos desconocer que el populismo de esta época obtuvo algunos logros significativos: estimular el sentido de inclusión en las socie-dades (aunque de una manera poco organizada), lo que viabilizó la incorporación a la ciudad y al mismo sistema político a las clases populares que permanecían marginadas y con mínimas oportunidades de participar en asuntos de interés nacional; otro componente que emanó del populismo latinoamericano fue la autoafirmación nacional de los países de la región, permitiendo despertar o avi-var la conciencia, identidad y el sentido de pertenencia; asimismo, logró inhibir gran parte de la violencia, pues a las capas populares se les integró a la nación, brindándoles espacio y formas institucionales de participación, que, a la postre, contuvieron la violencia y sirvieron para buscar un cambio social sin recurrir a la revolución armada, la cual se materializó con movimientos guerrilleros en países

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donde no pudo consolidarse un proyecto nacional populista. Así lo confirma Marco Palacios: "Las guerrillas revolucionarias y las diversas modalidades de contrainsurgencia parecen arraigar mejor en países como Nicaragua, Guatemala o El Salvador, que, al igual que Colombia, se caracterizaron por la inexistencia o fracaso de los populismos" 5.

La "Larga aventura populista latinoamericana" parecía terminar, pues el fracaso de líderes y gobiernos de corte populista para consolidar las reformas que habían planteado, hicieron colapsar este tipo de proyectos. A pesar del contexto hostil, al menos en apariencia, para los populismos tradicionales, empieza a surgir una nueva oleada populista llamada de "Tercera Generación" o "Neopopulista", que logra adaptase con su discurso, estilo y estrategias al contexto de la globalización. Los nuevos populistas como Menem, Fujimori, Salinas de Gortari y Collor de Melo, desmantelaron las estructuras de poder instauradas durante el proceso de industrialización y del Estado del bienestar latinoamericano, asimismo, se con-virtieron en los estandartes de la apertura económica en sus países, permitiendo el ingreso de capital extranjero y la liberación de mercados.

Con estos nuevos...

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