El escudo de Perseo. La guerra y la paz en una versión de Bobbio - Núm. 3-2005, Julio 2005 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 76931815

El escudo de Perseo. La guerra y la paz en una versión de Bobbio

AutorJorge Giraldo Ramírez
CargoMaestro en Filosofía, profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT. jgiral10@eafit.edu.co
Páginas94-110

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Si hacemos caso al relato de De Senectute, los temas del derecho, la democracia y la paz, o vistos del revés: del poder, el Estado y la guerra, fueron durante su larga vida la principal preocupación de Norberto Bobbio (Bobbio, 1997, pp. 174, 186, 200, entre otras).1 Si tal importancia pudiera medirse en libros o páginas, tal vez poder y guerra o, de nuevo, derecho y paz, hayan sido los más atendidos por el pensador del Piamonte. Particularmente, en lo que nos atañe, una larga obra desarrollada entre 1966 y 1989 fue recogida en los libros El problema de la guerra y las vías para la paz (1979) y El tercero ausente (1989); además, en 1991 y a propósito de la primera Guerra del Golfo, publicó ¿Una guerra justa? Otros dos libros (El futuro de la democracia, 1984, y El tiempo de los derechos, 1990) son vistos por su autor como explicaciones acerca del nexo entre democracia, paz y derechos humanos (Bobbio, 1997, pp. 174, 175).

Aquellos tres temas, o seis conceptos, son de cierta manera momentos de un único discurso coherente: el ordenamiento político moderno requiere, para serlo, un poder que haga que las normas sean eficaces, esto es, que su capacidad regulativa pueda ser garantizada por una fuerza coactiva irresistible. A su vez, tales normas tienen como sujetos no sólo a los miembros de la sociedad política sino también, y en este caso lo más importante, a los diferentes poderes incluyendo al propio poder político que de esta forma encuentra un control a la tentación despótica. Así, la democracia, o más precisamente, el Estado democrático de derecho, se constituye en "el modelo real de encuentro entre derecho y poder" (Bobbio, 1997a, p. 205). Tanto el sistema normativo como la autoridad política establecida derivan su legitimidad, en último término, del consentimiento de los ciudadanos, consentimiento activo que permite definir la democracia como "la sociedad de los ciudadanos" (Bobbio, 1997a, p. 205). Y si el orden estatal tiene como primer fin el de la paz, el Estado democrático de derecho encarna la versión moderna del ideal de la paz en tanto establece las condiciones mínimas para tramitar los conflictos sociales sin el recurso a la violencia, y de ese modo hace posible "el reconocimiento y la efectiva protección de los derechos fundamentales" (Bobbio, 1997a, p. 175).

Bobbio creyó haber encontrado en el Estado democrático de derecho el sustrato real y el motivo teórico para defender la pertinencia de la filosofía del derecho y de la filosofía política, para exigir el diálogo entre ambas e, implícitamente, para encontrarle valor a su propia tarea intelectual. El tránsito de la política al derecho, o viceversa, es, empero, muy azaroso y así parece haberlo sido en la vida de Bobbio. Según su confesión, fue la rebelión europea de 1968 la que lo obligó a incursionar plenamente en la filosofía política y de la manera que él denomina militante -saltando "los muros de la ciudadela académica" (Bobbio, 1992, p. 173)-, en defensa de la democracia, el reformismo y la acción civil. Page 95

Que Bobbio haya tomado con frecuencia cierta distancia de lo que llamaba la "filosofía con mayúsculas" puede interpretarse como una mezcla de respeto, modestia y reproche. De respeto a una obra majestuosa que no siempre le resultó ajena (no es posible tener a Kant y a Hegel entre sus clásicos modernos sin admirarla). De modestia, pues pretendió -sin mucho éxito- mantenerse apartado de las tareas normativas de la filosofía práctica y usó la expresión "teoría" para describir su trabajo analítico e interpretativo, que entendía previo y complementario a aquellas2. De reproche, en tanto asumía que la filosofía política debía hacerse en conexión directa con la realidad y rechazaba sobremanera aquella labor de "pensar los propios pensamientos". Quizás por eso, su discípulo Michelangelo Bovero habla de la filosofía política contemporánea, y principalmente de las teorías de la justicia en tanto devenir de la misma, como si de una nueva escolástica se tratara (Bovero, 1999, p. 13). Y aquí "escolástica" tiene, sin duda, una connotación peyorativa.

Esta versión bobbiana de la filosofía política enriquece nuestro panorama y justifica la tarea filosófica en el tiempo de hoy y en nuestros lugares. Algunas explicaciones de su contenido emergerán en las páginas subsiguientes. Su trabajo sobre los temas eternos del poder y la violencia son iluminadores, y los albores del siglo XXI ya muestran que la guerra y la paz deben seguir llamando la atención del teórico de la política. Sobre estos temas se concentrará este artículo. Para hacerlo, la parte medular y más descriptiva se apoyará en tres mojones del método del autor: (a) los conceptos fundamentales, (b) el realismo sustancial y (c) los ideales frente a la tosca materia. Por supuesto, Bobbio trabajó a partir de un denso entramado metodológico que Bovero nos deja entrever en su introducción a la Teoría general de la política (2003). No es el objeto del presente artículo, pero sin algún apoyo de este tipo Bobbio se hace casi incomprensible y, pudiéramos decir, plano e inexpresivo. Si procuro, y no me excedo en la intención, mostrar el Bobbio sugestivo e inquietante que observo, este recurso luce ineludible.

Bobbio nació en Italia -todos lo sabemos- y la cortesía también -novedad para algunos. Son difíciles de Probablemente haya aquí una huella más de Kelsen, que de ser cierta supondría otro intento de Bobbio por huir del carácter normativo de la filosofía política y reafirmarse en su lado analítico. Page 96 imitar sus buenos modales para criticar y debatir con las teorías más absurdas, y su discreta meticulosidad para corregir a sus clásicos declarados y a las que son, a mi parecer, sus influencias discretas (Marx, Schmitt, Berlin). Entre sus contemporáneos, John Rawls opta por omitir, Isaiah Berlin por elogiar, Hannah Arendt por corregir. En contraste, Bobbio golpea a sus adversarios con una magnífica almadana silenciosa. Deben comprenderse, por tanto, los torpes términos con que intentaré seguir a este auténtico caballero de la filosofía política.

1. Categorías fundamentales

Para Bobbio, una de las tareas imprescindibles de la filosofía política es la que se relaciona con la investigación de las categorías fundamentales de la política y el análisis del discurso político. Este es, probablemente, el principal de los rasgos filosóficos del pensamiento de Bobbio y una de las tantas características de su perfil profundamente moderno. La exigencia cartesiana de conceptos claros y distintos, que se remonta a Hobbes específicamente para los estudios políticos, es su mayor obsesión. La descripción que hace Cassirer del empeño hobbesiano es aplicable por completo al maestro italiano: "El análisis no debe cesar arbitrariamente en cualquier punto, no debe descansar hasta llegar a los elementos verdaderos, a las unidades absolutas ya indivisibles. Si queremos comprender verdaderamente las formaciones sociales y estatales habremos de desarticularlas" (Cassirer, 1994, p. 283).

En ese tipo de análisis no se restringe a aquellos conceptos que tendrían que ser útiles para la comprensión de la realidad, sino que siempre aborda los que se refieren a valores y a ideales. En sus manos, el análisis conceptual es una mezcla de fina artesanía que incluye siempre incursiones lingüísticas, lógicas e históricas, atadas meticulosamente a lo que denomina "la lección de los clásicos". ¡Ese celo por atender y discutir los conceptos con apego a la tradición filosófica, siempre con los clásicos grecolatinos a la mano, aquellos modernos inevitables y sus maestros de principios del siglo XX, y haciéndonos notar a cada paso la relevancia del pensamiento italiano como si compartiera la idea de que allí está la personalidad de la filosofía de su país!3. Page 97

El peso del análisis conceptual es tal, que Bovero se atreve a concluir que "la teoría general de la política de Bobbio consiste en un metalenguaje descriptivo" (Bovero, 1999, p. 23). No podemos detenernos a discutir el énfasis en esa calificación. A pesar de su esfuerzo, Bobbio sabía, como Berlin, que la tarea de separar el material valorativo presente en las categorías políticas puede tornarse una labor imposible. Baste con señalar que en esa exigencia estuvo concentrado, y pasemos a examinar cómo se expone tratándose de la guerra y la paz.

1. 1 Guerra

El estudio de los conceptos fundamentales no comienza de forma caprichosa. Bobbio recurre al menos a tres puntos de vista para definir cuál es el término más importante para el análisis. Uno es el enfoque lógico, según el cual debe precisarse primero la pareja de conceptos opuestos para determinar luego aquel que pueda definirse de manera independiente, es decir, sin referencia al otro. Otro es el punto de vista ético-jurídico, que nos exige explicar y justificar "el comportamiento distorsionado, no el regular" (Bobbio, 2003, p. 551). Una tercera aproximación combina las percepciones de la historia y del sentido común que convocan alrededor del término que denota la "situación existencialmente más relevante" (Bobbio, 2003, p. 549). Todos ellos llevan a atender de preferencia el concepto guerra.

La última manera, quizás, como definió la guerra, reza así: "Se puede decir que existe un estado de guerra cuando dos o más grupos políticos se encuentran entre sí en una relación de conflicto cuya solución es dejada a la violencia" (Bobbio, 2003, p. 551). Más simple pero menos precisa que su definición de 19744, esta formulación exige explicaciones. Las más relevantes tienen que ver con lo que significa propiamente grupo político y violencia.

Grupo político sería aquel...

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