Epílogo: La pesada carga de la moralidad - La última utopía. Los derechos humanos en la historia - Libros y Revistas - VLEX 648995533

Epílogo: La pesada carga de la moralidad

AutorSamuel Moyn
Páginas245-262
Epílogo: La pesada carga
de la moralidad
Cuando la historia de los derechos humanos es contada más allá de los
mitos sobre los orígenes profundos, ella ilustra la persistencia del Esta-
do nación como el espacio político que condensaba las aspiraciones de
la humanidad hasta hace muy poco. El Estado fue la incubadora de los
reclamos de derechos tanto en el ascenso del Estado absolutista, con su
orden interior bien disciplinado y una expansión colonialista exterior,
como en la creación de la nación moderna en la que la ciudadanía y los
derechos, la identificación y la contestación, siempre estaban conectados
entre ellos. La importancia del Estado nación fue amplificada, en lugar
de ser matizada, en la política de alianzas de la Segunda Guerra Mundial
que llevó a la marginalización de los derechos humanos en las Naciones
Unidas, a pesar de que había habido alguna retórica de guerra que los había
utilizado. El Estado nación estaba geográficamente diseminado en la ima-
ginación anticolonial, en la cual los derechos humanos eran entendidos
como un instrumento subversivo contra el orden imperial en nombre de
la liberación y la construcción de Estados nuevos alrededor del mundo.
La crisis percibida del orden poscolonial, sin embargo, le quitó atractivo al
Estado nación como la única fórmula para alcanzar la libertad moderna.
En consecuencia, los derechos finalmente perdieron su conexión con la
revolución.
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LA ÚLTIMA UTOPÍA
Cuando la historia de los derechos humanos reconoce que llegaron
hace poco al mundo, entonces se concentra no simplemente en la crisis
del Estado nación sino en el colapso de internacionalismos alternativos
—visiones globales que habían sido poderosas desde hacía tiempo a pesar
de no contener los derechos individuales—. La crisis de la aprobación popu-
lar de las maquinaciones de la geopolítica de la Guerra Fría dejó a la gente
buscando nuevas causas en las que creer, incluso cuando la década que le
siguió a 1968 le puso una exigente presión en alternativas más novedosas,
especialmente si esas alternativas tenían alcances internacionalistas. La
respuesta de por qué los derechos humanos emergieron no es, entonces, la
“globalización”. Bien fueran las versiones subalternas del internacionalis-
mo que coexistían incómodamente con el nacionalismo anticolonialista
(sobre todo, el panarabismo y el panafricanismo) o el comunismo y los
intentos de salvarlo a través del “humanismo marxista”, lo que da sentido
a la relevancia de los derechos humanos en las últimas tres décadas no fue
solamente la pérdida de fe en el Estado nación sino también el hecho de
que otras promesas alternativas para trascenderlo abandonaran la escena.
El movimiento de los derechos humanos internacionales no se con-
virtió entonces en algo significativo ni por ofrecer una doctrina basada
solo en los derechos ni porque forjara una visión verdaderamente global
por primera vez en la historia. En cambio, fue la crisis de otras utopías lo
que permitió que la propia neutralidad que había hecho de los “derechos
humanos” un discurso absolutamente marginal en el mundo posterior a
la Segunda Guerra Mundial se convirtiera en la condición para su éxito
—cuando parecía tan urgente elegir un bando en una competencia de vi-
siones programáticas—. Tal como varios de sus partidarios en los setenta
eran muy conscientes, los derechos humanos podían irrumpir en esa era
gracias a que el clima ideológico estaba maduro para que ciertas posturas
y reclamos hicieran una diferencia no a través de la visión política sino
trascendiendo la política. La moralidad, un aspecto global en su potencial
alcance, podía convertirse en una aspiración de la humanidad.
No obstante, la propia neutralidad que le permitió a los derechos hu-
manos sobrevivir entrando a la década de los setenta y prosperar mientras
otras utopías morían, también los dejó como una pesada carga más adelan-
te. Porque aunque su irrupción dependía de su posición antipolítica, los
derechos humanos muy pronto fueron afectados por dos cambios transfor-
madores. Primero, el momento en que se favorecían las visiones puramente
morales pasó, principalmente en la política de partidos y electoral en los
Estados Unidos, tal como lo ilustra la corta carrera presidencial de Jimmy
Carter. En segundo lugar, y más importante aún, los partidarios de la idea
de los derechos humanos se vieron obligados a enfrentar la necesidad de
una agenda política y una visión programática —las propias cosas cuya
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