Entre la Democratización y la República. Revisitando el ciclo de movilización en el último gobierno Kirchnerista (Argentina, 2012-2015) - Núm. 166, Julio 2018 - Estudios de Derecho - Libros y Revistas - VLEX 746596741

Entre la Democratización y la República. Revisitando el ciclo de movilización en el último gobierno Kirchnerista (Argentina, 2012-2015)

AutorAna Natalucci
CargoInvestigadora Adjunta CONICET

Introducción

En el tiempo transcurrido del siglo XXI, se produjeron en Argentina tres acontecimientos en la política nacional, aunque con diferentes niveles de magnitud y de efectos sobre el sistema político. Se tratan de la crisis de diciembre de 2001, de la crisis del campo entre el gobierno y el sector agropecuario en 2008 y de la crisis del giro a la izquierda iniciada en 2012 y que se manifestó en el proceso electoral de octubre y noviembre de 2015. Siguiendo a Koselleck (2001), en un acontecimiento se condensan experiencias pasadas, procesos de largo y de corto alcance como expectativas de los sujetos involucrados. Los acontecimientos tienen como potencialidad conectar con otros y, al mismo

Coincidentemente, a los acontecimientos mencionados se los refiere como crisis, o bien la crisis de 2001, o la crisis del campo o la crisis del giro a la izquierda. De acuerdo con Koselleck, el concepto de crisis deriva del griego, de “krino, separar, elegir, decidir; juzgar; en voz mediam medirse, discutir, luchar” (2012, p. 132). Algo de la noción de crisis remite al orden de una resolución definitiva, irrevocable. La crisis de 2001 primero refería al problema respecto de la representación política y su relación con las formas de acción colectiva en el marco de una sociedad reconfigurada por las reformas neoliberales. La crisis de 2008 reorganizó el campo político entre Kirchnerismo y anti- Kirchnerismo, mientras el primer polo recuperaba la premisa tradicional peronista de pueblo- anti-pueblo, el segundo aludía a una memoria más reciente, la de la “gente” contra los “políticos”. La crisis del giro a la izquierda anudaba varios acontecimientos que cuestionaban la incapacidad del gobierno para resolver las demandas que habían emergido durante su propio proceso y por la crisis internacional de 2008-2009 que había hecho evidente los problemas estructurales de la economía doméstica; pero también una disputa mayor sobre el Estado en un contexto posneoliberal. En este marco, la corrupción aparecía como un síntoma de esa incapacidad. A su manera, cada crisis suponía cuestionamientos a la elite politica, tanto a su desempeño como al régimen de dominación política. Siguiendo a Boltanski (2014), este último es entendido genéricamente como una forma de orientar un determinado poder al servicio de una política; en pos de su legitimación social y frente a acusaciones de arbitraria, se vuelve necesaria la elaboración de justificaciones de modo de ampliar su grado de generalidad.

En el devenir de estas crisis, y como consecuencia del cuestionamiento a las elites, se generaron procesos de polarización que reordenaban el campo político y propiciaban la emergencia de nuevas experiencias que intentaban redefinir el régimen de dominación. Esas experiencias fueron el Kirchnerismo y Propuesta Republicana (PRO); ambas se constituyeron en 2003 a propósito de contiendas electorales, el kirchnerismo para la elección nacional de abril y Compromiso para el Cambio para la elección de agosto en la que se disputaba la Jefatura de la Ciudad de Buenos Aires. Dirigentes de ambas fuerzas políticas han reconocido a la crisis de 2001 como la condición de posibilidad para su emergencia. Es decir, esa crisis cerraba un ciclo mientras abría otro con novedades para tener en cuenta. Una de ellas fue la reactivación de dos gramáticas, de larga tradición en la historia nacional, que habían mutado durante las reformas de mercado neoliberales y fueron recreadas en el transcurso de esas crisis. Se trata de las gramáticas movimentista y liberal; cada una fue construyendo una narrativa a partir de determinadas palabras: justicia social, democratización, inclusión social y república, libertad, corrupción respectivamente. Estas palabras se convirtieron en denominaciones con las que cada sector se identificaba y organizaba su actuación política.

A partir de esta breve esta contextualización, el objetivo de este artículo es reconstruir esa crisis iniciada en 2012 como acontecimiento prestando atención a ambas gramáticas, y en especial a la liberal respecto de cómo operaron las denuncias de corrupción para su consolidación y expresión electoral. El argumento que organiza el texto es que la disputa se organizó entre la democratización y la República como principales denominaciones, pero que aparejaban otras como inclusión social, justicia social, pueblo frente a las corporaciones, o bien libertades individuales, división de poderes y corrupción3. Durante el ciclo, las denuncias de casos de corrupción jugaron un rol central en la configuración del polo anti- Kirchnerista y en la revitalización de la gramática liberal. Siguiendo a Pereyra, el estudio de la corrupción y su vínculo con la política puede abordarse desde tres registros diferentes “a) la constitución de un movimiento anti-corrupción; b) la multiplicación de escándalos en la prensa; y c) la incorporación de la corrupción como tema de campaña y de producción de politica pública por parte del campo político” (2013, p. 15).

