Imágenes de ciudad. Cartagena de Indias y La Habana en El amor en los tiempos del cólera y La novela de mi vida - Núm. 9-2008, Julio 2008 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 69503502

Imágenes de ciudad. Cartagena de Indias y La Habana en El amor en los tiempos del cólera y La novela de mi vida

AutorManuel Martínez
CargoDocente e investigador en la División de lenguas y literatura. Ohio Dominican University
Páginas63-79

    Docente e investigador en la División de lenguas y literatura de la Ohio Dominican University. martinem1@ohiodominican.edu

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Reflexiones Introductorias

Según Benedict Anderson1 en su libro Imagined Communities (1983), los ciudadanos de un país mantienen una relación de tipo imaginario con sus conciudadanos, la cual les permite identificarse como parte de una especie de hermandad cultural y nacional.2 3 A pesar de ser ésta una conexión “imaginaria”4, se manifiesta en la cultura y en la vida diaria de maneras concretas. Pensemos en las manifestaciones patrióticas, la solidaridad expresada entre paisanos o, en forma extrema, la activa participación en guerras para promover los supuestos intereses de la nación. Aún así, esta relación imaginaria no se limita al nivel nacional solamente. Una persona también puede establecer nexos de identificación con regiones o ciudades dentro del territorio nacional que inclusive pueden leerse como símbolos nacionales. Ese es el caso de este trabajo. En él se va a contrastar el lugar simbólico que tienen dos ciudades del Caribe latinoamericano, La Habana y Cartagena de Indias, en dos novelas de autores de Cuba y Colombia, respectivamente.

En este artículo se analiza la representación de La Habana en La novela de mi vida de Leonardo Padura Fuentes (2002), y de Cartagena de Indias en El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez (1996)5. Inicialmente el trabajo propone identificar ciertos patrones en la forma como los autores representan la ciudad, al mismo tiempo que contrasta las perspectivas desde las cuales cada uno representa a Cartagena y a la Habana respectivamente. Al final, a manera de conclusión, se hace una reflexión sobre las formas de acercarse al espacio urbano en estos autores y lo que eso puede decir sobre la identificación imaginaria y simbólica con la nación.

La base para este análisis son las propuestas teóricas de Edward Soja en su libro Thirdspace (1996), término introducido por Frederic Jameson. En ese libro, SojaPage 65 elabora una teoría del espacio esbozada anteriormente por Henri Lefebvre, y que puede también encontrarse en los trabajos de Homi Bhabha. Adicionalmente, el trabajo contiene elementos de las teorías de Homi Bhabha sobre la nación y la escritura, y a las de Antonio Benítez Rojo sobre la cultura del Caribe en su libro La isla que se repite (1989).

En Thirdspace Soja habla sobre la relación del individuo con su espacio. Él, como Jameson, Lefebvre y Bhabha, piensa en el espacio como una zona político/social donde se ponen en juego relaciones de poder. Es por medio de esas relaciones que el estado y la cultura reinante ejercen su poder sobre el individuo y, a la vez, el individuo resiste, negocia y, en algunos casos, impone modificaciones a esa dinámica. Soja está interesado en poner al día la dialéctica hegeliana como arma para avanzar causas progresistas, pero lo que interesa para este trabajo es usar las tensiones contenidas en la noción de “thirdspace” para elucidar patrones dentro de las relaciones de poder en función de la apropiación del espacio. La pregunta que se aborda en este artículo es si esos patrones pueden decirnos algo sobre cómo el individuo ve y se relaciona con su cultura expresada a través del espacio urbano.

I La Habana en La novela de mi vida

La novela de mi vida, de Leonardo Padura, contiene dos tramas paralelas y a la vez convergentes. La primera es una novela biográfica, supuestamente escrita por el poeta cubano José María Heredia. La segunda relata la historia de Fernando Terry, un poeta cubano contemporáneo que se exilia en España y regresa a Cuba para encontrar la novela perdida de Heredia, eje, a su vez, de la primera parte de la novela de Padura.

Las dos historias se conectan a través de varios elementos entre los que se pueden mencionar 1. Fernando Terry está buscando la novela perdida que Heredia escribió. 2. Ambos son escritores y que han tenido que irse a vivir exiliados. 3. Comparten rasgos en la representación de la ciudad de La Habana y, a pesar de que un personaje vive en el siglo XIX y el otro a finales del siglo XX, La Habana que describen sigue siendo la misma en algunos niveles, particularmente en la imagen de la ciudad determinada por los sentimientos que los dos escritores expresan hacia ella.

