Del “viejo” Cepalismo a la crítica de la globalización. Cambio y continuidad en el debate sobre las estrategias de desarrollo en América Latina - Núm. 8-2008, Enero 2008 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 69502848

Del “viejo” Cepalismo a la crítica de la globalización. Cambio y continuidad en el debate sobre las estrategias de desarrollo en América Latina

AutorKlaus Bodemer
CargoDoctor en Ciencias políticas
Páginas9-34

    Doctor en Ciencias políticas, Director del Instituto de Estudios Latinoamericanos en Hamburgo de 1996 a 2006; Profesor en la Universidad de Hamburgo, desde 2007 es Presidente del Consejo Europeo de Investigación de America Latina (Ceisal) y Senior Fellow en el GIGA –Instituto de Estudios Latinoamericanos en Hamburgo. bodemer@giga-hamburg.de

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Introducción

La cuestión del desarrollo1 ha sido objeto del pensamiento científico desde hace ya mucho tiempo. Casi siempre, estas reflexiones tuvieron la intención de dar respuestas conceptuales a “problemas concretos”, pero también tuvieron efectos prácticos en la realidad social y política. La “teoría del desarrollo” ha incluido siempre la acción, en forma implícita o explícita, y por lo tanto ha sido también “política de desarrollo”. Este rasgo, que puede constatarse ya en clásicos como Smith, Ricardo, List y Marx, caracteriza también el debate actual sobre el desarrollo en América Latina.

En esta discusión, cuyas líneas generales serán resumidas a continuación, la cuestión del Estado y su rol en el proceso de desarrollo, la de su fortaleza o su debilidad, y su relación con los actores económicos y sociales ha ocupado un rol preponderante desde el comienzo. Por ese motivo, en la presentación que sigue se opta por adjudicarle a este agente una importancia particular.

Independientemente del gran peso atribuido al Estado en la discusión sobre el desarrollo en América Latina, desde mediados del siglo XX éste raras veces pudo satisfacer en la práctica las expectativas depositadas. Entre los problemas más conocidos pueden mencionarse los siguientes: estructura de personal excesivamente abultada, centralismo, baja capacidad de implementación, control y coordinación, personalismo, patrimonialismo, clientelismo, formalismo, legalismo, tratamiento preferencial a segmentos específicos a costa de otros sectores de la población, retraso tecnológico y falta de continuidad y profesionalismo2. Por todo esto se aduce que en América Latina el Estado ha actuado más como obstáculo que como promotor de desarrollo.

Vista en perspectiva histórica, la discusión sobre el Estado como change agent atravesó distintos ciclos y coyunturas que acompañaron las distintas fluctuacionesPage 11 políticas, económicas y sociales. Luego de décadas de posiciones unilaterales orientadas en forma excluyente a favor del Estado o del mercado, los datos empíricos sobre las causas del “milagro asiático” y los debates generados en las ciencias sociales en la década de 1980, sobre la insuficiencia de las concepciones unilaterales, han abierto en los años 90 del siglo pasado el camino para que en América Latina pudiera generarse un consenso básico –compartido hoy tanto por expertos en teoría de desarrollo como por políticos y agencias internacionales– con respecto a que el desarrollo requiere la conjunción del mercado, un Estado eficaz y redes de cooperación; es decir, la coexistencia de un Estado fuerte con una sociedad fuerte que se complementen mutuamente. El camino que llevó a este (re)conocimiento fue largo y –como no podía ser de otra manera– lleno de obstáculos y procesos circulares.

I El Estado en la etapa de desarrollo hacia adentro

Hacia fines de los años veinte, en el marco de la crisis económica internacional y del agotamiento del modelo orientado a la exportación que había prevalecido desde la década de 1880, se produjo en América Latina una reorientación de las funciones estatales que apuntaba a lograr un “desarrollo hacia adentro”, a través de una estrategia de “industrialización por substitución de importaciones” (ISI). De acuerdo con una concepción de inspiración keynesiana elaborada por la Cepal a partir de fines de la década de 1940, se le atribuían al Estado importantes funciones en el marco de una estrategia nacional de industrialización, concretamente las funciones de planificación, inversión y acumulación de capital. En su calidad de agencia central del desarrollo, el Estado era visto también como la “mano invisible” que resolvería los problemas provocados por los ciclos de prosperidad y depresión que quedaban fuera del control del mercado. En esa etapa los gobiernos optaron por proteger el mercado interno de la competencia extranjera a través de aranceles y cuotas a la importación, favorecieron las empresas nacionales con créditos de bajos intereses, estimularon la demanda interna por medio de la expansión del gasto público y participaron activamente en la vida económica a través de la formación de grandes empresas públicas. Desde el punto de vista político, esta estrategia fue sostenida por una alianza policlasista integrada por la burocracia estatal, la burguesía nacional y los trabajadores urbanos (Thiery, 1991; Smith, 1997).

