El dilema del prisionero en las negociaciones y el cumplimiento del régimen internacional de cambio climático - Acuerdo de París sobre cambio climático e instrumentos conexos ¿Pueden quitarnos la venda de los ojos? - Libros y Revistas - VLEX 748379589

El dilema del prisionero en las negociaciones y el cumplimiento del régimen internacional de cambio climático

AutorJuan Pablo González Cortés
Cargo del AutorAbogado con mención en Filosofía
Páginas65-82

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El dilema del prisionero, al igual que la tragedia de los comunes en la que ahondaremos más adelante, hace parte de la teoría de juegos de la cual habla la economía. Ambas parábolas nos muestran una situación en la cual los distintos actores están compelidos a actuar de manera egoísta y a maximizar su beneficio, lo que termina perjudicando el bienestar colectivo y, en últimas, termina perjudicando su bienestar individual. El dilema del prisionero consiste en lo siguiente: dos prisioneros están siendo acusados de cometer un crimen de manera conjunta y están esperando el juicio. Los prisioneros están en celdas separadas y no se les permite comunicarse. El fiscal les hace saber los escenarios posibles:

  1. Si ninguno aporta evidencia a la investigación, cada uno será condenado de un crimen menor y pasará 1 año en la cárcel.

  2. Si uno de los prisioneros aporta evidencia y el otro no, el primero saldrá libre y el segundo será condenado a 10 años de prisión.

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  3. Si los dos aportan evidencia, cada uno tendrá 5 años de cárcel.

    ¿Cuál será la mejor opción para cada uno de los prisioneros? ¿Aportar o no evidencia? Así el otro aporte evidencia o no, es mejor para el prisionero que sea aportar evidencia; si el prisionero 1 aporta evidencia y el prisionero 2 no, el prisionero 1 saldrá libre; si el prisionero 1 aporta evidencia y el prisionero 2 también, el prisionero 1 tendrá 5 años de prisión. En el escenario opuesto: si 1 no aporta evidencia y 2 tampoco, 1 tendrá un año de prisión, en lugar de haber salido libre si hubiera aportado. En el escenario en que 1 no aporta y 2 sí, el prisionero 1 tendrá 10 años de prisión, es decir, el doble de si hubiera aportado.

    Por ende, los dos aportarán evidencia y pasarán en la cárcel cinco años. Esto es similar a lo que ocurre en la tragedia de los comunes, en donde el comportamiento individual y egoísta produce un resultado desfavorable para ambos desde el punto de vista de su individualidad: si hubieran cooperado entre sí hubieran podido pasar un año en la cárcel cada uno.

    Dunoff (2010) explica, a propósito del dilema del prisionero, que tanto los individuos como los Estados están impulsados, en su actuar, por móviles o motivos mixtos: de un lado, tienen incentivos para cooperar, pero, de otro lado, tienen incentivos para comportarse de manera oportunista y afectar a los otros. El mismo autor también aclara que esto ilustra la divergencia frecuente entre la racionalidad colectiva y la racionalidad individual en escenarios marcados por interdependencia.

    En las próximas páginas notaremos cómo el dilema del prisionero se manifiesta en los escenarios de negociación y puesta en marcha de los acuerdos internacionales de ccih y, al mismo tiempo, empezaremos a tocar un tema sensible para este escrito, a saber, la percepción de legitimidad del régimen. Volveremos a echar mano de la historia, pero esta vez poniendo la lupa en los intereses de los distintos actores, en particular de los Estados,

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    que participaron en la adopción de los diferentes instrumentos del régimen jurídico-político internacional de cambio climático, para así corroborar si el régimen, desde su constitución, logró una división de los costos y beneficios adecuada entre los distintos países. En otras palabras, analizaremos si el régimen internacional de ccih es percibido como legítimo. ¿Cuál es la influencia de esto en la eficacia del régimen? Que los regímenes sean percibidos como legítimos, es decir, que los intereses de los distintos actores sean conciliados en la adopción y evolución del régimen, es una cuestión clave para la eficacia de dicho régimen (Young, 2011) (Mitchell, 2010).

