España y Europa en la encrucijada de la teoría y la praxis: para pensar los nuevos populismos - Populismo e instituciones - A contracorriente. Materiales para una teoría renovada del populismo - Libros y Revistas - VLEX 850284230

España y Europa en la encrucijada de la teoría y la praxis: para pensar los nuevos populismos

AutorÍñigo Errejón
Páginas105-121
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España y Europa en la encrucijada de la teoría
y la praxis: para pensar los nuevos populismos
Íñigo Errejón*
Anfibiologías de la política: el cruce entre praxis y teoría
El presente texto se sitúa en un terreno resbaladizo que es, creo, el
único terreno donde, a pesar de ser más complicado y de que garan-
tice menos certezas, merece la pena desarrollar una apuesta teórica
e intelectual. Este terreno anfibio es configurado por la acción polí-
tica directa y por el intento de una reflexión intelectual o analítica
que vaya más allá de las batallas políticas del día a día. Y creo que
deberíamos hacer apología de este terreno y de este modo de inter-
vención intelectual, puesto que ha sido una forma de intervención
muy castigada tanto por la teoría como por la práctica. Me atrevo
a decir que se han construido muchos muros, al menos en España,
para diferenciar de manera irreconciliable una actividad de la otra.
Del lado de la academia ha habido una permanente sospecha de
quien se atreve a confesar sus compromisos, sus valores y la posi-
ción política desde la que piensa; del lado de la acción política, en
cambio, ha imperado una suerte de realismo chato que asume como
ingenua cualquier reflexión que trate de problematizar cosas que,
a lo mejor, no son inmediatamente necesarias para los problemas
de la coyuntura, pero que, no obstante, se vuelven fundamentales a
largo plazo.
Somos conscientes de que, al estarnos moviendo entre estos dos
terrenos, es posible detectar dos abismos que los pueden aquejar.
Por un lado, si nos quedamos solo en la política de corto plazo, la
política de responder a la última polémica mediática que caducará
en veinticuatro horas, corremos el riesgo de una conservación mise-
rable de lo existente, como si el presente se redujera a las disputas
internas cotidianas. Pero por otro lado, si nos fugamos enteramente
de estas cuestiones coyunturales, corremos el riesgo de terminar
* Universidad Complutense de Madrid, España.
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haciendo de las propuestas políticas un espacio idealizado con
escasa capacidad de intervenir en el día a día. Por eso se vuelve
imperiosa una teoría de la política, una teoría del Estado que no
renuncie a todas las complejidades, las miserias y los detalles no
tan hermosos del día a día de la actividad política. Me parece que
por más resbaladizo que pueda parecer este intento de estar tradu-
ciendo permanentemente un campo al otro, entiendo que es la única
posibilidad de fraguar herramientas intelectuales que sirvan para
mejorar la vida de nuestras sociedades y la vida de los pueblos. Este
doble movimiento nos previene tanto de la miseria de la coyuntura
y de lo cotidiano como del refugio religioso y estético de hacer teo-
rías bellas que renuncian a arremangarse y a mancharse con una rea-
lidad que siempre es más fea, más incómoda y más contradictoria de
lo que pueda figurar en los papers.
Una vez aclarado mi lugar de enunciación –el cual tiene que ver
con la voluntad de pensar los procesos de cambio político–, me gus-
taría señalar que los diálogos que están teniendo lugar entre América
Latina y el sur Europa contribuyen a impugnar ciertos prejuicios de
las ciencias sociales, configurados en los espacios históricamente
legitimados para fraguar los conceptos y las teorías. El entorno aca-
démico del que provengo suele estudiar los procesos políticos lati-
noamericanos como una especificidad propia de América Latina,
al punto de etiquetar a sus estudiosos de “latinoamericanistas”. Es
curioso que, por ejemplo, en los congresos de la Asociación Española
de Ciencia Política no haya mesas de germanistas, ni de francesistas,
pero sí de latinoamericanistas. Esto conecta con un prejuicio muy
arraigado en los estudios políticos y tiene que ver con suponer, por
un lado, que habría algo así como una forma de estudiar la política
universal –entendida como los sistemas políticos maduros produci-
dos por el norte– y, por otro, todo un subcampo de estudios particu-
lares propios de sistemas políticos menos maduros y más locales.
Si bien siempre he impugnado, tanto desde mi experiencia mili-
tante como académica, este prejuicio, no obstante, resultaba muy
difícil sortear estas etiquetas y hacer entender la mezquindad de
este marco normativo de los estudios políticos. En mi caso particu-
lar, siempre me interesó estudiar los procesos de cambio político en
América Latina, no tanto como una especificidad latinoamericana,
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