Este último elemento es central en el análisis que aquí se propone. Heredia hace varias descripciones extensas de La Habana a lo largo del libro; sin embargo, presento aquí un pasaje típico de su estilo narrativo, en el cual describe el olor particular de esta ciudad cuando la conoció:

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Andaba yo al borde de mis catorce años, creyéndome adulto, y pude distinguir la singularidad de aquel olor, pues conocía las exhalaciones de medio mundo americano: desde el hedor pantanoso de Pensacola hasta el efluvio tortillero y a polvo de México, pasando por los recios aromas de las ciudades costeras y altas de Venezuela –tierras de emanaciones puras–, por el vaho caliente y dulzón de Santo Domingo o por la fragancia a marisco fresco de Veracruz. Pero La Habana me abrazó con una maravillosa amalgama en la que el olor incisivo de los chorizos gallegos compite con el tasajo montevideano; el del cagajón de caballo con la brisa del mar. (p. 17)

El pasaje continúa con un listado largo de los elementos que se pueden encontrar en La Habana. Quiero hacer hincapié en dos características de esta descripción que son importantes para el análisis. Padura usa el olor de La Habana para enfatizar el carácter único, exclusivo, de esa ciudad. Si bien el exclusivismo es una característica que ha acompañado el discurso sobre lo cubano por muchos años, en el caso de esta novela esa visión marca particularmente la ciudad de La Habana, centro del imaginario colectivo nacional cubano. Según la descripción, el olor es algo singular que diferencia esta ciudad de todas las otras. Por otra parte, ese olor especial no viene solamente de cosas oriundas de la isla. Más bien se produce como resultado de la mezcla de elementos heterogéneos que se ponen en contacto dentro de la isla y la ciudad en particular.

Edward Soja, por su parte, ha descrito esa zona llamada el tercerespacio (thirdspace) donde cada elemento se mantiene radicalmente abierto a las influencias provenientes de otros elementos, de ahí que el concepto de tercerespacio sirva como herramienta para analizar la dinámica de la ciudad en La novela de mi vida. Esta dinámica, la misma descrita por Soja, es la que señala Padura que tiene lugar dentro del espacio cultural de La Habana. Diversos elementos se ponen en juego y se mezclan para producir, no solamente algo nuevo, sino una ebullición que se asemeja a un ser viviente. La mezcla, según Soja, es progresiva e ilimitada. El juego se renueva por sí solo siguiendo complejas y múltiples combinaciones internas.

II El tercerespacio de Soja y la metáfora del ajiaco de Fernando Ortiz

Antes de seguir con el análisis debo aclarar que la dinámica del tercerespacio de Soja comparte ciertos rasgos con la metáfora del ajiacoPage 67 que Fernando Ortiz propone como eje para la comprensión de la identidad cubana6. De acuerdo con la lectura que propone este trabajo, la descripción que hace Padura de la vida habanera podría analizarse no solamente usando la teoría de Soja sino también la metáfora de Ortiz. Es decir, lo que interesa aquí no es proponer una falsa originalidad en la visión que Padura tiene de la Habana, sino indicar y reconocer las cercanías entre su representación y la noción de tercerespacio de Soja, al igual que la de mezcla cultural de Ortiz.

Esta visión de La Habana se confirma en la parte de la novela dedicada a Fernando Terry. Tanto antes de su exilio como después de su retorno 20 años más tarde, Fernando Terry habla de la misma ciudad, aunque diferente, con la misma dinámica cultural. Al regresar describe una calle donde lo que predomina es el dinamismo y la heterogeneidad. La voz narrativa indica que “Fernando pudo observar, al borde de la perplejidad, cómo su propia ciudad le parecía ser otra aunque la misma, decrépita y renacida, mientras iba constando que donde apenas recordaba una mancha oscura, se erguía ahora un palacete de principios del XIX” (p. 132).

El dinamismo descrito por Padura como representativo de La Habana, le da a la ciudad un sitio privilegiado en la obra. La Habana toma cuerpo, no solamente como espacio dentro del cual se mueven los personajes, sino como un personaje más con el cual los otros, y sobre todo los personajes principales, se relacionan. La Habana, entonces, es representada como un ser viviente. Es un símbolo nacional que respira, evoluciona, pero siempre se mantiene como el espacio reconocible de La Habana. En la literatura cubana se puede incluso hablar de una tradición de novelas en las que esta capital es un personaje central. Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Eliseo Diego, Guillermo Cabrera Infante, Dulce María Loinaz, Zoé Valdés, Reinaldo Arenas son algunos de los que se pueden mencionar en esa tradición.

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Si bien hay múltiples representaciones de esta ciudad, que reiteran el lugar central que tiene en el imaginario nacional como eje económico y cultural y como puente de contacto con el mundo exterior, para este trabajo importa recordar la conexión que muchas de esas representaciones establecen entre la Habana y el cuerpo femenino. Este aspecto, la relación del espacio urbano habanero con el deseo y la sensualidad, son fundamentales tanto en la historia de José María Heredia como en la de Fernando Terry, puesto que en las dos la pasión...

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