El Romanticismo, la identidad cultural y la integración en la construcción de Iberoamérica y América Latina - Identidad cultural e integración. Desde la Ilustración hasta el Romanticismo latinoamericanos - Libros y Revistas - VLEX 454137014

El Romanticismo, la identidad cultural y la integración en la construcción de Iberoamérica y América Latina

AutorMiguel Rojas Gómez
Cargo del AutorDoctor en Ciencias Filosóficas, Profesor e Investigador Titular Huésped del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, México
Páginas223-286
223
5.1 La filosofía universal concreto-situada como
fundamento teórico de la identidad cultural
5.1.1 La revolución en la cultura y la filosofía universal concreto-situada
A partir de la década del treinta y hasta la del sesenta del siglo XIX, en lo fun-
damental, se desarrolló el «Romanticismo latinoamericano, que abarcó diferentes
manifestaciones de la cultura, incluida la problemática de la identidad cultural y la
integración».723 Esta será objeto de análisis específico. En tal perspectiva, los princi-
pales representantes son los chilenos José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao, los
colombianos José María Samper y José María Torres Caicedo, los argentinos Esteban
Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Carlos Calvo y Domingo Faustino Sarmiento, el
ecuatoriano Juan Montalvo, el mexicano José María Luis Mora y el panameño Justo
Arosemena, entre otros. Algunos de los cuales en su evolución transitaron, posteriormen-
te, hacia el positivismo como Alberdi, Lastarria o Sarmiento. Sin desconocer, por otra
parte, que algunos románticos son considerados «prepositivistas»724 y «precursores»725
del «positivismo latinoamericano», entre ellos Justo Arosemena y José María Samper.
Un intelectual como Octavio Paz al tipificar el lugar del Romanticismo en
general en la sociedad moderna ha puntualizado que, «el romanticismo fue la reac-
ción de la conciencia burguesa frente y contra sí misma»726. Esto quiere decir que
fue portador de una conciencia crítica respecto al proyecto de la sociedad moderna
o capitalista, en cuanto éste se incumplía en relación a la igualdad, la libertad y la
fraternidad para todos; asimismo, el propugnado egoísmo racional, confluencia del
interés individual con el bienestar común se convirtió en una abstracción metafísica,
723 Rojas Gómez, Miguel. «Los aportes del romanticismo latinoamericano a la identidad cultural y la
integración», en Pensamiento y vida, Revista de la Fundación para el Pensamiento Colombiano
y Latinoamericano, N.º 7, (julio de 2006), 4.
724 Zea, Leopoldo. Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica: Del romanticismo al posi-
tivismo, (México: El Colegio de México, 1949), 42.
725 Zea, Leopoldo. «El positivismo», en: Leopoldo Zea, (ed.). Pensamiento positivista latinoame-
ricano, Vol. I, (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1980), 5-20.
726 Paz, Octavio. Los hijos del limo. Del romanticismo a la vanguardia, (Barcelona: Editorial
Seix Barral, 1974), 121.
Miguel Rojas Gómez
224
el progreso infinito en atraso y miseria social para los sectores más vulnerables de
dicha sociedad, etcétera.
Frente a estas manquedades de la sociedad moderna, los románticos optaron
por diferentes alternativas, desde el reencuentro con la naturaleza hasta la deifica-
ción del pasado, desde la exaltación del sentimiento y la intuición hasta la condena
de la razón, así como la propugnación de ideas conservadoras o revolucionarias.
Pero, en definitiva, el balance del Romanticismo en la cultura eurooccidental es
un hecho positivo y aportador. El Romanticismo puede decirse que fue, como
corriente, la primera expresión de la conciencia crítica de la sociedad moderna.
Mas, el juicio positivo de Octavio Paz sobre el Romanticismo eurooccidental
contrasta con la apreciación del Romanticismo latinoamericano. Al valorar éste
apuntó que, «el romanticismo hispanoamericano fue aún más pobre que el espa-
ñol: reflejo de reflejo».727 Juicio demasiado absoluto, tanto para el Romanticismo
español como para el Romanticismo latinoamericano, negándosele autenticidad y
aportes a uno y otro. Dicha afirmación pareciera entrar en contradicción con otra
suya, porque en el mismo texto donde analiza el Romanticismo, dirá positivamente
que «la crítica filosófica e histórica tiene entre nosotros, además de la función
intelectual que le es propia, una utilidad práctica: es una cura psicológica a la
manera del psicoanálisis y es una acción política»728. Tesis efectivamente corro-
borada cuando se analiza la crítica histórica y filosófica del Romanticismo latino-
americano, pudiendo decirse que también él fue creadoramente conciencia crítica
de la sociedad moderna, tanto de la latinoamericana como de la eurooccidental.
Por otra parte, el juicio de Leopoldo Zea contrasta con el de su coterráneo Paz,
pues al caracterizar esta corriente de pensamiento latinoamericano ha señalado que
«del romanticismo, tanto en su expresión francesa como alemana, los hispanoame-
