Editorial
Autor | Juan Carlos Vélez Rendón |
Cargo | Historiador |
Páginas | 9-10 |
Editorial
Pese a los prejuicios que la rodean, la política resulta connatural a
la vida en común, expresa el sentido del ejercicio de la convivencia y sirve
de medio para que grupos heterogéneos, diversos y plurales acuerden unos
fines colectivos y definan los márgenes de acción de mayorías y minorías en
una sociedad que se dice democrática. En ciertas circunstancias, la política
adquiere una extraordinaria intensidad, penetra hasta espacios insospechados
de la vida cotidiana y puede tornarse tempestuosa, situación que por
inesperada o incomoda no debería servir para descalificarla o desdeñarla.
Así se advierte, por ejemplo, en procesos constituyentes que derivan en
una inusitada lucha y movilización por derechos; o en momentos de crisis
de regímenes dictatoriales o autoritarios que son aprovechados por grupos
sociales tradicionalmente reprimidos para salir a las calles, tomarse espacios
simbólicos y cuestionar la autoridad y los cuerpos de representación que
legitiman al régimen; o en transiciones de la guerra a la “paz”, cuando actores
armados compelidos a abandonar el instrumento expedito y “eficaz” de las
armas ponen en práctica el lenguaje de la política que supone diferencia,
deliberación y búsqueda de acuerdo; o cuando se renueva el gobierno y se
alteran jerarquías, prioridades y procedimientos que implican el reacomodo
de actores y el aprovechamiento de las oportunidades a su alcance para lograr
un lugar influyente en un nuevo escenario. Esa centralidad que adquiere la
política, pese a la impetuosidad y a la vehemencia que se puede reflejar en
quienes la practican, debería ser un motivo para reconocerla y legitimarla
como instrumento ideal para agenciar el cambio social, político, económico
o cultural. Lo contrario sería desconocerla y abrir el espacio para el atropello,
el autoritarismo o la acción violenta.
El análisis de la política tiene una enorme responsabilidad en la
confrontación de los prejuicios que la rodean y en la controversia a las voces
de quienes la invalidan o desconocen. Sin embargo, ese análisis, que busca
responder con prontitud a la rapidez con que suceden los acontecimientos,
a veces es inmediato y no se enriquece con la perspectiva que va mostrando
lentamente el carácter de los actores, el motivo y naturaleza de sus acciones,
los medios con que las emprenden y los resultados que alcanzan; aunque
también esos análisis se hacen a destiempo, perdiendo vigencia e interés
salvo para analistas del pasado o, peor, resultan teleológicos o anacrónicos,
problemas que suelen atribuirse como riesgo profesional propio de los
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