De estas posibilidades, en este artículo nos vamos a concentrar en el úlitmo registro, específicamente en el ciclo de movilización ocurrido entre 2012 y 2013. Durante este ciclo se activó la presencia callejera de los sujetos políticos, la gramática liberal tuvo una revitalización y demandas vinculadas al gobierno y contra la corrupción contribuyeron a la polarización del campo político. En términos metodológicos y desarrollo del argumento, se sigue una estrategia genealógica que permita identificar a los protagonistas y desentrañar las disputas politicas que entablaron entre sí como las narrativas que construyeron para tal fin 4.

Pensar desde las gramáticas

La noción de gramática remite, sin dudas, a la obra de Ludwin Wittgenstein. Hannah Pitkin (1984) ha sostenido que pese a que el reconocido filósofo no realizó una contribución concreta a la “teorización de la política contemporánea” en tanto no escribió sobre “la historia, la revolución o la alienación” (1984, p. 455), lo hizo al postular que el mundo se estructura mediante el lenguaje y que este no es un simple vehículo de pensamientos. Para Pitkin, el aporte concreto de “pensar en un modo de wittgesteiniano de teorizar sobre lo político” (Pitkin, 1984, p. 469) consiste en que esta perspectiva configuró las “bases de una concepción pragmática de la política [como una] “red de significados en acción, como juego de lenguaje” (1984, p. 469). Concretamente, definir el lenguaje como juego donde su uso es relativo a determinado contexto implica que su sentido/significado no puede sólo vincularse a la práctica lingüística, sino también a los agentes que se apropian de ellos y los actualizan en su uso.

La noción de “juego de lenguaje” está relacionada con la de “gramática”, que sintetiza el carácter recursivo de la acción estructurándola. Por esta razón, se trata de una acción situada que reconoce las capacidades de los agentes para hacer uso de ella. Una gramática son las reglas no escritas que gobiernan nuestro lenguaje y regulan los juegos de lenguaje. Siguiendo la lectura que Pitkin hace del segundo Wittgenstein, una “gramática nos dice cómo hay que llamar a algo en un caso concreto, por ejemplo, lo que en un caso concreto llamaríamos `llegar a saber´” (1984, p. 177. Cursivas y comillas en el original). Su carácter convencional reside en “las regularidades de nuestra gramática que enlazan diversos fenómenos en un solo concepto” (1984, p. 197). En este sentido, “las convenciones están “fijadas” no por costumbre o por acuerdo, sino más bien “por la naturaleza de la vida humana misma” (1984, p. 199). No se trata de una lógica contractual sino de su relación con las formas de vida en tanto pautas, regularidades y configuraciones que aluden al “tejido de la existencia y actividad humana” (1984, p. 199). Esas convenciones hablan de aquello que se comparte en el mundo empírico, con lo cual tienen una base experiencial; se trata en definitiva de la relación entre el mundo y las palabras.

Siguiendo a Lemieux (2017), este giro pragmático en ciencias sociales y específicamente el giro gramatical realizaron un aporte sustancial al estudio de la acción colectiva y sus vínculos con el sistema político. Como indica Lemieux no se trata de esperar de este enfoque una “utopía refundadora [sino más bien] ciertas mejoras en la comprensión que ya tenemos” (2017, p 17. Cursivas en el original). En este marco, vamos a definir a la gramática política como el juego de reglas no escritas que delimita, por un lado, las pautas de interacción de los sujetos; y por otro, las combinaciones de acciones para coordinar, articular e impulsar intervenciones públicas, acciones orientadas a cuestionar y transformar o ratificar el orden social. Constituyen un sistema de reglas de acción que liga el tiempo y espacio de la experiencia de los sujetos, definiendo formas válidas de resolver problemas de los recursos de asignación y de autoridad (Giddens, 2011). Los primeros refieren a “los recursos materiales empleados en la generación de poder [que] derivan del dominio humano sobre la naturaleza” (2011, p. 398); los de autoridad aluden a aquellos que “derivan de la posibilidad de aprovechar las actividades de seres humanos […] nacen del dominio de unos actores sobre otros” (Giddens, 2011, p. 398). En definitiva, una gramática delinea la manera en que un agente colectivo interviene en el espacio público, encuentra motivos de justificación y razones para actuar, establece estrategias de coordinación y articulación política y propone un modo de ordenamiento social.

A fines metodológicos, cada gramática expresa un modo diferente de actuar respecto de cinco criterios para continuar el planteo de Wittgenstein: 1) el sujeto de transformación; 2) la forma de construcción política y el lugar que se le otorga a la movilización, 3) la concepción sobre el Estado, 4) las tradiciones políticas, y 5) la relación entre lo sectorial y particular con lo universal o entre lo...

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