El cencerro de Kant - Núm. 21, Septiembre 2018 - Revista Diálogos de Derecho y Política - Libros y Revistas - VLEX 772221309

El cencerro de Kant

AutorJosé J. Jiménez Sánchez
Páginas91-107
El cencerro de Kant
1
José J. Jiménez Sánchez
1
Resumen y breve comentario de los epígrafes 61 a 68 de la ―Segunda parte de la Crítica del Juicio: Crítica del
Juicio Teleológico‖, I. Kant, Crítica del Juicio, ed. de J. J. García Norro y R. Rovira, trad. de M. García Morente
(1914), Tecnos, Madrid, 2007 (1790), págs. 289-317; I. Kant, Kritik der Urteilskraft, hg. von W. Wiischedel,
Suhrkamp, Frankfurt am Main, 2015. El comentario se ha realizado de acuerdo con las indicaciones de H. W.
Cassirer, A Commentary on Kant’s Critique of Judgement, Methuen and Co., London, 1938, págs. 309-337. El
autor es profesor de la Universidad Nueva Granada España. Correo electrónico: jimenezs@ugr.es
Citación de este artículo: Jiménez Sánchez, J. J. (2018). El cencerro de Kant. Diálogos de Derecho y Política, (20), pp.
91-107. Recuperado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/derypol/article/view/336600/20791965
Diálogos de Derecho y Política \\ Número 21 \\ Año 8 \\ ISSN 2145-2784 \\ septiembre diciembre de 2018. Pág. 92
www.udea.edu.co/revistadialogos
El cencerro de K ant
Granada, 2018
―The bells that toll for mankind are … like the bells of Alpine
cattle. They are attached to our own necks, and it must be our
fault if they do not make a tuneful and melodious sound‖
(Rees, 2016)
―[M]etaphysics, while it has adequacy or satisfaction
conditions, does not have the kind of truth conditions that a
matter-of-fact assertion has. Determining when sense has
truly been made is not of the same order of tasks as
determining ‗what caused the fire to start‘ or ‗why water
freezees‘‖
(R. B. Pippin, 2015, pág. 130.)
Introducción
Se cuenta de Samuel Beckett que era tal la admiración que profesaba por James Joyce, que
lo imitaba en todo, vestía con atuendos idénticos, chaquetas de tweed, chalecos floridos y
brillantes, pantalones anchos y alzados. Su devoción por Joyce llegaba al extremo de que
incluso calzaba su mismo número. El problema es que el pie de Beckett era mucho mayor.
Nosotros sabemos por Kant que el principio del arte de la zapatería determina cuál sea la
mejor forma de los zapatos. Sobre esa cuestión escribió un tratado el anatomista Peter
Camper, de quien Kant dice que describía en su obra ―muy exactamente cómo se debe
hacer el mejor zapato‖ (CJ, 304; 229). Posiblemente a tal exigencia atendían los zapatos de
Joyce y, claro está, también los de Beckett, aunque el resultado en sus pies no fuera en
absoluto el mismo que podría alcanzar en los de aquél.
Se cuenta también que en los años cincuenta, Beckett solía encontrarse con Alberto
Giacometti en los cafés de Montparnasse. Un día, después de su reunión habitual en torno a
unas copas de vino, cuando Beckett volvía a casa, recibió una cuchillada muy grave, que se
detuvo a muy poca distancia del corazón. Beckett ingresó en el hospital donde pasó largo
tiempo. Al salir, intrigado como estaba por lo que ocurrió, fue a ver a su agresor, al que
hizo una sola pregunta: ¿por qué? El vagabundo respondió: no lo sé.
Tales hechos, en un caso de manera activa, en el otro pasiva, muestran lo que configura la
manera de ser de Beckett, el absurdo. Es desatinado saltarse las reglas mínimas que
habríamos de seguir en la elección del calzado, pero también caemos en el absurdo cuando
somos incapaces de entender cuál sea la razón que lleva a alguien a acuchillarnos, poniendo
en riesgo nuestra vida, sin que tenga motivo para hacerlo.

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