Globalización, Estado-nación, Plan Colombia y política de seguridad democrática: circunstancias y actores responsables de las crisis colombianas - Núm. 10, Noviembre 2008 - Ambiente Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 216509921

Globalización, Estado-nación, Plan Colombia y política de seguridad democrática: circunstancias y actores responsables de las crisis colombianas

AutorGermán ayala Osorio
CargoComunicador social. Profesor Asociado. Investigador y Director del Grupo de Investigación en Estudios Sociopolíticos.Director del Programa Editorial de la Universidad Autónoma de Occidente.
Páginas304-328

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(Recibido: agosto 13 de 2008. aprobado: noviembre 5 de 2008)

Es posible que los efectos de la mundialización sean, en mayor proporción, negativos para Colombia dadas las condiciones sobre las cuales se ha estructurado el Estado y la sociedad; y dichas condiciones sobrevienen de dinámicas impuestas por el mercado y son fruto de la interdependencia entre las decisiones económicas y políticas generadas dentro de las relaciones asimétricas entre Norte-Sur.

Y es así, porque hemos asistido a la conformación y funcionamiento de un Estado privatizado, funcional para una reducida élite que ha confundido y reorientado el principio del bien común, desdibujando las fronteras entre las esferas privada y pública, en donde los intereses de la primera se yuxtaponen a los de la segunda.

El orden social vigente en Colombia, aunque fundado en el derecho y en la confianza en lo legal, guarda visos de ilegitimidad no sólo frente a la sociedad, sino frente a instancias internacionales que etiquetan al Estado colombiano como un Estado fallido (Failler state).

La globalización entonces, como un proceso de recomposición de fuerzas políticas, económicas, lingüísticas y culturales, termina agudizando un cúmulo de crisis que indican un difícil tránsito de la premodernidad hacia la modernidad, por lo menos así se reconoce para Colombia desde amplios sectores.

En adelante, el análisis propuesto girará en torno al poder unipolar sobre el que descansa hoy el mundo y que se advierte en el poder militar, político y económico de los Estados Unidos.

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Así entonces, comparto con Touraine la precisión que hace en el texto ¿Podremos vivir juntos?, cuando señala que “este análisis crítico no coincide con la afirmación tan frecuente de que la globalización de la economía, y por tanto de una parte de la cultura, está directamente sometida a los intereses de los Estados Unidos, los grandes bancos internacionales o las empresas transnacionales. La economía global es por sí misma la fuerza dominante. No se la puede calificar de clase dominante, porque no está representada por una categoría de actores reales.”2

Ante el panorama que ofrecen estos actores reales y virtuales transestatales, varios autores se preguntan si el Estado desaparecerá o si asistimos a una reconfiguración de sus funciones tradicionales o si por el contrario, se trata de nuevas fuerzas que sustituirán el moderno modelo de Estado. Otros, quizás, querrán darle la razón a Marx, en dos direcciones que se encuentran en el fenómeno de la Globalización: la primera, al creer que el Estado desaparecerá; y la segunda, el asegurar -haber asegurado- que el capital no tiene patria. En este mismo sentido se pronuncian, de esta manera, Negri y Hardt: ¨...el capital no funciona dentro de los confines de un territorio fijo y una población fija.” 3

Las dudas que generan las nuevas condiciones dadas y las exigencias del desarrollo capitalista en relación con la tipología de Estado hacen que aparezcan nomenclaturas como Estado posmoderno (R. Cooper); Estado Red (M. Castells); Estado Catalítico (M. Lindt); Estado Transnacional (U. Bech); y Estado Posheroico (H. Willke)4. No se trata, pues, de simples etiquetas e insinuaciones de teóricos y estudiosos del devenir de la política, por el contrario, las nuevas y avasallantes realidades evidencian la necesidad de empezar, para unos y continuar para otros, la discusión y la vigilancia de los contextos que hoy define el mundo globalizado.

Al mirar por el espejo retrovisor, quizás debamos remontarnos a la Paz de Westfalia5 (1648), de donde brotó el sistema de Estados, definidos Page 306en parte como instancias únicas de poder territorial legítima, con capacidad de autodeterminación (dictar leyes, formas de gobierno).6

Así mismo, cabe recordar el paradigma hobbesiano en donde el Estado debía preocuparse por brindar seguridad a la población (superar el estado de naturaleza) en un territorio, sin los poderes intermedios del clero y la nobleza. Posteriormente, vendría la clásica concepción de Estado de Max Weber: “El Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio - el territorio es un elemento distintivo - reclama para sí (con éxito) el monopolio de la violencia física legítima.7

Digamos que esta concepción clásica del Estado sirve, para el caso colombiano, como reclamo ante el rol que hoy juegan variados y disímiles grupos armados e incluso, algunos de la sociedad civil8 en Co-Page 307lombia, que están en capacidad de suplantar al Estado y convertirse en autoridades de facto que remplazan la autoridad legítima de éste. El actuar de actores armados es posible, entre otras circunstancias, gracias a que el Estado colombiano es, y ha sido, incapaz de salvaguardar la vida y la honra de los integrantes de la sociedad. Ha sido un Estado precario, débil y fragmentado.

