Generalidades
| Autor | Alejandra María Cabrera Martínez - Andrés Guillermo Hernández Martínez |
| Páginas | 9-62 |
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Generalidades
Una formación para la complejidad
Se habla con insistencia de esta como una época de hipercomplejidad (Bar-
nett, 2002), determinada por la coexistencia de múltiples y discretos cono-
cimientos que a veces ni siquiera se tocan; y por el acceso a mayor cantidad
de información, pero se trata de información que tiene dos defectos: es casi
inabordable –lo cual produce problemas de computabilidad, de los que ya
habló Simon (1955)–, y su calidad parece más cuestionable cuanto mayor
es el acceso.
Los títulos académicos conllevan una especialización casi ilimitada, y
se constituyen en títulos nobiliarios, pero no contienen valores compatibles
con un proyecto de justicia, igualdad y fraternidad (Ralston, 1997). La Uni-
versidad está, así, en una situación de incapacidad para adoptar posiciones
críticas con respecto a la sociedad y a sus epistemologías, y mucho menos
propósitos pedagógicos que promuevan ese proyecto, pues el pequeño grado
de independencia con que contaba la institución se ha puesto en peligro en
muchos aspectos, y principalmente, en la concepción misma del conocimiento
(Barnett, 2002).
No obstante, existen, con el nombre de universidad, múltiples formas
institucionales, con enfoques, principios y valores particulares, que pueden
estar realmente interesadas en el desarrollo de conocimientos constructivos
y renovadores. A estas instituciones, un discurso alternativo les permitirá
dar otras miradas a la realidad. Otras, por el contrario, se constituyen no
más que como vendedoras de servicios educativos, y atrapadas en la lógica
del mercado (Landinelli, 2007), no pueden responder a esta necesidad de
repensar el mundo.
Nuestra era requiere una reconceptualización de la Universidad y de la
forma en la que se educan las nuevas generaciones (Aktouf, 2000; Capra, 1998;
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La complejidad y la formación en administración
Díaz, 2002, Génelot, 1998; Prigogine, 1996; Schrödinger, 1985). Como una
respuesta, Morin (2002) propone Siete saberes necesarios para la educación del
futuro, siete principios que permiten replantear la educación, con el fin de
acercarla a un verdadero pensamiento. El autor se ubica en el llamado método
de la complejidad. Estos principios son:
trascender los errores intelectuales y mentales y la ceguera paradig-
mática.
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nozca el contexto, lo global, lo multidimensional.
propios de lo humano: cerebro-mente-cultura; razón-afecto-impulso;
individuo-sociedad-especie.
como a la imposibilidad real del conocimiento.
la complejidad humana, la apertura subjetiva y la tolerancia.
y la ciudadanía terrestre.
Si bien estos principios son válidos para cualquier ciencia, disciplina o
rama del conocimiento (incluso técnica), es indiscutible que aquellas que se
ocupan de la comprensión de lo humano requieren con mayor premura de
un enfoque integrador.
Hay una dimensión educativa en la construcción del conocimiento, y por
ende en la construcción de la sociedad misma, que es preciso fomentar a través
de una educación multidimensional-transdisciplinaria, con la convicción de
que ella es capaz de formar individuos capaces de resolver problemas y de
crear y recrear, más que reproducir, ideas (Landinelli, 2007).
Así, es ineludible la necesidad de una educación en la complejidad, en-
tendida esta en un sentido amplio, de manera que pueda ser aprehendida
por medio de diversas perspectivas de análisis: como cosmovisión o forma
de ver el mundo, como ciencia y comprensión de los fenómenos asociados
a los sistemas complejos adaptativos, y como método o forma de llegar al
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Generalidades
conocimiento (Maldonado, 1999). Hacemos una precisión: no hay una sola
aproximación a la complejidad, hay múltiples caminos; cada organismo, or-
ganización o institución (en este caso) elige el suyo, de acuerdo con su pro-
pósito, estructura y posturas filosóficas, y no es el propósito de este trabajo
desconocer las diferentes posibilidades.
Las categorías de análisis
Los autores usan categorizaciones diversas de la complejidad (Badii & Politi,
1997; Rescher, 1998). Una que resulta muy práctica para comprender las for-
mas en las que se ha asumido la investigación sobre la complejidad del mundo
es la del profesor Maldonado (1999), quien dice que la complejidad puede
verse como (a) cosmovisión o forma de percibir, (b) ciencia y comprensión de
los fenómenos y (c) método o forma de llegar al conocimiento. Esta catego-
rización se usa con el supuesto de que tendrá una repercusión positiva en la
formación de quienes deberán gestionar organizaciones en un futuro próximo
(Maldonado, 1999), y de que la tendrá también en el tipo de organizaciones
que crearán, instituciones que soportarán los procesos sociales humanos.
Este documento se vale de estas categorías, que el lector encontrará muy
útiles a la hora de diferenciar autores y propuestas teóricas y también para
estructurar el pensamiento en torno a un tema que puede parecer inabordable,
dada la cantidad de publicaciones que en su ámbito aparecen cada año, can-
en un futuro, a técnicas y herramientas propias de los fenómenos complejos,
y por qué no, para desarrollar nuevos instrumentos.
La formación en administración
La formación de la administración puede buscarse en Estados Unidos y Eu-
ropa a principios del siglo pasado. En Colombia, tuvo lugar hacia 1911, en
la Escuela Nacional de Minas, donde se creó la cátedra especial para enseñar
escuelas de administradores, que impartieron las prácticas y teorías desa-
rrolladas, principalmente, en las escuelas de los Estados Unidos (Romero,
Saavedra, Hernández et al., 2007).
La proliferación de programas de negocios en Colombia y en el mundo,
y, como resultado, su escasa calidad, han conducido a la actual falta de reco-
nocimiento disciplinar de la administración en los estándares académicos.
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