La reforma constitucional de septiembre de 2007 en México. Otra vuelta de tuerca al reformismo electoral mexicano
Autor | Anselmo Flores Andrade |
Cargo | Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, México |
Páginas | 51-86 |
Doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, México. 2653 Letourneux, Montreal. H1V 2P3 Québec, Canadá, (514) 252 40 65. Agradezco a Fabiola Rodríguez Barba su valiosa lectura crítica del texto. Correo electrónico: anselmofloresa@yahoo.com.mx Montreal, Canadá.
Page 51
En septiembre de 2007 el Congreso mexicano aprobó reformas a varios artículos constitucionales en materia electoral. Con ello, no sólo se sentaron las bases legales para dar respuesta a las insuficiencias, lagunas y ambigüedades existentes en el sistema electoral mexicano, sino también para dejar atrás un modelo de competencia electoral que estaba resultando dañino para la salud del sistema político en su conjunto. No sólo porque en el contexto de la elección presidencial de 2006 la actual ley electoral no pudo contener (ni mucho menos encauzar) los acontecimientos que cimbraron el andamiaje político-electoral creado en la última década, sino fundamentalmente porque el vínculo entre dinero y política estaba generando actos peligrosos de corrupción (Pemexgate, Amigos de Fox, Spotgate) y escandalosos derroches de dinero que dañaban la credibilidad de los comicios y la legitimidad de sus resultados. Es por ello que el resultado electoral y los acontecimientos producidos en torno de la elección presidencial de julio de 2006 reanimaron el debate sobre la conveniencia Page 52 de modificar las reglas del juego electoral. Cuestiones tales como: modificar los montos del financiamiento público que reciben los partidos políticos; reducir los tiempos de las campañas electorales; aminorar los límites a los gastos de los partidos; revisar las tarifas fijadas por los medios de comunicación; regular las precampañas electorales, así como las elecciones primarias al interior de los partidos para designar a sus candidatos a los puestos de elección popular, inmediatamente se colocaron en el eje de las discusiones sobre una posible reforma electoral. Pero también se aprovechó el momento político para incluir en la agenda de discusiones temas como la segunda vuelta electoral; la figura de candidaturas independientes; la reelección de diputados y senadores y un ingente número de reformas del mismo calado.
Esas demandas no eran nuevas; formaron parte del debate político en torno a la elección federal de 2000. Incluso, desde hace varios años existen en el Congreso, como en el ámbito académico, diversos documentos que contemplan y desarrollan la reforma a algunos de los temas arriba mencionados. El hecho de que esas propuestas de reforma no se concretaran se debió a que no existieron las condiciones sociopolíticas necesarias que obligaran a las élites partidistas a modificar el statu quo, pero también a que los encargados de llevar a cabo los cambios eran los principales afectados; por ejemplo, una reducción en el monto del financiamiento de los partidos les afectaría considerablemente a estos, pues ya no dispondrían de las enormes sumas de dinero que la autoridad electoral les proporciona. Un cambio en ese sentido sólo era posible con una reforma a los medios de comunicación. Lo mismo sucedería con la reelección de diputados y senadores, un cambio en esa dirección minaría el control de las dirigencias partidistas sobre sus legisladores. Por lo que fueron necesarias unas elecciones sistémicas como las de 2 de julio de 2006 para avanzar en esos aspectos.1 En efecto, las elecciones de 2006 resultaron "cataclísmicas" en más de un sentido. En primer lugar, porque confirmaron los límites de las reglas que norman la contienda electoral del país; en segundo, porque sus resultados electorales modificaron el panorama político que se había observado en las últimas tres Page 53 contiendas federales (1997, 2000, 2003); es decir, trajeron de regreso la protesta social, la descalificación a la autoridad y el conflicto político post-electoral que se suponían superados. En tercer lugar, porque jamás ninguna elección federal moderna había generado altos niveles de confrontación ideológica, no sólo en la arena pública sino también en el ámbito individual.
La importancia de analizar la reforma electoral reside en que, a diferencia de otros países, en México el cambio político privilegió la arena electoral. Es decir, el ámbito electoral se constituyó en el motor de muchas de las transformaciones políticas ocurridas en el país.2 De hecho, gran parte de los espacios democráticos y arenas de representación legítimamente conformados tienen su origen en la estrategia de liberalización controlada y cambios graduales llevados a cabo por los distintos gobiernos priístas en respuesta a la creciente modernización del país y al incremento de la pluralidad de la sociedad mexicana. El abundante número de reformas electorales da cuenta de la estrategia de ir resolviendo problemas puntuales del sistema electoral y de partidos en México. En efecto, después de un largo periodo en que el ámbito electoral no fue objeto de interés se inició a finales de los años 70 una amplia tradición de reforma al marco electoral. Así, a diferencia de las primeras cinco décadas del siglo XX (a partir de la ley electoral de 1918 que permaneció inalterable hasta 1946, y esta última que estuvo vigente por treinta años) los años 70 inauguran un prolijo camino de modificaciones electorales. A partir de esta fecha el sistema electoral mexicano ha sufrido ocho grandes reformas: 1977, 1986, 1989-1990, 1993, 1994, 1996; 2003 y 2005, que han regido a diez procesos electorales federales: las elecciones presidenciales de 1982, 1988, 1994, 2000 y 2006; así como las intermedias de 1979, 1985, 1991 1997 y 2003. En todas ellas, y a través de un proceso incremental, se fue democratizando y modernizando el sistema electoral, hasta hacer del sistema electoral mexicano uno de los más sofisticados del mundo.
Este ensayo tiene como propósito subrayar la importancia de la reciente reforma constitucional electoral para el modelo de competencia político-electoral imperante en la última década. El texto está integrado por dos partes. En la primera, se realiza un breve recorrido histórico sobre las diferentes reformas electorales realizadas en México, y se enuncian algunas de sus consecuencias para el proceso democrático del país. En la segunda, se abordan los aspectos más relevantes de la reforma constitucional en materia electoral de 2007 y se esbozan sus repercusiones políticas.
El inicio de la pluralidad política en el ámbito partidario se da en 1977,
Un cambio evidente lo constituyó la conformación del máximo órgano electoral (la Comisión Federal Electoral) que sustituyó a la Comisión Federal de Vigilancia Electoral. La LFOPPE, por otra parte, modificó la reglamentación del registro, los derechos y prerrogativas de los partidos; así, de acuerdo a esa nueva ley electoral se establecieron dos rutas para obtener el reconocimiento legal como partido: a) registro definitivo, y b) registro condicionado. Bajo esta última figura varias organizaciones accedieron al ámbito partidista legal, de tal suerte que con ese nuevo ordenamiento electoral se legalizaron algunos partidos que estaban proscritos de la arena electoral, como el Comunista Mexicano (PCM), y surgieron otros nuevos, como el Partido Demócrata Mexicano (PDM) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). De ese modo, de los cuatro partidos que existían antes de la reforma política (PRI, PAN, PPS y PARM), para las elecciones de 1979 se dio el paso a siete institutos políticos nacionales legalizados por la autoridad electoral, lo que ya constituyó un significativo cambio, pues la presencia de siete opciones con un número igual de ofertas políticas modificó el ambiente tradicional de los comicios federales de esa época.6
Hasta antes de la reforma, el sistema electoral y de partidos se caracterizaba por su carácter no competitivo, que se ajustaba completamente al perfil...
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba