Esclarecimiento histórico y verdad jurídica: notas introductorias sobre los usos de la Verdad - Tercera parte - Justicia transicional. Teoría y praxis - Libros y Revistas - VLEX 52394886

Esclarecimiento histórico y verdad jurídica: notas introductorias sobre los usos de la Verdad

AutorMaría Teresa Uribe de Hincapié
Cargo del AutorSocióloga, profesora e investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
Páginas324-344

Este artículo hace parte de la estrategia de sostenibilidad 2006 del grupo de investigación de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.

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Los despliegues de una trilogía humanitaria

La trilogía Verdad, Justicia y Reparación, constituye la propuesta contemporánea de aquellos organismos internacionales que tienen como tarea tutelar bienes públicos universales, tales como la protección de la vida y de los bienes, los derechos civiles y las libertades públicas; la no discriminación social o cultural y los principios de equidad y de justicia social, vulnerados de manera masiva, sistemática y generalizada durante las guerras y los conflictos armados de diversa naturaleza.1

Esta trilogía, se fue desplegando desde mediados del siglo XX, con los juicios de Núremberg y Tokio; ha sido puesta en práctica con resultados desiguales en países de los cinco continentes y hoy parece constituir un referente de salida para todos aquellos pueblos atrapados en las lógicas cruzadas de las confrontaciones armadas.2 Esta fórmula tripartita: verdad - justicia - reparación, está íntimamente ligada con dos procesos de innegable sello humanitario pero aparentemente contradictorios: aquellos generados por los crímenes de las guerras y los que tienen que ver con la construcción de la paz y la reconciliación: la atención a los horrores del pasado y la preocupación por la convivencia entre los enemigos en el futuro. Page 325

El primer proceso, la sanción para crímenes atroces, tiene que ver con un viejo esfuerzo realizado por las sociedades modernas y liberales para humanizar la guerra, estableciendo reglas éticas y políticas de obligatorio cumplimiento para los diferentes actores concernidos en la disputa, establecer controles y límites al despliegue de las acciones bélicas y para sancionar y castigar, en nombre de la humanidad a quienes las violen; El Derecho de Gentes primero y el Derecho Internacional Humanitario después, atestiguan ese esfuerzo persistente y sostenido desde el siglo XVII por humanizar aquello, que aunque parece inhumano, ha sido una constante en la vida de los pueblos y las naciones.

Estos esfuerzos humanitarios, preventivos y punitivos al mismo tiempo, se confrontan con otros de signo diferente, orientados a las negociaciones entre hostiles, de cara al futuro y con el propósito de construir una paz sostenible, para lo cual se diseñan formas alternativas de aplicación de justicia llamadas transicionales o restaurativas, según el caso, y se ponen al orden del día los discursos sobre el perdón, la reconciliación y el valor supremo de la paz.3

Esto implica que la trilogía de la que venimos hablando, se sitúe en ese espacio de intersección en el que confluyen lógicas, gramáticas y dramáticas, de signo distinto pero ambas de sentido humanitario: las devenidas del despliegue de las guerras y las que exige la construcción de la paz. Es precisamente en ese espacio de intersección donde encuentra su sentido y su significación la fórmula tripartita de verdad, justicia y reparación. Ella intenta conciliar y armonizar las dinámicas encontradas de los atropellos ocurridos en las guerras y las intenciones de reconciliación;4 en otras palabras, la trilogía humanitaria constituye el punto de equilibrio precario y a veces catastrófico, que se manifiesta cuando intenta manejarse en un mismo movimiento, castigo y perdón; memoria y olvido; justicia y paz. Es precisamente en este espacio de intersección y en el punto de equilibrio precario resultante, donde se enmarcan las reflexiones de este artículo.

En primera instancia y como contexto para el análisis de los usos de la verdad, que es el tema que interesa discutir más a fondo, pretendo descomponer Page 326 la trilogía en sus partes constitutivas, señalando como, cada uno de los términos concernidos, es, si se quiere, una constelación de sentido que se relaciona de manera desigual y a veces conflictiva con los otros términos de la fórmula, sin que exista entre ellos una situación de precedencia como a veces se piensa, la cual empezaría con la verdad y terminaría con la reparación, teniendo entre las dos a la justicia; esto implica que las acciones puestas en juego por el despliegue de cada término no se agotan ni se cierran cuando se avanza hacia los dominios de los otros componentes de la fórmula y cada uno puede presentar desarrollos diferenciales, de acuerdo con los propósitos políticos y éticos que se le asignen a cada una; es decir, de acuerdo con los usos que se les definen.

