La política exterior estadounidense y la paz en Colombia. Perdida en una maraña de guerras - Parte V. La comunidad internacional y la búsqueda para la paz - Colombia: La construcción de la paz en tiempos de guerra - Libros y Revistas - VLEX 638253349

La política exterior estadounidense y la paz en Colombia. Perdida en una maraña de guerras

AutorJames C. Jones
Cargo del AutorEspecialista en América Latina con un doctorado en antropología social y una maestría en economía
Páginas453-476
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La política exterior estadounidense
y la paz en Colombia*
Perdida en una maraña de guerras
James C. Jones
Desde hace mucho tiempo, la esquiva paz ha intentado hacerle frente a la guerra
en Colombia, donde hoy en día se entremezclan tres guerras en un solo conjunto
indiferenciado: guerra contra la insurgencia, guerra contra las drogas y guerra
contra el terrorismo. Cada una de estas guerras puede hacerse pasar por las demás,
según lo dicten las pasiones y los intereses. Los principales actores de la guerra en
Colombia incluyen a dos Estados, Colombia y Estados Unidos; un grupo insur-
gente poderoso, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); y
una vaga coalición de paramilitares de derecha relacionada con las élites políticas
regionales y nacionales, los narcotracantes y partes de las Fuerzas Armadas de Co-
lombia. Las políticas y los comportamientos cambiantes de estos actores, que con
frecuencia manejan a los medios de comunicación para crear imágenes positivas de
sí mismos, denen la dinámica de una guerra sucia. Para alcanzar la paz, uno de los
prerrequisitos consiste en diferenciar claramente los actores, las percepciones, los
intereses oscuros y los mitos que impulsan las guerras, en un país donde las cosas
rara vez son lo que parecen.
* Este capítulo se basa en una investigación realizada, en parte, gracias a una beca de la Fundación
John D. y Catherine T. Mac Arthur entre 2002 y 2003 y, en parte, durante el trabajo del autor como
consultor internacional en 2004 y 2005.
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Colombia. La construcción de la paz en tiempos de guerra
Bailando con los insurgentes de izquierda: la paz durante
el gobierno de Andrés Pastrana
En 1998 los colombianos anhelaban la paz y Andrés Pastrana se basó en ese anhelo
para llegar al poder. En julio de ese año, Pastrana se reunió con el jefe de las FARC,
Manuel Marulanda, para acordar el comienzo de un proceso de paz histórico. Pas-
trana acordó crear una zona desmilitarizada (zona de despeje) para los diálogos,
controlar a los paramilitares de derecha e iniciar un programa de “sustitución de
cultivos” en el sur del país, una región controlada por las FARC. Marulanda le daba
mucha importancia a los dos últimos puntos.
El principal interés político de Pastrana era la paz. Pero integró el tema de las
drogas, un interés subordinado, al plan de paz. Tras reunirse con delegados inter-
nacionales en octubre de ese mismo año, Pastrana anunció un “Plan Colombia”:
un plan de desarrollo que él asimiló al Plan Marshall. Las FARC habían acordado
reducir los cultivos ilícitos en el sur a cambio de programas de desarrollo (“susti-
tución de cultivos”). Pastrana consideraba que la paz era un prerrequisito para el
control de las drogas y que estas eran un problema social. De igual manera, Pastrana
se oponía a la fumigación aérea con herbicidas, por ese entonces el componente fun-
damental de la política antidrogas de Estados Unidos. El Plan Colombia encajaba
con los intereses de las FARC y con el acuerdo de julio entre Pastrana y Marulanda.
Pero había otras fuerzas contrarias que debilitaban estos esfuerzos de paz. El
plan de Pastrana irritaba a personas importantes en Bogotá y Washington. Las
FARC habían causado estragos a las Fuerzas Armadas de Colombia en ocho grandes
acciones ofensivas entre 1996 y 1998. El ministro de defensa de Colombia, Rodrigo
Lloreda, dijo tras reunirse con el secretario de defensa de Estados Unidos, William
Cohen, en diciembre de 1998, que Colombia corría el riesgo de perder todo el
oriente del país a manos de los insurgentes. Los militares, que se habían rehusado
a combatir el narcotráco, tras las humillantes derrotas y dispuestos a recuperar-
se, anunciaron en septiembre de 1998 la creación de una unidad antinarcóticos.
Quedaba claro que la lucha contra el narcotráco sería una puerta de entrada para
combatir a los insurgentes. El primer batallón antinarcóticos del Ejército comenzó
a funcionar en diciembre de 1999. El tercero lo hizo en mayo de 2001.
Desde el momento en que Pastrana se posesionó como presidente, en agosto
de 1998, hasta mediados de 1999, inuyentes senadores republicanos, aliados con
funcionarios del Pentágono y de la ocina del zar antidrogas de Estados Unidos, se
opusieron a que Colombia hablara de paz desde una posición de debilidad. Ellos
estaban a favor de fortalecer las Fuerzas Armadas y temían que la zona de despeje
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