Azar, igualdad y biotecnología - Núm. 3, Diciembre 2005 - Ratio Juris - Libros y Revistas - VLEX 52072990

Azar, igualdad y biotecnología

AutorAlfonso Ruiz Miguel
CargoUniversidad Autónoma de Madrid
Páginas17-34

Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Premio extraordinario de licenciatura de la Facultad de Derecho de la U.A.M. Doctor en Derecho por la U.A.M. Miembro de los Consejos de las revistas Sistema, Doxa, Isonomía, Leviatán. Investigador en la Universidad de Turín y profesor visitante en el ITAM de México y en la Universidad de Edimburgo. Miembro del «Comparative Legal Research Group", Bielefelder Kreis. Vicerrector de Investigación de la U.A.M. desde octubre de 1996 a 1999 y Secretario General desde enero de 2000 a mayo de 2002. Libros publicados: Filosofía y Derecho en Norberto Bobbio, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, 509 pp. La justicia de la guerra y de la paz, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1988, 355 pp. El aborto: problemas constitucionales, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1990, 133 pp. Política, historia y derecho en Norberto Bobbio, México, Fontamara, 1994, 198 pp. Una filosofía del Derecho en modelos históricos. De la antigüedad a los inicios del constitucionalismo, Madrid, Trotta, 2002, 328 pp.

Publicado en Homenaje al Profesor Dr. Gonzalo Rodríguez Mourullo, Madrid, Thomson-Civitas, 2005, pp. 2.129-2.152. El texto original se presentó como ponencia en el Congreso de la "Sociedad Internacional de Estudios Utilitaristas" celebrado en septiembre de 2004 en El Ferrol. Agradezco los comentarios del coloquio que siguió, así como las observaciones de Juan-Carlos Bayón, Elena Beltrán, Liborio Hierro, Marisa Iglesias, Pablo de Lora, Fernando Molina, Enrique Peñaranda, Luis Villavicencio y Alejandra Zúñiga.

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Las posibilidades actuales y potenciales de conocimiento, experimentación e intervención que parece ofrecer la biotecnología animan a volver a reflexionar sobre nuestra compleja y ambigua actitud hacia el azar. Tradicionalmente ha habido, me parece, dos manifestaciones principales de esa ambigüedad, ambas especialmente relevantes en el ámbito de la acción humana. Por una parte, el tema de la actitud racional hacia el azar mismo, que aunque en principio es de radical desconfianza, de donde deriva nuestra arraigada tendencia a conocer y, en lo posible, a evitar o limitar las incertidumbres, especialmente sobre consecuencias negativas, no excluye sin embargo la posibilidad racional de considerar preferible la aceptación de ciertos modos de ocurrencia casuales (no Page 18 saber la fecha de nuestra muerte) o, incluso, la adopción de sistemas de elección o decisión a suertes en determinadas circunstancias, de las que el caso paradigmático pero no único es el de las situaciones racionalmente indecidibles, como la del asno de Buridán (sobre ello, remito a Elster 1989).

Por otra parte, la segunda manifestación de nuestra ambigüedad hacia el azar la proporciona el conjunto de problemas relativos a la actitud ética ante el reparto de males y bienes producidos o afectados por el azar. Hablo de conjunto de problemas, porque cabe distinguir, al menos, tres distintos. En primer lugar, el de la suerte moral (moral luck), entendido como el reto que a nuestra concepción general de la moral, en cuanto se base en el postulado kantiano de que su cualidad definitoria es la buena voluntad, presenta el hecho de que no sólo nuestro carácter y manera de ser sino también el éxito o el fracaso moral de nuestra vida en conjunto dependen tanto de nuestras decisiones y elecciones como también, en buena parte, del azar (cf. Nagel, 1976, cap. 3; Williams 1979; y De Lora 2003a, cap. VII). En segundo lugar, el tema de la valoración moral de las diferentes capacidades naturales de los seres humanos, conforme a la que compadecemos a quienes sufren graves deficiencias físicas o psíquicas y consideramos que merecen un especial apoyo, pero dudamos sobre si quienes tienen cualidades positivas excepcionales merecen o no nuestra admiración. En tercer lugar, en fin, el juicio moral sobre las consecuencias de las acciones y actividades en las que interviene la suerte, ante las que generalmente no excluimos la retribución del castigo por acciones dañosas pero no tenemos tan claro si otras acciones merecen o no la especial y a veces extraordinaria retribución económica con que se suele recompensar socialmente a la buena suerte, siendo discutido y discutible si ésta debe siempre rectificarse y, cuando se acepta su rectificación, hasta qué punto debe hacerse.