4.1. El cambio climático inducido por el hombre como una manifestación del dilema del prisionero

Hay que remontarse hasta el año 1989 cuando se estaba gestando la cmnucc para empezar a entender los intereses de las partes. En la reunión de Noorwijk, en 1989, la mayoría de los países europeos, al igual que Canadá, Australia y Nueva Zelanda, respaldaron el establecimiento de metas cuantitativas de emisiones nacionales de gei; es decir, promovieron el establecimiento de plazos y metas concretas. Los países europeos promovieron en particular que hubiera metas diferenciadas para cada uno de los gei. Por su parte, Estados Unidos, Japón y la antigua Unión Soviética cuestionaron las metas y plazos concretos; señalaban que eran muy rígidos, que no tenían en cuenta las distintas circunstancias nacionales, y que podrían llegar a ser en gran parte simbólicos. Estados Unidos sostuvo, además, que era necesario seguir investigando sobre el tema y que lo mejor era tomar medidas nacionales modestas (Gupta, 2014) (Bulkeley & Newell, 2015).

Estas diferencias se pronunciaron en 1990 en la Conferencia de Bergen y en la Segunda Conferencia Mundial del Clima. En esta última hubo una disputa, además, entre países desarrollados

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y países en desarrollo: los países en desarrollo pidieron mayor representación en el tema y que el ccih no fuera visto únicamente como un tema ambiental sino de desarrollo. Por esta razón, pidieron que las negociaciones fueran más democráticas y menos técnicas, de manera que el tema no fuera abordado solo por el ipcc; por ello, solicitaron que la Asamblea General de la onu fuera la abanderada, como en efecto sucedió. En diciembre de 1990 se expidió una resolución que puso las negociaciones bajo el auspicio de la Asamblea General y no bajo el auspicio de entidades como el mismo ipcc, el pnuma o la omm, como hubieran preferido los países desarrollados (Bodansky, 2001).

Después, los países en desarrollo se fragmentaron; solo coincidieron en la necesidad de apoyo y de transferencia tecnológica por parte de los países desarrollados. Los pequeños Estados insulares se organizaron como la Alianza de Pequeños Estados Insulares —aosis, por sus siglas en inglés— y tuvieron un papel importante en el establecimiento de reducciones de CO2. Diametralmente opuesta fue la posición de los países productores de petróleo, que cuestionaron la base científica del cambio climático y objetaron las reducciones de gei. En esto último se puede ver otra vez reflejado lo que expresamos con anterioridad: las voces del negacionismo vienen por parte de los sectores que no les conviene aceptar la realidad del ccih. En la mitad estuvieron los países en vía de industrialización que señalaron que las medidas para contrarrestar el cambio climático no podían frenar su desarrollo y que los principales responsables de ese problema tenían que resolverlo (Bulkeley & Newell, 2015).

Conviene resaltar acá otra cuestión muy importante: el deseo de consenso1les dio a los países individualmente considerados

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como, por ejemplo, Estados Unidos un efecto importante sobre la decisión final. En cuanto a la participación de otros actores, lo cierto es que en las negociaciones de la cmnucc los Gobiernos tuvieron el protagonismo. La excepción fue la Fundación para el Derecho Internacional Ambiental y el Desarrollo —field, por sus siglas en inglés—, que ayudó y estimuló a que se constituyera la aosis, que sin duda iba a tener influencia en la formación del régimen, sobre todo haciendo presión para que se incluyeran metas de reducción de gei concretas y ambiciosas (Bulkeley & Newell, 2015).

En cuanto a la adopción del pk también hubo posiciones encontradas. Al principio, al igual que en la cmnucc, las negociaciones avanzaron poco. Algunos...

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