Y hay que insistir en que el Estado colombiano se ha construido bajo la égida de los intereses privados que lo han hecho excluyente. Peor es el panorama, cuando se asegura que en nuestro país vivimos, al mismo tiempo, entre la premodernidad, la modernidad y la posmodernidad.

En un trabajo denominado Talleres del Milenio9, el diagnóstico es llamativo cuando se asegura que “… puede decirse que Colombia es un país que vive en cinco siglos simultáneamente: se encuentra enfrentado a los dilemas y exigencias propias del nuevo siglo – a la globalización, a la inserción en una economía mundial, a los avances vertiginosos de la comunicación, a realidades virtuales – al mismo tiempo que requiere avanzar, sin embargo, en la construcción del Estado como proceso propio de los siglos XVI y XVII europeos. No existe en Colombia consolidada la paz como condición empírica para la existencia del Estado.”10

Se trata, pues, de un escenario preocupante dado que la rapidez con la que suceden los cambios y el paso de un estadio a otro deja inconclusas tareas y objetivos y se reconfiguran viejos conflictos.

Pero sigamos con el recorrido histórico. Con el pronunciamiento Hobbesiano, Lockeano y Weberiano, el aporte del Liberalismo (siglo XVIII) es clave al hacer la escisión entre Estado-Sociedad, y por supuesto, la escisión Estado- Religión que se había dado con anterioridad. Luego vendría todo el aporte de Hegel al señalar que el Estado es moralmente superior a la sociedad y por qué no, el kantiano, alrededor de la posibilidad – necesidad de la paz perpetua.

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Ahora distingamos varias funciones tradicionales del Estado liberal que hemos reconocido a través de la historia y que en parte mantienen la concepción que hoy todavía podemos tener del Estado. Entre otras, encontramos la función de garantizar orden y seguridad; generador del principio de identidad colectiva y de integración social; la facultad de crear la esfera pública; y la posibilidad de garantizar los derechos individuales, así como la capacidad para imponer reglas de juego en el ámbito fiscal (Consecución de recursos económicos vía impuestos).

Por ejemplo y de forma particular, para el gobierno de Uribe Vélez fue prioritario asegurar el cumplimiento de estas condiciones o características, intención que se remontó a la campaña presidencial de 2002.

Es inocultable el paso o la superación de un proyecto hegemónico que, como el Estado - nación, buscó en un poco más de un siglo configurar un escenario de convivencia humana, sin olvidar la complejidad que ello significa; pero quizás haya que advertir con precisión, que ese mismo proyecto de Estado-nación se configuró bajo la minimización u ocultamiento de realidades construidas en esferas locales y regionales que se mantuvieron relegadas, quizás adormecidas, bajo la concepción excluyente de lo que implicó pensar en un territorio, una lengua y una identidad; así, la Globalización o mundialización, como un nuevo estadio soportado en la crisis del welfare state, recoge los conflictos no solucionados por aquella figura política, social, económica y cultural de convivencia humana, permitiendo hoy la exacerbación de conflictos locales y la búsqueda de su comprensión en ámbitos extraterritoriales.

Es clave reconocer que bajo la figura del Estado-nación y el proyecto social, económico, político y cultural resultante, ciertas cosmovisiones hegemónicas hayan obligado a otras a permanecer ocultas, en un proceso lento, pero efectivo de exclusión. Dicho proceso se mantuvo en Colombia hasta el año de 1991, cuando se promulgó la carta política (Constitución Política de 1991) y se reconoció que el país era pluriétnico y multicultural, por lo menos desde la perspectiva formal.

Ahora, cuando el avanzado proceso de globalización genera resistencias y críticas dado el peligro de ciertos determinismos y de únicas y universales formas de actuar, se hace necesario buscar mecanismos que minimicen el impacto de un proyecto, de un estadio como la mundialización, que se antoja hegemónico. Y es así, en parte, por la apuesta de la industria cultural y de los medios masivos de comunicación en interés de unificar comportamientos y prácticas de consumo.

En cuanto a los medios masivos colombianos, esto es evidente al advertir que en Colombia los noticieros de televisión de los canales privados, con mayor fuerza en los primeros años de su existencia (nacieron en Page 3091998), intentan parecerse a la cadena americana CNN, transmitiendo en directo eventos como el terremoto de Armenia (enero 25 de 1999), ataques terroristas o golpes certeros del ejército a la subversión.11

Al tener el mismo esquema informativo, hacen gala de la tecnología satelital (uso del fly a way) y se apoyan en los mismos y viejos criterios de noticiabilidad con los cuales abordan los hechos noticiosos. La noticia al instante y la posibilidad de informar en cualquier momento son parte de los presupuestos de los noticieros colombianos de los canales RCN y Caracol.

Entre los objetivos trazados está la posibilidad...

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