La Hélade entre el ayer y el hoy - Poder blando y diplomacia cultural. Elementos clave de políticas exteriores en transformaciones - Libros y Revistas - VLEX 648908021

La Hélade entre el ayer y el hoy

AutorGeorgia Kaltsidou
Páginas109-134
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La Hélade entre el ayer y el hoy
Georgia Kaltsidou*
La Hélade brilla aún de la emoción que suscitan las ruinas de sus mármoles que se
elevan hasta los dioses; el cuerpo de un atleta nos recibe todavía erguido y orgulloso
a las puertas de un museo, y los héroes de Homero nos siguen invitando a reunirnos
con ellos en las aulas educativas para tratar de comprender su asombroso destino.
Los dioses de la Hélade nos conmueven todos los días, porque las obras lite-
rarias los evocan con esplendor, mostrándolos siempre inseparables del hombre.
Ellos condenan pero el hombre no queda disminuido; él conserva su dignidad y
su lugar. “Hay muchas cosas maravillosas, pero ninguna tan maravillosa como el
hombre” (Sófocles, 1981, v. 335), dijo Sófocles en su Antigona, y en Menandro
leemos también “! χαρίεν εστνθρωπο όταν άνθρωπο ή!” (“!ué hermoso es el
hombre cuando es hombre!”) (Menandro, 1999, fr. 850).
Los mitos griegos sobre el universo, así como la visión trágica del mundo,
solo fueron conocidos y tomaron su valor unidos a ese interés por comprender al
hombre que, desde el principio, caracteriza al espíritu griego. Se convierten en un
medio de expresión destinado a extenderse a todos aquellos que quisieran hablar
del hombre. El arte griego también se centró en el hombre, y la literatura fue su
hermana gemela. Todas las obras de la civilización griega en la antigüedad se dis-
tinguían por un esfuerzo hacia lo humano y lo universal.
¿Pero qué es lo que pudo haber en Grecia desde el principio hasta el nal,
que le asegurara a la civilización griega esa proyección sin igual? Ante todo que
* Durante dos décadas profesora de Lengua y Cultura Griegas en el Instituto Caro y Cuervo. Por largo
período profesora de alemán en el Goethe Institut. Desde el año 2009 nombrada “Embajadora del Helenismo”.
Actualmente traductora literaria independiente. Poeta, ensayista y novelista.
Poder blando y diplomacia cultural
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los griegos “quisieron dar cuenta de la vida humana en términos de razón y que
instauraron la civilización del logos” (De Romilly, 1977, p. 14). Isócrates reconoce
que los hombres son, en muchos aspectos, inferiores a los animales, sin embargo
manejan la palabra:
En nada nos diferenciamos del resto de los seres vivos, sino que incluso somos
inferiores a ellos en rapidez, fuerza y en otras facultades. Pero como nos es
innato el convencernos unos a otros, y el demostrarnos aquello sobre lo que
deliberamos, no solo nos apartamos de la vida salvaje, sino que, tras reunimos,
habitamos ciudades, establecimos leyes y descubrimos artes; en casi todo lo
que hemos inventado es la palabra la que nos ayudó a establecerl (Isócrates,
1980, pp. 254-255).
Muchas deidades griegas son palabras abstractas y nociones divinizadas, para
dar vida a las virtudes o a los vicios, como Áti (άτη,-rabia) o Apáti (απάτη,-engaño),
pero también lo son todos esos hijos de la Noche que evoca Hesíodo, como el
Sarcasmo y el doloroso Lamento, el Olvido, el Hambre, los Dolores que hacen
llorar, las Batallas, Luchas, Riñas, Falsedades y Mala Ley.
La Hélade con su politeísmo no tiene sacerdotes, y tampoco tiembla ante ellos.
Los hombres no viven en el temor, ni tampoco en la sumisión. “Existe una especie
de cambio de atmósfera radical cuando pasamos de Grecia a otras civilizaciones.
No hay nada equivalente en Grecia, a esas representaciones egipcias que muestran
al Faraón, el hombre-Dios, despreciando a los pueblos sometidos. Nada equiva-
lente al fastuoso triunfo de Persépolis, donde todo está edicado a la gloria de un
hombre. Nada equivalente tampoco a esas sutiles jerarquías de letrados que antaño
conoció China” (De Romilly, 1977, p. 88). En Grecia todo ocurre en el plano hu-
mano, donde el humano puede saber de los dioses e incluso elevarse hasta ellos, ya
que los hombres siempre han querido llegar hasta la morada de los dioses, sentarse
a su mesa y hablar con ellos. Vivir con los dioses de Grecia es colaborar con ellos.
No es un camino hacia ellos, sino un caminar con ellos.
La Hélade no es ni menos rica espiritualmente ni menos compleja que las ac-
tuales sociedades. Es distinta. En la mitología griega no hay profetas ni mesías. No
hay dogmas, ni clero. Los mitos no rezan. Los mitos no conocen un libro sagrado
donde se encuentra la verdad depositada de una vez para siempre. Tampoco hay cre-
dos que imponen a los eles un conjunto de creencias sobre el más allá. Los hombres

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