Discusiones sobre desarrollo, exclusión y justicia social - Trabajo, desarrollo y justicia social: cien años de la OIT - Libros y Revistas - VLEX 795807773

Discusiones sobre desarrollo, exclusión y justicia social

AutorIvonne Patricia León
Cargo del AutorMagíster en Derecho y politóloga de la Universidad Nacional de Colombia
Páginas17-49
DISCUSIONES SOBRE DESARROLLO, EXCLUSIÓN Y
JUSTICIA SOCIAL
Ivonne Patricia León*
Los paradigmas científicos, como los culturales, son configuraciones espacio-
temporales que, en el plano espacial, comprenden una estructura simbólica más o
menos flexible que, cuando es sometida a una tensión excesiva, pierde su forma y
pasa a constituir otro paradigma cultural diferente y, en el plano temporal, toman
formas, perduran por un tiempo y luego se desintegran.
Los regímenes de significación incluyen dos componentes: una economía
cultural y un modo específico de significación. Una economía cultural supone
relaciones de producción específicas de los objetos y las ideas, condiciones espe-
cíficas de recepción, un marco institucional que medie entre las dos anteriores y
un modo particular de circulación de dichos objetos e ideas.3
El ideal de desarrollo que se plantea una sociedad, así como su marco jurídico
y la forma en la que son percibidos sus efectos obedecen en gran medida a la idea
de justicia imperante y de la forma en que los “otros” son incluidos o excluidos.
Cualquiera que sea el modelo de desarrollo por el que una sociedad se oriente, es
imprescindible desentrañar el régimen de significación que subyace en él, pues
3 Scott Lash, Sociología del posmodernismo (Madrid: Amorrortu, 2007), 21.
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Derecho y politóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Correspondencia: ipleon@ucatolica.edu.co
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de este dependerá la producción de mercancías, de bienes culturales y del terri-
torio en sí mismo.
El concepto de desarrollo y la idea de progreso están atados a una construc-
ción discursiva sobre la crisis o aquello que hay que superar. A su vez, la identifi-
cación del riesgo (crisis) determinará los márgenes de inclusión y exclusión en la
sociedad. De esta forma, los modelos de desarrollo delinean y son delineados por
los principios de justicia, por lo que es en este marco en el que se deben estudiar
las instituciones y los mecanismos de exclusión de una sociedad.
Toda sociedad y todo modelo de desarrollo configuran un “otro” cuando es-
tablecen las fronteras de su propio mundo y sus horizontes de sentido, esto es,
cuando diseñan sus instituciones y se orientan por un determinado concepto de
justicia. La dialéctica violenta que evita la proliferación de lo distinto queda ocul-
ta tras un orden jurídico-político excluyente que pasa por alto la complejidad de
la definición identitaria, cuyas consecuencias totalizadoras evitan la posibilidad
de resistencia frente a esos modelos.
La industrialización, la técnica y el conocimiento científico invaden todos los
ámbitos de la vida humana, incluida la comunicación. Aparecen sociedades de
conocimiento que determinan la marcha económica y cultural del mundo. Estos
hechos, que no tienen más de cuatro décadas, suponen un desplazamiento com-
pleto de todas las cuestiones axiológicas y, por tanto, también de las religiosas y
éticas; todas quedan afectadas, aun las organizaciones, las relaciones sexuales, la
familia, la procreación y la política, entre otros, están permeadas por la sociedad
del conocimiento.
La nueva agenda involucra problemas como la democratización por medio
de la institucionalización de mecanismos de participación, trasparencia, lucha
contra la corrupción, institucionalidad y el imperio de la Constitución y la ley,
exigencias mínimas de gobernabilidad política que facilitan y crean las condicio-
nes para la inversión de empresas nacionales y extranjeras. Lo anterior propicia
un entorno para el buen funcionamiento de los mecanismos del mercado y la libe-
ralización comercial, indispensables para el crecimiento económico y el bienestar
de las poblaciones.
Por lo anterior, es necesario comprender que la concepción de justicia en una
sociedad y, con ella, las instituciones que se plantean en torno a un cierto ideal
de progreso, se funda en un continuo ejercicio de inclusión y exclusión. Para
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avanzar en este objetivo, se propone desentrañar las formaciones discursivas y el
régimen de significación que subyacen en el establecimiento de la exclusión en
una sociedad a partir del modelo de desarrollo imperante y establecer el papel de
la OIT en la configuración de alternativas de sociedad.
La fe en el progreso y el triunfo de la razón
La oposición entre pasado y presente se encuentra asociada con la concepción
misma del tiempo y de la historia, como anota Le Goff, en línea con Piaget: “[…]
comprender el tiempo significa liberarse del presente”.4 Mas dicha distinción no
es natural, sino una construcción del hombre. Hasta el siglo XVIII se valoró el
pasado como el tiempo de los orígenes y los antepasados y se lo relacionó con
la felicidad; no fue sino hasta la primacía de la ciencia que se consideró pasado
como sinónimo de atraso y moderno, como símil de progreso.5
El progreso fue la manifestación del triunfo de la razón y de la trasformación
de la concepción sobre la historia. Las ideas acerca de la contemplación de la
creación divina y la naturaleza cedieron su lugar al proyecto logocéntrico y se ve
a Dios como ingeniero y matemático, así como a la convicción en las posibilida-
des que ofrece la intervención humana en el medio. La evolución de las ciencias
y las técnicas y el vínculo que se propuso entre desarrollo histórico y avance
material fundamentaron la fe en el progreso y la centralidad de la razón como las
conocemos en la actualidad.
El modelo feudal de producción buscaba asegurar la subsistencia de la comu-
nidad. Desde esta perspectiva, el crecimiento no fue una noción importante; ade-
más, la religión condenó el apego a lo material y el anhelo de transformar el orden
deseado y diseñado por Dios.6 La fortuna consistía en aceptar el destino y afrontar
los designios de Dios, ya que la sacralidad se expresaba mediante las estructuras
del mundo y de los acontecimientos. La Iglesia era la única fuente de autoridad
religiosa y, con ello, aseguraba su dominio sobre las creencias y los valores de
la comunidad, mientras la justicia era la denominación común del poder político
4 Jacques Le Goff, Pensar la historia. Modernidad, presente, progreso (Barcelona: Paidós, 2005), 15.
5 Le Goff, Pensar la historia, 15-16.
6 Le Goff, Pensar la historia, 204.

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