ricanos, [y en general los latinoamericanos], van a tomar su preocupación por la
realidad que se ofrece en la historia y la cultura. La preocupación por los valores
nacionales se transformaen ellos en preocupación por los valores propios de América.
Saben que es menester rehacer esta realidad que les ha tocado en suerte; pero también
saben que s ólo podrán rehacerla si parten de lo que ella es auténtica mente».729
727 Ibíd., 122.
728 Ibíd., 124.
729 Zea, Leopoldo. Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica: Del romanticismo al posi-
tivismo, op. cit., 33.
5. El Romanticismo, la identidad cultural y la integracion en la construcción de Iberoamérica y América Latina
225
Es evidente que los románticos latinoamericanos comparten preocupaciones comu-
nes con los europeos como la importancia atribuida a la naturaleza y a lo nacional.
Sin embargo, a diferencia de los europeos no harán culto al pasado, sino todo lo
contrario, lo condenarán. Son propugnadores más consecuentes del republicanismo
y profesarán la integración supranacional, sin renegar la importancia y autonomía
de Estado-nación moderno. Destacarán, igualmente, contradicciones y contrastes
en la realidad latinoamericana como entre la ciudad y el campo, entre el atraso y el
progreso, o las antinomias entre la supuesta civilización y la barbarie730.
730 La disyuntiva que planteó Sarmiento desde el Facundo, 1945, fue «ser o no ser salvaje». La barbarie
era el campo, la feudalidad, el atraso, el indígena, el gaucho, el mestizo y el hispano; en tanto los
indicadores de la civilización eran el litoral, la industria, la ciudad y el hombre blanco europeo y
norteamericano. No se puede negar que captó contradicciones reales de la Argentina de entonces,
como de la América Latina en general, como la contradicción puerto-pampa, ciudad-campo, e
industrialización y agricultura. Pero hizo de estas antítesis, como de los tipos de hombres y cos-
tumbres, una dicotomía que sólo se resolvería importando hombres y cultura desde Occidente.
La utilización de las antinomias civilización-barbarie para explicar el caso argentino la gene-
ralizó a la América Española. Ya en Recuerdos de provincia, 1850, hizo extensivo tal binomio
a Hispanoamérica. Subrayó: «salido de una provincia mediterránea de la República Argentina,
al estudiar a Chile, había encontrado, no sin sorpresa, la similitud de toda la América española
(sic), que el espectáculo lejano del Perú y Bolivia no hacía más que confirmar». Tesis ratificada
en la «Introducción» al Facundo de 1851 al expresar que «Colombia tiene llanos, vida pastoril,
vida bárbara, americana pura». Contrapuso a la supuesta barbarie hispanoamericana la cultura
europea al manifestar que «todo lo que de bárbaros tenemos; [...] nos separa de la Europa culta».
Ahora, toda la América no Sajona era la barbarie pura. Incluso afirmó también que la misma
lucha de la civilización y la barbarie existía igualmente en África. (Domingo Faustino Sarmiento.
Facundo-Recuerdos de provincia, (Nota preliminar e índice de americanismos por Juan Rómulo
Fernández), tercera edición, (Madrid: Ediciones Aguilar, 1963), 35, 43, 385, 796-797).
Tras el «axioma» civilización-barbarie propugnó la inmigración europea como alternativa de progreso
al igual que el «Segundo Alberdi. Proclamó: «hágase de la República Argentina la patria de todos
los hombres que vengan de Europa, déjesele en libertad de obrar y mezclarse con nuestra población,
tomando parte en nuestros trabajos, disfrutando de nuestras ventajas». La solución no era superar
y ensanchar la identidad hispano-indígena y mestiza, sino cancelarla. No era una continuidad en
la ruptura, sino la ruptura de la continuidad. Su profesión de fe, en Argirópolis o la Capital de los
Estados Confederados del Río de la Plata, 1850, fue: «Seamos los Estados Unidos DE LA AMÉ-
RICA DEL SUR», (sic). (Domingo Faustino Sarmiento. «Argirópolis», en Leopoldo Zea (Comp.).
Pensamiento positivista latinoamericano, Vol. I, (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1980), 69, 78).
Su «euro-nordo-manía» fue in crescendo. En Conflicto y armonías de las razas en América, 1883,
ratificó el nihilismo respecto de lo hispanoamericano y lo latinoamericano al proponer no detener
a los Estados Unidos en su marcha. La máxima era: «No detengamos a los Estados Unidos en su
marcha; es lo que en definitiva proponen algunos. [...]. Seamos la América como el mar es al océano.
Seamos los Estados Unidos». Esto significaba subsumir la América Latina en la América Anglo-
sajona, desarraigar la identidad en la diferencia a nombre de la identidad de la mismidad. Este es el
sentido de la siguiente imagen telúrica: «Tal como el río de Uruguay se funde a cierta altura con el
Paraná, para formar el Plata, así ambas Américas moviéndose con movimiento diverso, pobladas por
nacionalidades distintas, acabarán por ser una América». (Domingo Faustino Sarmiento. Conflicto y
armonías de las razas en América, (Buenos Aires: La Cultura Argentina, 1915), 277-278, 456).

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR