Conclusiones, problemas y retos de las políticas actuales - Avance y fracaso en el agro colombiano, siglos XX y XXI - Libros y Revistas - VLEX 697478785

Conclusiones, problemas y retos de las políticas actuales

AutorAlbert Berry
Páginas231-282
231
7. Conclusiones, problemas y retos
de las políticas actuales
7.1. El impacto del desarrollo agrícola en el bienestar
de los colombianos: resumen e hipótesis
El análisis económico sugiere que, debido a su capacidad de combinar efi-
ciencia en la producción con intensidad en el uso de la mano de obra, la
agricultura familiar proporciona el mejor modelo para un desarrollo agrí-
cola rápido, sano y equitativo. Es un modelo que puede y suele superar a
las alternativas en términos de producción y de crecimiento del ingreso,
y que siempre los supera en términos del empleo y de la distribución del
ingreso, tanto en la agricultura como en general. Implícito en estas ven-
tajas y confirmado por una literatura muy extensa, el crecimiento agrícola
equitativo es también el camino más rápido para reducir la pobreza.1 Un
sistema igualitario de pequeñas fincas familiares es la base tradicional para
una distribución equitativa del ingreso nacional. Un importante legado
a largo plazo de tales sistemas es una tendencia a la igualdad de ingresos a
través del tiempo, que persiste mucho después de que la agricultura ya no
es el motor principal de la economía.
Al promover el “crecimiento con equidad” un sector agrícola familiar
capaz de mejorar la productividad también contribuye de la forma más directa
posible al bienestar de la población a través de la seguridad alimentaria de
familias de bajos ingresos. Este beneficio se debe en parte a que aumentos
1 El Banco Mundial (2005,72) describe el papel potencial de un sector rural robusto y sano en
promover el desarrollo y la reducción de la pobreza en un grado más que proporcional a su par-
ticipación en el pib.
Avance y fracaso en el agro colombiano, siglos xx y xxi
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de la producción agrícola ocurren en explotaciones de familias de bajos
ingresos y en parte porque de ese aumento de producción una proporción
alta es de alimentos. La mayor oferta de alimentos en los mercados locales
tiene la ventaja adicional de presionar hacia abajo su precio, en beneficio
de las muchas familias de bajos ingresos que son compradores netos de ta-
les bienes (Mellor, 1978).2 El aumento de la producción también amplifica
los ingresos monetarios de los productores con ventas netas de alimentos,
siempre y cuando la disminución de precios que conlleva la oferta mayor
no sea lo suficientemente grande como para contrarrestar el aumento de la
cantidad vendida. La seguridad alimentaria se basa en una oferta suficiente
y una demanda efectiva, o sea una demanda que refleja las necesidades de
las familias. Un sistema de pequeña agricultura típicamente genera más
ingreso en total que otros sistemas (por la “relación inversa”), deja mucho
más ingreso en manos de las familias menos ricas, y genera una mayor oferta
de alimentos por la proclividad de estos productores a dedicarle una buena
parte de sus esfuerzos a la producción de comida para el auto-consumo o
para la venta, frecuentemente en mercados locales. En el caso típico un
sistema de unidades grandes produce menos alimentos y deja mucho me-
nos poder de compra en manos de las familias de menores ingresos; de esa
manera corre un riesgo más grande de promover la pobreza y la inseguridad
alimentaria. Aun en casos en que la agricultura comercial produce bienes
de comida, ocurre con frecuencia que las familias pobres no tienen la nece-
saria capacidad de compra. Lo más probable es que todo esto sea el caso de
2 En principio un país puede aliviar el problema de inseguridad alimentaria a través de programas
de asistencia (bienes de comida gratis o subsidiados a familias de bajos ingresos). De hecho,
Colombia ha tenido programas de esta índole desde los años 60 pero han sido de una utilidad
muy limitada en relación a las necesidades de la población y a los fondos asignados a ellos. Tales
programas son, por naturaleza, mucho más eficientes en las ciudades que en el campo por la
mayor concentración de la población que reduce los costos de su manejo. Dentro del ambiente
rural, en donde lo normal es que la gente más pobre es también la que vive en áreas más remotas,
el costo de manejo de un programa de estos por beneficiario es inevitablemente alto. Más allá,
como enfatiza del Castillo (2015) el servicio en Colombia ha sufrido de graves problemas de co-
rrupción que, en palabras de esta autora, lo ha convertido en “un escenario de enriquecimiento
local económico”. La ineficiencia que sufren típicamente programas de esta índole constituye
otro argumento a favor de la pequeña agricultura como fuente de seguridad alimentara.
Conclusiones, problemas y retos de las políticas actuales
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Colombia, especialmente dada su ventaja comparativa en varios productos
intensivos en la mano de obra (Norton & Balcázar, 2003).3
Mientras que la pequeña agricultura, orientada hacia la producción de
alimentos, genera muchos beneficios, la agricultura a gran escala, intensiva
en capital y orientada al mercado mundial rinde poco al bienestar general,4
a menos que lo haga a través del pago de impuestos o de la financiación
de importaciones de especial valor a la economía. Por el contrario puede
ser muy perjudicial a través de sus efectos indirectos, sobre todo cuando su
crecimiento invade directamente el sector de pequeños agricultores (por
ejemplo, a través de la competencia por la tierra, por los fondos de inversión,
o por la atención del Estado con respecto a la inversión en investigaciones
y difusión de nuevas tecnologías (I&D) o cuando genera la “enfermedad
holandesa” que inciden negativamente en otros sectores.5 En muchos países,
debido a la alta concentración de la propiedad de la tierra ha habido tam-
bién una concentración de los beneficios del crecimiento agrícola en pocas
manos. En esa situación la demanda de alimentos aumenta lentamente (ya
que mucha gente tiene ingresos bajos y no puede darse el lujo de consumir lo
deseable); inclusive la exportación de productos alimenticios puede llevarse
a cabo aun cuando muchas personas sufren de hambre o desnutrición. Como
es bien conocido tales experiencias se vivieron durante la gran hambruna
irlandesa de la papa, a finales de la década de los años cuarenta del siglo xix
(Braa, 1997), durante la hambruna rusa de 1891 a 1892 (Robbins, 1975) y
en muchos otros casos.6 Sen (1981) destacó el hecho de que frecuentemente
3 Varios autores han subrayado la importancia de la seguridad alimentaria a nivel de familia (es-
pecialmente las familias más vulnerables, las de ingresos menores) y a nivel de país (para el caso
de Colombia, véase, por ejemplo, Gaviria, 2011; Richani, 2012). Este objetivo, aunque de im-
portancia central en el diseño de cualquier política agraria seria, no ha sido enfoque de mucha
discusión en este trabajo porque la mejor forma de apoyar tal seguridad es a través de una buena
política de apoyo a la agricultura familiar; los dos objetivos van juntos.
4 Con la excepción de las familias situadas en la parte superior de la distribución del ingreso.
5 La agricultura de exportación basada en las pequeñas explotaciones puede ser la forma más be-
neficiosa de todas cuando genera altos ingresos (Berry, 2001). Pero típicamente los mecanismos
endógenos de la economía política sufren de un sesgo a favor de la exportación generada por los
productores grandes.
6 Estas experiencias ilustran una combinación de: (i) la incapacidad para distribuir de manera
eficaz los alimentos disponibles (por ejemplo, debido a un sistema débil de comunicaciones y
transporte-el caso de Rusia, pero no de Irlanda), (ii) el desinterés, notorio en el caso de ciertos

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