Divorcio en buda, una noción de justicia en la ficción - Núm. 33, Enero 2010 - Revista de Derecho de la División de Ciencias Jurídicas - Libros y Revistas - VLEX 379663446

Divorcio en buda, una noción de justicia en la ficción

AutorJudith Nieto
CargoDoctora en Ciencias Humanas, mención: Literatura y Lingüística, Universidad Austral de Chile.
Páginas26-61

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Exordio

Como una idea que retorna, estamos otra vez frente a un nuevo inicio, a una manifestación artística de igual género, frente al mismo autor, pero, ante todo, frente a la condición humana y aquello que resulta difícil por su obra. Cuestión casi imposible de llevar a cabo por el hecho de existir en medio de la pesadez de la duda, la levedad de la ilusión y la brevedad del encuentro.

En esta ocasión presento la obra del escritor húngaro Sándor Márai Divorcio en Buda, novela en cuyos contenidos de derecho muestra una posición en torno a la idea de la justicia. La pregunta con base en la cual desarrollaremos esta disertación la hemos formulado así: ¿qué noción de justicia hace presencia en el contenido de una novela de ficción como Divorcio en Buda? Interrogante en el que subyace una idea de justicia asociada con la ley que se acoge a los presupuestos claros del derecho y de su ejercicio contemporáneo, bien por la cercanía a lo humano, bien por la distancia. No obstante la pregunta central de esta digresión, la novela hace un guiño al lector para que revise lo relacionado con la voluntad de hacer justicia, visible en el juez Kömives, sugerencia que muy posiblemente sea atendida en algún momento de esta búsqueda.

Además, el interrogante da cuenta de cómo la literatura piensa e imagina el mundo del derecho y el ejercicio de la justicia. Esta inquietud está inscrita en la investigación "Justicia y libertad en Divorcio en Buda", adelantada por Tiempo Cero, grupo de investigación en la línea de filosofía y literatura, adscrito a la Escuela de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander (UIS). La razón que ha motivado esta búsqueda consiste en observar cómo mediante la literatura el derecho se hace más comprensible y ofrece claridad sobre la justicia, opacada por el tratamiento cerrado y académico que tradicionalmente ha tenido esta disciplina.

Este ensayo se centra en la pregunta planteada y tiene como objetivo estudiar, en fragmentos precisos de la novela Divorcio en Buda, la manera como Sándor Márai se imagina la noción de justicia. Dicho obje-

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tivo resulta interesante, pues, por una parte, tenemos la oportunidad de deleitarnos con una prosa elegante y agradable, característica de este autor y, por otra, porque es visible el conocimiento del derecho en Márai y su preocupación por los problemas que genera la aplicación de éste en materia de justicia. Esta situación ayuda a tener claridad sobre dichas nociones; pero, ante todo, permite comprender el mundo donde vivimos, el mismo que opera irremediablemente bajo los parámetros de demandas por una vida privada y pública más justa, más equitativa y más digna.

Son apoyo bibliográfico para este texto autores como Hannah Aren-dt (1998), Mijaíl Bajtín (1999), Milán Kundera (1994), Sándor Márai (2005a), Beatriz Espinosa (2004), Martha Nussbaum (1997), quienes, entre otros, se han dedicado a estudiar la literatura y el derecho en particularidades teóricas, desde las cuales han logrado la cercanía de estas dos prácticas y la imaginación literaria ha obtenido significativas miradas sobre el derecho.

Para dar respuesta a la pregunta formulada se acogerán discursos ilustrativos del lugar del acusado y las formas como éste se defiende, específicamente en la trama de la demanda de divorcio, en la que hay espacio para la explicación y la búsqueda de comprensión del hombre, ¿o la defensa? Sobre este aspecto veremos pasajes de la novela que muestran una interesante concepción de justicia.

Así es, el implícito de estas líneas indica que se ha iniciado una nueva búsqueda a partir de la novela del escritor húngaro Sándor Márai Divorcio en Buda (2005a), obra hecha de pasado y presente, en la que la memoria cobra vigencia, pues los recuerdos, filigrana del relato tejido armónicamente entre narrador y personajes, serán sustancia de pasión y muerte para quienes transitan con vida propia -no tan ficticia- por estas ciento noventa páginas. Igualmente, los ojos y el pensar que se posan sobre ellas constatan, de principio a fin, que el contenido narrado procedente de la imaginación se encuentra y se toca con el peso de la realidad; el mismo cuyo rostro deja ver la huella dolorosa del amor imposible, o la carta jugada de nuevo por amor, que cae en contra de quien apuesta a ganar. Así, aunque se trate de una creación instalada

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en la noción y aplicación de la justicia, irremediablemente se relaciona con la situación de amor y desamor, fuente de vida y sentido de este dramático relato. Pero, antes de concentrarnos en la obra, analicemos un apartado vital para esta búsqueda, mediante el cual se articula la relación filosofía-literatura.

