Foucault y la filosofía analítica - Núm. 11, Noviembre 2009 - Ambiente Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 216624341

Foucault y la filosofía analítica

AutorFrancisco Vázquez García
Páginas109-143

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(Recibido: Agosto 5 de 2009. Aprobado: Septiembre 9 de 2009)

"Qu'il me soit* permis de déclarer une fois pour toutes que je ne suis ni un structuraliste ni -je le confesse avec tout le chagrin qui se doit- un philosophe analytique. Personne n'est parfait" (FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. IV, p. 170)

"Vous me direz que c'est là une tâche bien modeste, bien empirique, bien limitée, mais on a tout près de nous un certain modèle d'un pareil usage de la philosophie dans la philosophie analytique des Anglo-Américains (..) Il s'agit, pour la philosophie analytique anglosaxonne, de faire une analyse critique de la pensée à partir de la manière don ton dit les choses. Je crois qu'on pourrait imaginer de la même façon une philosophie qui aurait pour tâche d'analyser ce qui se passé quotidiennement dans les relations de pouvoir"(FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. III, p. 541)

"En fait, j'ai dit que j'avais trois projets qui convergaient, mais ils ne se situent pas au même niveau. Il s'agit, d'un côté, d'une sorte d'analyse du discours comme stratégie, un peu à la manière de Austin, Strawson, Searle. Ce qui me semble un peu limité dans l'analyse de Searle, de Strawson, etc, c'est que les analyses de la stratégie d'un discours qui se font autour d'une tasse de thé, dans un salon d'Oxford, ne concernent que des jeux stratégiques qui sont intéressants, mais qui me paraissent profondément limités" (FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. II, p. 631)

Las razones de una relación silenciada

La entronización de los primeros escritos de Foucault en la escena filosófica española vino de la mano de aquello que se bautizó en su tiempo como corriente "lúdica" o "neonietzscheana", entre finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. En esta tarea de importación, el protagonismo principal le correspondió a Eugenio Trías -esto es, al ámbito neonietzscheano barcelonés-, siendo más atenuada la acogidaPage 110de la primera trilogía foucaultiana en el núcleo de los neonietzscheanos vasco-madrileños (Savater, Echeverría, Gómez Pin).1

El hecho de que los escritos primerizos, más provocadores y más difundidos de Eugenio Trías -Filosofía y Carnaval (1971) y La Filosofía y su Sombra (1969)-, encontraran en los textos de Foucault, en especial la Historia de la Locura y Las Palabras y las Cosas, uno de sus principales respaldos teóricos, marcó decisivamente la introducción del pensador francés en España. En efecto, en esas dos obras -que pueden clasificarse en el género del manifiesto o del panfleto-, Eugenio Trías irrumpía en la comunidad filosófica española arremetiendo directamente contra lo que a su entender representaba entonces la filosofía más influyente en la izquierda intelectual barcelonesa.2 Se trataba del magisterio carismático ejercido por Manuel Sacristán, que en ese momento contaba ya con una creciente legión de jóvenes discípulos. Casi sin mencionarlo, Trías atacaba en esos primeros ensayos metafilosóficos las dos tendencias que veía concentradas en el pensamiento sacristaniano: la sociología del conocimiento de matriz marxista, más concretamente lukacsiana, y la filosofía de la ciencia heredera del positivismo lógico.

En estas circunstancias no es de extrañar que en la red de los discípulos de Sacristán y salvo excepciones como fue el caso de Jacobo Muñoz, la obra de Foucault, y por añadidura la epistemología histórica francesa, asociada por aquéllos al denostado marxismo althusseriano, no tuviera muy buena prensa en este círculo.3 Esta línea de rechazo se ha prolongado en fechas más recientes entre algunos de los seguidores intelectualmente más activos de esa tradición sacristaniana. Así, pensadores como Antoni Doménech o Félix Ovejero, muy versados en la corriente del marxismo analítico, asimilaban la obra de Foucault al infierno irracionalista del postmodernismo filosófico, heredero de Nietzsche y de Heidegger y valedor del relativismo epistemológico.4

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Esta hostilidad se acentuó por otra parte en la década de los 90, cuando la empresa intelectual heredera de Sacristán y representada por Mientras Tanto se topó con la rivalidad que representaban los Cultural Studies. Desde este frente, que invocaba a Foucault como a uno de sus principales iconos, se trataba de elaborar teóricamente la experiencia de los nuevos movimientos sociales, justamente lo mismo que en cierto modo pretendía el proyecto de la revista fundada por Sacristán. El choque era inevitable y arrastraba consigo el anatema contra Foucault dictado desde los filósofos próximos a esta publicación.