Durante la década de 1960, este modelo y el consenso keynesiano en el cual se basaba entraron en crisis de múltiples dimensiones: de crecimiento,Page 12 de endeudamiento, de productividad y, finalmente, en una crisis del Estado y la sociedad en general. Su manifestación más visible fue la sobrecarga de las instancias estatales con tareas que no podían cumplir, precios excesivos para productos incapaces de sostenerse frente a la competencia internacional, empresas de mentalidad subvencionista, corrupción, clientelismo, retraso tecnológico y déficit creciente del presupuesto público, que por lo general fue financiado por medio de estrategias inflacionarias. El resultado de todo esto fue un cúmulo de sociedades bloqueadas económica y políticamente, instituciones ineficientes, regímenes políticos populistas y un empresariado rentista (Paramio, 1991, p. 9).

II Las teorías de la dependencia

A mediados de la década del sesenta, en forma paralela al debate sobre la industrialización substitutiva y en estrecha conexión con sus hipótesis principales, se formó en Estados Unidos y América Latina una segunda generación de especialistas en desarrollo, que reaccionó contra la recepción acrítica que muchos intelectuales latinoamericanos habían hecho de la teoría de la modernización, sometiéndola en cambio a una crítica radical que se inscribía, en parte, en la tradición marxista y sobre todo en las teorías del imperialismo de Lenin, Rosa Luxemburgo y Hilferding. Junto a la toma de conciencia del etnocentrismo subyacente a las teorías de la modernización, el cambio de perspectiva también estuvo influenciado por la situación histórica concreta: el movimiento internacional de protesta contra la Guerra de Vietnam, los magros resultados de la primera década de desarrollo, la crisis de crecimiento del subcontinente latinoamericano y el programa del presidente Kennedy para América Latina, conocido como Alianza para el Progreso.

A partir de entonces se publicó en América Latina una serie de estudios que, sirviéndose del concepto de “dependencia”, se proponía ofrecer una explicación teórica del subdesarrollo y del bloqueo del desarrollo, y también formular una propuesta política con estrategias para superar esa situación. Para ello, los autores de tendencia marxista se apoyaban en los trabajos de Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, quienes sirviéndose del concepto de transferencia de la plusvalía fueron los primeros en tratar sistemáticamente las consecuencias del imperialismo para los países implicados. Por su parte, los autores no marxistas se apoyaban en la teoría del deterioro secular de los términos de intercambio formulada por el primer Secretario General de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América LatinaPage 13 (Cepal), el argentino Raúl Prebisch. De acuerdo con esta interpretación, la relación entre los precios de los bienes de exportación (sobre todo de los productos primarios) y los de los bienes de importación (fundamentalmente productos industrializados) había desmejorado en forma continua durante largos periodos de tiempo. Tal tendencia negativa hacía prácticamente imposible el desarrollo del subcontinente latinoamericano.

A partir de estas consideraciones, los autores dependentistas latinoamericanos invirtieron las explicaciones hasta entonces vigentes sobre el subdesarrollo: éste dejó de ser considerado como un simple retraso con respecto al nivel de los países industrializados y como consecuencia de la falta de integración del mundo moderno, para ser visto ahora como efecto de una integración altamente deficiente de los países en desarrollo, que constituían la periferia, en un mercado internacional dominado por los países centrales, es decir, las potencias capitalistas industrializadas. Desarrollo y subdesarrollo eran así las dos caras de una misma moneda, cuyos factores determinantes debían ser analizados en toda su complejidad. A partir de allí, el debate giraría en torno de los conceptos de “dependencia estructural”, “heterogeneidad estructural” y el fenómeno del “Estado periférico”.

1. Los conceptos clave del debate

Existían dos interpretaciones con respecto a los elementos estructurales constitutivos de la dependencia. Por un lado, la tesis de la explotación a través del comercio y de la...

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