Una vez descompuesta la fórmula en sus partes constitutivas, interesa discutir el problema de los usos de la verdad o mejor de las verdades rivales, distinguiendo entre aquellas orientadas hacia el ejercicio de la justicia, es decir al juzgamiento de crímenes atroces y las que apuntan al esclarecimiento histórico de los procesos que llevaron a semejante desastre humanitario; se trata pues de acciones, procedimientos, ritmos, tiempos, fines y modalidades muy diversos y que bien vale la pena considerar cuando las sociedades se abocan a procesos de transición de dictaduras a democracias o cuando se enfrentan a situaciones de conflicto y posconflicto como es el caso colombiano.

1. La verdad en la trilogía humanitaria

La búsqueda de la verdad sobre los hechos y los acontecimientos de violencia y muerte, la ruptura del silencio sobre lo sucedido, la liberación de las memorias impedidas, manipuladas o atrapadas en la guerra, la puesta en público del dolor y el sufrimiento de las víctimas, el develamiento del terror impuesto a comunidades enteras en nombre de algún propósito vago de justicia social o de seguridad para los bienes y las personas, el reconocimiento público de los horrores del pasado, no se agota ni se cierra con el castigo o la amnistía para los perpetradores pues la palabra dicha en público por las víctimas y escuchada con respeto y compasión por los auditorios, tiene en sí misma perfiles sanadores y reparadores; además, contribuye a reconstruir en algo aquello que la justicia de los tribunales no puede o no quiere sancionar.5 Page 327

La memoria de las víctimas, sus relatos y narraciones, significan para ellas reconocimiento social y restauración de su dignidad;6 tener la posibilidad de ser oídas, de contar su verdad frente a públicos amplios y autoridades con capacidad de decisión para transformar las circunstancias que permitieron la perpetración de los horrores en la guerra, es ya una forma primaria de inclusión en el corpus de la nación, que contribuye a aminorar las sospechas de culpabilidad que generalmente se ciernen sobre las víctimas, según la cual, algo habrían hecho para merecer de tal aplicación de dolor. El giro coloquial "algo debía" representa esa sospecha latente, con la cual deben cargar los afectados por actos violentos.

Poder elaborar el relato sobre un sufrimiento continuo, vivido en silencio y compartido solamente por los familiares y los amigos más cercanos, significa desatar las memorias atrapadas en la guerra, sentirse medianamente incluidos en el "nosotros" político y nacional y quizá, también, empezar a recuperar algún grado de confianza en las instituciones, en sus conciudadanos y en las relaciones interpersonales y sociales. A su vez, para los públicos y los auditorios que escuchan los relatos sobre el horror, significa en primera instancia, acceder a un derecho que le asiste a cada pueblo y cada nación; conocer la verdad, o si se quiere a las otras verdades, esas que sólo poseen las víctimas y que si no son enunciadas por ellas, se pierden irremediablemente en las fronteras de la noche y la niebla, llevándose consigo una parte significativa de la memoria colectiva.

Para quienes no han sido víctimas directas de tal aplicación de dolor, escuchar los relatos de los afectados tiene indudablemente dimensiones políticas y éticas de la mayor significación: se trata de recuperar la compasión, aproximarse a los sufrientes no sólo desde el entendimiento y el diálogo racional, sino también por el camino de los sentimientos, del compartir con otros, a veces radicalmente diferentes y percIbídos como enemigos potenciales, eso que todos tenemos en común, la capacidad de sufrir y de indignarnos.7 Page 328

Cuando menciono el sentido reparador y reconstructivo de la palabra pública de las víctimas, no la sitúo como sustitutiva de las necesarias acciones de reparación económica y simbólica, o como un reemplazo de la justicia ejercida por los tribunales, sólo me interesa resaltar que los relatos de los afectados no van en una sola dirección, denunciar a los culpables en los recintos cerrados de los jueces o justificar algún tipo de resarcimiento económico por lo irremediablemente perdido o expropiado, las verdades memoriales también sirven para esos efectos, pero por lo general las víctimas exigen algo más. La posibilidad de romper el silencio, de escapar al olvido, de ser escuchadas en público y por auditorios amplios y de ser creídas por el Estado y por sus conciudadanos.8

La verdad pronunciada por las víctimas tiene muchas dimensiones: para ellas es reparadora, integradora y sanadora; para los públicos que la escuchan, pedagógica y esclarecedora; para la historia de los pueblos y las naciones es condición necesaria e irreemplazable y para los Estados, los gobiernos y los ciudadanos, una lección sobre lo que no debe volver a ocurrir y sobre la naturaleza de las acciones que deben adoptarse para suprimir las determinaciones de diversa naturaleza que llevaron a tal situación de desgarramiento y horror.

En otras palabras, la verdad no está atada a las exigencias de los otros términos implicados en la trilogía humanitaria, esa no es su única función ni sus alcances están limitados por ellos; la...

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