La opción humanística en criminología: en busca de una utopía para el tercer milenio - Libros y Revistas - VLEX 42290748

La opción humanística en criminología: en busca de una utopía para el tercer milenio

AutorJorge Restrepo Montalvo

The humanistic option in criminology: the search for an utopia for the third millennium

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Lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil.

Ernesto Sábato

Artículo de investigación presentado en el Centro Universitario de Ixtlahuaca (México) el 8 de diciembre de 2006.

El título de esta ponencia alude a dos términos: criminología y humanismo, que pueden dar lugar a anfibologías y que, por lo mismo, merecen ser aclarados.

1. La criminología

A nombre de la criminología se han construido discursos tan diversos que a veces sorprende que todos ellos puedan ser abarcados con un rótulo común. Si nos limitamos a los contenidos más frecuentes de tales discursos, podríamos decir que ellos pueden ser englobados en dos paradigmas rivales, generalmente planteados como antitéticos: el paradigma etiológico y el radical.

El paradigma etiológico fue dominante y prácticamente exclusivo en los trabajos pioneros de la naciente disciplina, a partir del momento en que Raffaele Garofalo publicó en 1905 Italia el primer libro que llevó por título el término con que hoy se conoce nuestra área del conocimiento.

El modelo etiológico, como su nombre lo indica, centra su interés en la búsqueda de unas causas o factores que tienen incidencia en la realización de conductas merecedoras de sanciones institucionales. En sus orígenes, su estudio se limitó al delito como prototipo de tales conductas, y en torno a él se fue generando una gama de relaciones de causa-efecto, cerradamente determinista, calcada de las ciencias de la naturaleza (Naturwisenschaft). Fue éste el marco en torno al cual se construyó la llamada Escuela Positiva en Italia, cuya trilogía fundacional integraron el médico Cesare Lombroso, el sociólogo (aunque su formación básica fuese jurídica) Enrico Ferri y el ya mencionado jurista, Raffaele Garofalo.

Este paradigma, pionero de la criminología, implicó una oposición frontal al fundamento tradicional de la responsabilidad penal, construida hasta entonces sobre el supuesto no demostrado de un libre albedrío, en torno al cual Francesco Carrara había elaborado una construcción magistral del derecho penal, tradicionalmente designada como "Escuela Clásica". En ese modelo "positivista" muy pronto empezaron a delinearse dos corrientes, una biologista o naturista, fincada inicialmente en los trabajos de Lombroso, y otra de orientaciónPage 98 mesológica o nurturista1, inicialmente favorecida por Ferri. La tendencia naturista prevaleció en el pensamiento criminológico de la Europa continental hasta mediados del siglo XX; en tanto que la nurturista dominó los escenarios de la criminología anglonorteamericana. Sin embargo, en todos los extremos de la geografía pronto empezaron a desarrollarse posturas eclécticas que, en grados divergentes, daban peso convergente a aspectos de natura y de nurtura. Empezó entonces a hablarse de factores endógenos y exógenos de la criminalidad o, para usar una expresión más incluyente, de la desviación.

El paradigma radical, en el cual también caben tendencias diversas -y en ocasiones francamente opuestas-, tiene como cauce común la oposición a la visión determinista de la conducta humana, y fija su atención en la reacción social frente a lo definido como criminal o desviado por los centros de poder en una determinada sociedad. Aun cuando muchos han dado en llamar a sus construcciones como "criminología crítica", nos parece que esa denominación, además de tener implícita una cierta dosis de arrogancia al descalificar a la criminología "tradicional" como apologética (Restrepo Montalvo, 2002: 266-268 y 351 -352), no refleja el hecho innegable de que muchos planteamientos elaborados por quienes se autoproclaman crimi-nólogos críticos se derivan primordialmente de compromisos ideológicos acríticos, carentes de rigor metodológico y analítico.

Sin que nos anime un prurito de sincretismo, consideramos que los dos paradigmas no son excluyentes y que ambos guardan una cuota de verdad. Mandar al cesto de la basura el modelo etiológico implicaría desconocer importantes contribuciones de las ciencias de la conducta, en procura de comprender el actuar humano, labor que ha evidenciado correlaciones significativas, no siempre de valor causal, entre algunas variables y ciertas formas específicas de conducta criminal o desviada. Pero esto tampoco quiere decir que deban dejarse de lado tantas denuncias certeras del modelo radical acerca del manejo dado al control social por los círculos detentadores del poder. No obstante su trascendencia, abundar en estos temas es un complejo asunto que escapa al propósito de este trabajo.

