Figuras de la hospitalidad y la hostilidad. Parásitos, anfitriones y simbiontes - Núm. 9-2008, Julio 2008 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 69503443

Figuras de la hospitalidad y la hostilidad. Parásitos, anfitriones y simbiontes

AutorLuis Alfonso Paláu Castaño
CargoProfesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín
Páginas9-41

    Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. lapalau@une.net.co

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Cero

Repitamos la conocida anécdota1 y hagámosla emblemática en este contexto: en sus Conversaciones con Goethe, Eckermann cuenta que el 2 de agosto de 1830 llegó a Weimar la noticia de la revolución de julio en París. Goethe le dijo: “¿Qué piensa usted de ese magno suceso? Ya estalló el volcán. Ya está todo ardiendo y se acabaron las sesiones a puerta cerrada”. “Es algo terrible”, contestó Eckermann, convencido de que Goethe se refería a las noticias políticas de Francia, al levantamiento popular y a la abdicación de Carlos X, “pero en las circunstancias de Francia y con un Ministerio como el que había, la cosa tenía que acabar con el destierro de la real familia”.

“Por lo visto no nos entendemos, amigo mío”, replicó Goethe. “Yo no me refiero a eso, sino a otra cosa muy distinta. Me refiero a la polémica entre Cuvier y Geoffroy Saint-Hilaire, tan interesante para el mundo científico, y que ha estallado públicamente en el seno de la Academia”. Y ante el estupor de su interlocutor, Goethe añade:

El asunto es de la mayor trascendencia, y usted no podría imaginarse lo que he experimentado con la noticia de esa sesión del 19 de Julio. Contamos ahora, al cabo del tiempo, con un poderoso aliado en la persona de Geoffroy Saint-Hilaire […] Pero lo mejor de todo es que ya queda definitivamente sentado el método sintético de tratar la Naturaleza. (Goethe, 1968:1397-1398)

Nos cuenta Patrick Tort que:

bajo la influencia de esta emoción Goethe redacta sin esperar más, para el uso del público alemán, un resumen de la polémica parisina de marzo sacada de una biografía sumaria de sus principales actores, y algunas reflexiones personales –que serán desarrolladas en marzo de 1832- inspiradas por una simpatía muy alemana por las posiciones de Geoffroy Saint-Hilaire. El artículo de Goethe será publicado en Berlín desde el mes de septiembre en los Annales de critique scientifique editados por Egger. Termina con estas palabras de Montaigne: «Yo no juzgo, cuento», que servirán, un año y medio más tarde, para reintroducir el mismo tema en la misma revista, cuando Goethe, una semana antes de morir, en otros dos artículos, hará un extraño y sintomático regreso sobre sí mismo y sobre lo que escribió previamente sobre la vida y la organización. (Tort, 1989:116)

Uno, Uno

Cuvier había establecido la división del reino animal segúnPage 11 cuatro formas principales, cuatro planes generales... a partir de los cuales todos los animales parecen haber sido modelados y cuyas divisiones ulteriores, con cualquier título que los naturalistas los hayan decorado, no son más que modificaciones bastante ligeras, fundamentadas en el desarrollo o la adición de algunas partes, que no cambian en nada la esencia del plan.

Este descubrimiento, nacido de la observación anatómica y de la disección, se consolida y afina a través de las modificaciones introducidas entre la primera edición del Reino animal distribuido a partir de su organización (1817) y la segunda (1829). Cuvier ha defendido sobre todo la irreducible pluralidad de los sub-conjuntos, de la misma manera como en una biblioteca moderna no se colocarán en los mismos estantes los libros, los periódicos, los mapas, los microfilmes, los grabados. Cada grupo distinto debe caracterizarse por signos propios, correlaciones o disyunciones entre elementos particulares. Cuvier busca pues sacar la taxonomía de lo arbitrario e imponer “figuras” reales. Abiertamente desea la economía de medios, la concisión y, con el fin de transcribir, llega a usar medios muy simples. En fin, Cuvier se asegura que exista una eventual correspondencia entre la fisiología basal y la morfología exterior. El diente se volverá “índice”, o mejor aún, el número y la posición de los incisivos indicarán, dado que están ligados a un régimen alimenticio, por tanto a lo nutritivo y al sistema digestivo del animal, y a través de ello a la locomoción y al sistema nervioso.

