El criterio espectacular [III] - Artículos de Baldomero Sanín Cano en la revista Hispania - Años de vértigo. Baldomero Sanín Cano y la revista Hispania (1912-1916) - Libros y Revistas - VLEX 857284205

El criterio espectacular [III]

AutorRafael Rubiano Muñoz/Juan Guillermo Gómez García/Baldomero Sanín Cano
Cargo del AutorSociólogo y magíster en Ciencia política de la Universidad de Antioquia/Abogado de la Universidad Externado de Colombia con estudios de filosofía en la Universidad Nacional de Colombia/Autor
Páginas213-218
213
EL CRITERIO ESPECTACULAR [III]
Revista Hispania, n.º 30, Londres, 1 de junio de 1914, pp. 1080-
1081.
paRece que el cRítIco de teatros está condenado a desaparecer.
Han desaparecido antes de ahora especies más útiles o más curiosas;
pero sería lástima que fuéramos a quedarnos sin un representante
de aquel género literario puesto en alto por Larra, por Jules Janin,
por Lemaître, por Père Fagnet. Si el solo crítico de teatros del siglo
xIx hubiera sido Francisque Sarcey, es posible que algunos auto-
res dramáticos hubieran señalado su desaparición con un gesto
de complacencia. Yo no soy autor dramático, y, en verdad, no me
habría hecho falta la crítica de teatros si el dogo hubiera sido el
único e irremplazable censor de este género.
Ahora, sin embargo, los críticos no van a desaparecer por ra-
zón de muerte natural, lo cual sería muy lamentable, sino por un
curioso procedimiento de suplantación. Hasta ayer (el mundo va
de prisa) los dueños de teatros tenían cierto interés en el éxito de
los dramas que traían a la escena; pero el interés principal fincaba
en el pobre dramaturgo, cuya vida, al decir de quienes conocen
el teatro por dentro, era una tortura insufrible en los dos meses
anteriores a la presentación. Para juzgar de su obra, sabía el autor
que se iban a agolpar a la platea gentes familiarizadas con Sófocles
y Aristófanes, con Esquilo, con Shakespeare, con todo el teatro
español y francés, con la Dramaturgia de Lessing, con Goethe lo
mismo que con Goldoni. Esas gentes conocían el teatro por dentro
y por fuera, y podían señalar rápidamente y sin contemporizaciones
por dónde flaqueaba la pieza. La perfección del oficio había llegado

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