2. El humanismo

En el Diccionario de la Real Academia Española, el término humanismo tiene dos acepciones: la primera es el "cultivo o conocimiento de las letras humanas"; la segunda alude a la "doctrina de los humanistas del Renacimiento".

Cuando se habla de humanismo, es frecuente que se restrinja el término, en consonancia con la segunda acepción citada, a un movimiento literario y filosófico, muy popular en Europa Occidental, durante los siglos XIV y XV, que adoptó ese nombre. En este trabajo, el término es utilizado en un sentido mucho más amplioytambién mucho más elemental: por humanismo entendemos aquí un conjunto de posturas filosóficas, vale decir, doctrinas de vida, que proclaman al ser humano como valor central de todas sus construcciones, lo que implica, conforme a lo que proclamaba Kant, que el hombre no puede ser instrumentalizado; no puede en ningún caso ser medio sino fin y razón de ser de todo lo demás.

El humanismo, así entendido, rechaza toda forma de subordinación que de alguna manera esclavice al ser humano a dogmas o ideologías fundamen-talistas. Contrario a él resultan tanto las visiones religiosas que, por exaltar a la divinidad, envilecen al hombre, como aquellas ideologías políticas quePage 99 deifican al Estado, a una raza, a una cultura, a una clase o a cualquier otra categoría, en detrimento del hombre.

En consecuencia, nuestra postura humanística resulta en radical oposición con los alegatos místicos de Tomás Kempis (1379-1471), para quien su dios es todo y el hombre nada; o con el fascismo de Mussolini que sacrificó todo, incluido el hombre, a favor del Estado; también es incompatible con el nazismo hitleriano que, en defensa de la "raza" aria, pretendió someter a la mayoría de los hombres (no arios) o con el socialismo soviético que, en su declarada lucha por destruir los rezagos del "pensamiento burgués", oprimió a los propios proletarios y masacró a los disidentes.

Nuestro modelo humanístico declara que todo debe estar subordinado al hombre y que el hombre a nada debe ser subordinado. Su núcleo está definido a partir del más conocido apotegma de Protágoras de Abdera, quien, hace casi 2.500 años, afirmaba que "El hombre es la medida de todas las cosas. De las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son." Lamentablemente, Protágoras, cuyo pensamiento hoy exaltamos, fue poco comprendido por los hombres de su tiempo. El propio Sócrates pretendió ridiculizarlo en el diálogo platónico que lleva el nombre de aquel gran precursor del humanismo occidental; en esa obra, Socrates torpemente define a Protágoras como un sofista.

En nuestra opinión, la frase citada de este pensador refleja la insistencia del espíritu de la Grecia Clásica en lo humano. Ese hermoso siglo V a.C., conocido también como el siglo de Pericles, nos muestra una Hélade con afanes antropocéntricos en todas las expresiones culturales: en la filosofía, en las artes e, incluso, en la propia religión institucional, que dramáticamente fue creando dioses a imagen y semejanzas de los hombres, similares a éstos tanto en sus formas como en sus limitaciones y defectos. A diferencia del alienante dios de Kempis, los dioses griegos eran parte de la cotidianidad: en ocasiones se aliaban con los hombres y en otras reñían con ellos, y la mitología helénica nos muestra que hasta llegaron a mezclar sus estirpes divinas con las de los humanos, dando lugar a unos semidioses o semihombres, que eran conocidos como los héroes, cuyo prototipo fue Heracles o Hércules, fruto de la relación adúltera de Alcumena, esposa de Anfitrión, con Zeus, el dios supremo del Olimpo griego.

Sin pretender ser exhaustivos, nos parece que el humanismo occidental, enraizado en la Grecia clásica, se canalizó primordialmente en dos grandes corrientes de pensamiento: el cristianismo primitivo y el marxismo, especialmente en la ideología del Marx joven. En nuestra opinión, estas dos cosmovisiones humanísticas degeneraron en sesgos fundamentalistas, en la medida en que se institucionalizaron y se hicieron depositarias del poder.

El cristianismo primitivo fue una hermosa construcción humanística, con su mensaje de hermandad de todos los miembros de la...

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