Del otro lado, entre los herederos del legado de Trías, tampoco se hizo gran cosa por contestar a esta descalificación. Así Miguel Morey, uno de los intérpretes españoles más cualificados y reconocidos de la obra de Foucault, en vez de proseguir la línea de estudios históricos e indagaciones de archivo abierta por éste, se ha dedicado, no ya en sus exegesis del autor francés sino en su obra filosófica de creación, a elaborar un pensamiento narrativo que minimiza las diferencias entre filosofía y literatura y cuyas referencias principales son autores como Deleuze, Bataille o María Zambrano.5 Por otra parte, no deja de ser significativo que desde este frente (Trías, Morey) se tienda a minusvalorar La arqueología del saber -obra en la que Foucault pretende definir de forma rigurosa su metodología de análisis del discurso- en detrimento de otros textos donde se plasma mejor la factura artística y narrativa de su pensamiento.6

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En estas condiciones difícilmente podía prosperar el intento de quitarle a Foucault el sambenito de postmoderno y antiilustrado, más aún cuando, ya en plena fase de conversión al humanismo y a la sensatez democrática, antiguos nietzscheanos como Savater sumaban su voz a esta requisitoria.7 Nadie parecía dispuesto a resaltar la vinculación del filósofo francés con la tradición científica de Durkheim -vía Dumézil o la escuela de los Annales-, con la rigurosa epistemología histórica de Canguilhem o con la misma corriente analítica. Y esto precisamente cuando algunos reconocidos filósofos anglosajones, discípulos de Putnam para más señas, empezaban a reivindicar en sus trabajos el patronazgo de Foucault8 En virtud de los peculiares avatares de la circulación internacional de las ideas, los rótulos de Foucault y de la filosofía analítica iban a permanecer estrictamente separados en el caso español, como si se tratara de orientaciones contrapuestas o en el mejor de los casos, estrictamente separadas.

Esta situación española tiene no obstante una notable excepción. Se trata del estudio publicado por Maite Larrauri en 1999, titulado Anarqueología. Teoría de la verdad en Michel Foucault, donde la relación entre la arqueología de los discursos y el análisis del lenguaje ordinario (Wittgenstein, Austin, Searle) no sólo es afirmada sino explorada con una profundidad y un detalle sin par dentro de la bibliografía interna-Page 113cional.9 Esta excepción puede entenderse situándola en sus coordenadas históricas. En efecto, Larrauri, aunque emplazada en cierto modo en el exterior de la filosofía universitaria, se ha formado en la Facultad de Filosofía de Valencia, muy marcada por la impronta de la corriente analítica a través de la alianza establecida entre los grupos de Manuel Garrido y de Montero Moliner, catedráticos de Lógica y de Historia de la Filosofía, respectivamente. Ambos impulsaron la revista Teorema, muy relevante en la escena filosófica española durante la década de los setenta. En este medio, muy interesado por la filosofía del lenguaje y por el posible diálogo entre análisis (Garrido) y fenomenología (Montero), la obra arqueológica de Foucault no pasó desapercibida. En Teorema vio la luz una de las primeras recensiones españolas de Las Palabras y las Cosas10 y en la colección de libros anexa a la revistaPage 114(Cuadernos "Teorema") se editó una de las primeras monografías sobre Foucault vertidas a nuestro idioma.11

Esa tendencia característica del ámbito filosófico levantino, proclive a vincular las aportaciones de Foucault con el tronco de la tradición científica e ilustrada, frente al impulso dado a conectarla con la herencia romántica y heideggeriana, se pone de manifiesto en otros trabajos e indica la senda en la que quiere situarse esta contribución.12 Ciertamente, el último Foucault subrayó la distinción, que remontaba a Kant, entre una Analítica de la Verdad, proyectada en el estudio de las condiciones de posibilidad del conocimiento verdadero, siguiendo la estela de la Crítica de la Razón Pura, y una Ontología de la Actualidad, inaugurada por los textos histórico-filosóficos de Kant y consagrada a dilucidar los perfiles del tiempo presente.13 Este era comprendido a partir de las consecuencias sociales y políticas del triunfo de la racionalidad científica.

Esta segunda trayectoria, que es en la que Foucault inscribe su propio proyecto, adquiere sin embargo una expresión muy distinta según las tradiciones nacionales. En Alemania, esta interrogación por el presente toma la forma de una reflexión histórica y política sobre la sociedad, a partir de la relación entre economía, experiencia religiosa y Estado. Es el frente de cuestionamiento abierto desde los posthegelianos hasta Lukács y la escuela de Frankfurt, pasando por Feuerbach, Marx, Nietzsche y Max Weber. En este caso el problema consiste en explicar cómo la barbarie y el poder desmedido pueden nacer de la racionalidad, del proceso de racionalización. En Francia, sin embargo -señala Foucault-esta interrogación se articula en el campo de la historia de las ciencias, desde Saint-Simon, el positivismo de Comte y el hilo de análisis epistemológicos que conducen a Bachelard, Koyré, Cavaillès y Canguilhem.

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Aquí el problema consiste en comprender cómo la racionalidad científica nace a...

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