A propósito de la durabilidad de las obras de arte

En La condición humana Hannah Arendt, a propósito de la obra de arte, declara:

Debido a su sobresaliente permanencia, las obras de arte son las más intensamente mundanas de todas las cosas tangibles; su carácter duradero queda casi inalterado por los corrosivos efectos de los procesos naturales, puesto que no están sujetos al uso de las criaturas vivientes, uso que, lejos de dar realidad a su inherente propósito [...], lo único que hace es destruirlas. Así, su carácter duradero es de un orden más elevado que el que necesitan las cosas para existir; puede lograr permanencia a lo largo del tiempo. En esta permanencia, la misma estabilidad del artificio humano [...] consigue una representación propia (1998, p. 185).

El anterior pasaje hace una alusión directa a la supervivencia de las obras de arte y su lugar en el mundo como objetos no intercambiables, pese a su comercialización, su persistencia ante acontecimientos culturales -entre ellos, los religiosos-, épocas históricas; también, al acontecimiento de la guerra. Todos ellos fenómenos cuyos efectos han cobrado una alta cuenta a valiosos objetos artísticos. Queda claro que luego de las vicisitudes por las que transita toda obra de arte, su manera de defenderse es persistir, alcanzar su propia estabilidad y su constante actualización, gracias a su permanente representación, a su constante volver a ellas; logro obtenido cada vez que el hombre las torna vigentes, bien porque las contempla, bien porque las sustrae de su pasado mediante su lectura.

Se agrega a lo anterior que gracias a su capacidad de pensar, el hombre hace posible la obra de arte, a partir de ella da cuenta de sus percepcio-

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nes del mundo, vive mediante éste y conserva el vínculo con la tierra, morada y sentido de su ser en el mundo, resultado de la sensibilidad que lo lleva a crear.

Es así como las obras literarias de ficción y la poesía, logradas con el material singular del lenguaje y como efecto del pensamiento no adverso al recuerdo, se pueden considerar como algunas de las artes más humanas y, en consecuencia, más duraderas. Unas y otras perduran gracias a ese constante ejercicio de memoria (mnemosyne) adelantado por el ser humano ya para fijar en el recuerdo un fragmento de esas manifestaciones artísticas, ya para dar continuidad a la obra y así confirmar su carácter duradero; el cual es posible, independientemente de la huella impresa dejada por su creador, pues lo que cuenta en la duración de una obra de arte es la posibilidad de fijarse en el recuerdo y, desde éste, hacerse permanente. Es su manera de conservarse vigilante ante el tiempo que pasa.

Es sabido que el contenido filosófico se expresa por medio de conceptos, en cuanto una novela nos ubica en aquello que refleja lo humano de los personajes. Es el caso de Kristóf Kömives, quien se mantiene en una temporalidad fija, visible, y en una actitud contemplativa mientras su conciencia vive anclada en los recuerdos venidos del pasado: "El pasado experimentado como historicidad propia, es todo menos lo que se fue. Más bien, es algo a lo que puedo volver una y otra vez" (Hei-degger, 1999, p. 56). De pasado está hecha la historia de todo hombre y progresivamente se forma por razones de temporalidad a lo largo de la vida. Así, se constata una reflexión de hondura filosófica en esta novela, en la que, como dice el narrador al referirse al sentimiento de vejez experimentado por Kristóf antes de los cuarenta años:

La vida se repite de forma extraña y milagrosa, nada ocurre como esperábamos, nada nos puede sorprender. La única sorpresa de la vida se produce cuando descubrimos que también nosotros somos seres mortales, y Kristóf lo había descubierto pronto, a los treinta y ocho años. Esa humillante experiencia física y nerviosa, por suerte no muy duradera, de sentir que a él también le puede ocurrir cualquier cosa

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[...] Pero ¿el qué? Lo que le ocurra no será quizá algo ni tan malo ni tan feo [...], pero seguro que será contrario a toda convención anterior, y luego el mundo permanecerá en un estado rígido y artificial, como un paisaje contemplado por unos ojos de vidrio que observan las nubes, las casas, los rostros humanos (Márai, 2005a, p. 81).

Es así como se repite la vida, de modo sorpresivo y singular, sin que para tal tarea falten los ojos empeñados en mirar lo nuevo, frente a lo que se vive; pues vivir en la realidad y en la ficción es atender a la condena de la repetición.

A propósito de lo conservado en la memoria, entendida como ese problema del recuerdo a lo que según Heidegger se vuelve una y otra vez, pese a que ha quedado en el pasado, el trabajo narrativo de las obras de Sándor Márai, y en particular en Divorcio en Buda, con sus efectos de palabra, historia y memoria, nos ha puesto frente al imperativo de leerlas para pensar su contenido y meditar sobre el tiempo representado en éste. Es la forma de mantener presente al autor y de hacer próximo lo expresado en su narrativa, dado que la memoria y el recuerdo son dones en nada ajenos al deseo de ser perpetuo. Ninguna otra manera como la evocación provocada por las líneas literarias es la que se dispone para que no perezca lo hecho con la arcilla del lenguaje. Es el...

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