Pero Cuvier no respetó su propio método. Ya desde 1797, en su Tableau élémentaire de l’histoire naturelle des animaux, se obstina en recurrir a un criterio, a uno solo y al más arcaico, “la sangre”, con miras a dividir los animales. Se guía sobre el equivalente de la corola de las flores, el color rojo o blanco del líquido vital. Es extraño que en el umbral del siglo XIX escriba:

Todas las partes del cuerpo nacen mediata o inmediatamente de la sangre; la naturaleza de la sangre debe ser la principal causa de las diferencias que esas partes sufren. Por esto los animales de sangre blanca no tienen en común con los de sangre roja mas que lo que entra esencialmente en la noción de animal, mientras que la serie de estos últimos no presenta mas que las modificaciones diversas de un plan único. (Cuvier, 1797:85-86)

Se trata pues de algo más que de un reordenamiento de la sistemática animal. Es el juego de una aceptabilidad ontológica de las grandes divisiones clasificatorias a partir de las diferencias constatadas por la observación y que reiteran el punto de vista “fijista” del creacionismo. Y cuando poco a poco Cuvier termine por renunciar a la “sangre” para dividir, recurrirá a un “índice” también contrario a sus principios fundamentales; escogeráPage 12 entonces “la morfología de conjunto”, la figura, gracias a la cual distinguirá cuatro tipos que reemplacen pues las seis clases de Linneo (Mamíferos, Aves, Anfibios, Peces, Insectos y Gusanos) por cuatro ramificaciones: Animales vertebrados, (Mamíferos, Aves, Reptiles, Peces; definidos por la “bilateralidad” o una franca simetría); Animales moluscos (Cefalópodos, Pterópodos, Gasterópodos, Acéfalos, Braquiópodos, Cirrópodos; en primer lugar los cefalópodos puesto que se caracterizan precisamente por el volteo del eje longitudinal; y la cabeza, con dos ojos desarrollados, se coloca entonces abajo); Animales articulados (Anélidos, Crustáceos, Arácnidos, Insectos; se presentan en una segmentación horizontal y múltiple a tal punto que los elementos menos integrados o diferenciados pueden desprenderse y autonomizarse); y Animales radiados (Equinodermos, Gusanos intestinales, Acalefos, Pólipos, Infusorios; que pierden todo eje de simetría). De esta forma la polaridad no cesa de abolirse y de allí los cuatro escalones claramente separados. Por una parte, Cuvier enumera claramente cuatro combinaciones o “tipos” pero, por la otra, una de ellas se deshace, y termina incluso por desaparecer, puesto que los infusorios como clase estará prácticamente vacía.

Uno, Dos

Etienne Geoffroy Saint-Hilaire será el verdadero innovador; su Anatomie Philosophique enunció, por primera vez, las más altas verdades de la zootaxia. Según lo indica François Dagognet en su Catálogo de la vida (1970), tres son sus principios revolucionarios en su concepción del animal:

  1. Recurrirá a un concepto que hasta entonces no había sido tenido en cuenta y que fundamenta la morfología estructural: la inversión, la negación de los dispositivos. Gracias a ella, el mismo animal (invertido con respecto a su simétrico) se define a la vez por una completa oposición, pero también por una cierta identidad (las mismas partes situadas de otra manera).

    Esta especie de lectura topológica unitaria debía permitir borrar la separación, y correlativamente fundamentar la diferencia, entre los invertebrados y los vertebrados, transformar inmediatamente la sistemática y aportarle una extraordinaria contracción, que no fuera ya la antigua y dudosa asimilación que aseguraba la “cadena de los seres”, ni la ilusoria confusión que provenía de la construcción de los animales sobre una misma base funcional.

    La combinatoria de Geoffroy Saint-Hilaire no suprime al “otro”, cuya especificidad reconoce y subraya cuando es necesario, sino que lo recompone con los mismos elementos; de allí esa definición de “insecto” lanzada enPage 13 1819: se trata de un vertebrado que ha sido invertido o volteado dos veces.

    Una primera negación: “Los Insectos son verdaderos vertebrados, y si todo debe reducirse a una vértebra, es en los insectos en los que esta proposición es absolutamente evidente. En último análisis llegamos a este resultado: todo animal habita dentro o fuera de su columna vertebral”. Previamente, Geoffroy anotaba: “El esqueleto está (en los insectos) expulsado, por así decirlo, afuera y se vuelve verdaderamente los tegumentos, las envolturas superficiales de esos animales”. No tanto no-vertebrado sino, finalmente, in (dentro de) una vértebra.

    La segunda negación es más notoria aún: tiene que ver con la locomoción y el emplazamiento (correlativo) del sistema nervioso. En los articulados, la espalda se sitúa abajo y el vientre arriba. De allí se sigue que el cordón nervioso se dispondrá bajo el tubo digestivo, mientras que en los vertebrados se coloca por encima. En resumen, la inversión de la relación espacial “tubo digestivo” sobre “tubo nervioso”.

  2. No solamente Geoffroy renuncia a las formas exteriores, para definir y situar un animal (“formas” a las cuales los naturalistas les han concedido demasiada importancia, puesto que basarse en ellas sería como organizar los libros de una biblioteca por su tamaño), sino que también se deshace de las funciones (método de Cuvier) o de los aparatos internos, con el fin de poder construir una zootomía material. Esta idea, sin duda, la toma de su maestro el abate Haüy2: el animal se vuelve una suma molecular, un ensamblaje poliédrico. No tanto sinergia fisiológica como yuxtaposición de piezas –o incluso como él lo escribe, “un desensamblamiento” (Geoffroy Saint-Hilaire, E., 1818:18).

    Si parto del conjunto ABCDEF...

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