Pero nuestras ambigüedades y dudas no acaban con el azar. También la compleja idea de igualdad ha sido siempre fuente de profundas y no resueltas discusiones sobre su significado y valor moral. Entre los extremos de los dos temores opuestos pero compatibles de una igualdad uniformadora propia de insectos y de una desigualdad que convierta a unos hombres en esclavos de otros hay todavía casi infinitas formas de articular la igualdad humana en relación con los distintos criterios de distribución (la dignidad humana, la necesidad, el esfuerzo, la capacidad, la contribución a la riqueza, el rango, etc.) y con los distintos objetos que se pretenden distribuir (bienes económicos o culturales, recompensas sociales, bienestar, trabajos, funciones y cargas sociales, poder político, etc.). En esas diversas formas de articular la igualdad humana las eventuales posibilidades eugenésicas de la biotecnología han vuelto a sacar a la luz tanto los dos temores extremos mencionados como nuevas posibilidades técnicas, desde la evitación de ciertas enfermedades hasta la selección de hijos a la carta, que plantean retos imprevistos a nuestros tradicionales criterios éticos.

Junto a lo anterior, si azar e igualdad son conceptos cuyas relaciones ya habían suscitado debate en el ámbito de la filosofía moral, en especial en relación con la justicia distributiva, las posibilidades abiertas por la ingeniería genética, a veces sólo bajo la hipótesis de avances extremos quizá muy improbables, han generado nuevas fuentes de dudas, dilemas y discusiones que tal vez, gracias a un equilibrio reflexivo ampliado por estos nuevos elementos de reflexión, puedan iluminar aquel debate más tradicional. Digo "tal vez" porque, como se ha destacado muchas veces, las nuevas posibilidades de la biotecnología, más allá de la extrañeza e incluso la desazón que a veces nos producen, también nos ponen ante situaciones para las que carecemos tanto de criterios como de intuiciones éticas definidas. No obstante, y en el camino inverso, también podría ocurrir que algunas de las nuevas posibilidades de la biotecnología nos puedan ayudar a iluminar el difícil equilibrio entre intuiciones y principios éticos a propósito de algunas cuestiones morales más familiares pero no por ello claramente resueltas.

Antes de entrar en materia avanzaré algunas consideraciones previas sobre la noción de azar y otras relacionadas con ella. La de azar es una idea compleja que no siempre se utiliza en un sentido unívoco. En una primera aproximación, nuestras convicciones ordinarias parecen distinguir tres tipos de sucesos Page 19 por su distinta forma de originación, según se consideren resultado de la necesidad causal, de la libre acción humana o, precisamente, del azar. Ahora bien, más allá del pensamiento ordinario, la existencia de cada una de estas tres formas de originación de sucesos no deja de estar sometida a imponentes debates filosóficos. Ante todo, una muy antigua pero todavía viva posición filosófica niega la existencia del libre albedrío en nombre de un determinismo universal o absoluto, que también afectaría a las acciones humanas (sobre este tema remito al magnífico estudio de Molina 2000). Junto a ello, la noción de responsabilidad derivada del libre albedrío también puede impugnarse por la presuposición de que cualquier acción humana está inevitablemente mediada por sucesos azarosos, tanto en sus antecedentes como en los resultados derivados de ella (para una excelente discusión, remito a Rivera López 2002 y a De Lora 2003b, § 3).

Pero con independencia del régimen del libre albedrío, en el ámbito del pensamiento científico, dominado por la búsqueda de explicaciones causales, desde el antiguo y siempre renovado determinismo hasta la física moderna defendida por Einstein se ha excluido la intervención del azar en cualquier proceso natural, cuya ocurrencia estaría siempre determinada por alguna causa; si no fuera por la limitada excepción de la mecánica cuántica, que propone una revisión de la física clásica a la explicación causal en el ámbito de las partículas subatómicas, se diría que entre la libertad, el azar y la necesidad, esta última es la categoría dominante y con mayor poder de atracción. Por ello es importante introducir una primera distinción relevante en lo que concierne a la noción de azar: el azar ontológico y el epistémico. El azar ontológico o esencial es el atribuido a los procesos naturales mismos. Si la física cuántica está en lo cierto, tal es el tipo de azar al que estarían sometidos ciertos procesos de nivel microfísico, concretamente los de nivel subatómico, que serían azarosos en el sentido de que su ocurrencia particular no está sometida a causas aunque pueda predecirse su probabilidad1 . Según la visión de la física clásica, el azar ontológico no existe: la bola que cae en el número 22 de la ruleta lo hace bajo estricta necesidad causal en relación con la velocidad y el efecto imprimidos, el punto en el que toca primeramente a la rueda y el roce sufrido en ella, junto a otras posibles condiciones como la inclinación de la mesa o las imperfecciones de la rueda y de la bola.

La noción de azar epistémico u operativo, por su parte, se aplica a situaciones como las de la ruleta o la moneda al aire, que consideramos azarosas por el hecho de que sus resultados son impredecibles o, más en general, desconocidos, pero que en realidad están sometidos a procesos causales. Sin embargo, con independencia de que un suceso esté sometido a causas e incluso al control de una acción deliberada, puede considerarse casual o...

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