Interrogando el racismo. Hacia una Antropología antirracista - Núm. 12, Julio 2013 - Revista CS de Ciencias Sociales - Libros y Revistas - VLEX 521802438

Interrogando el racismo. Hacia una Antropología antirracista

AutorLeith Mullings
Páginas325-375

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Introducción

Hace seis décadas, Gunnar Myrdal describió el racismo como un dilema americano originado en la contradicción entre la ideología de equidad de los Estados Unidos y sus prácticas de segregación racial y discriminación. Siglo y medio después, el mismo dilema tuvo un profundo eco en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras Formas de Intolerancia realizada en Durban, Sudáfrica, en Agosto de 2001. En ésta, los representantes del Sur Global racializado buscaron renegociar sus relaciones desiguales con los estados Europeos y de las Américas. La conferencia y las reuniones complementarias de organizaciones no-gubernamen-tales contaron con la asistencia de más de 8000 representantes y delegados de cerca de 160 países. Los asistentes no fueron solamente Afrodescendientes e Indígenas de todo el globo: también asistieron Dalits provenientes del subcontinente Indio, Burakumin de Japón, Rom de Europa y Palestinos de Medio Oriente.

El “Racismo” es un concepto ampliamente usado por académicos y público en general. Éste, sin embargo, es un término relativamente reciente, que empezó a usarse durante la Segunda Guerra Mundial (ver Fredrickson, 2002). La literatura histórica americana ha conocido dos perspectivas sobre las fuentes del racismo. Se tiene, por un lado, la tesis del “racismo natural” (ver Allen, 2002), que generalmente conceptualiza el racismo como un conjunto de orientaciones psicológicas, prejuicios y creencias vinculadas a fenómenos que se dan al interior o fuera de los grupos, y cuya fuente es la naturaleza humana, que se considera innata, natural o primordial.1Está, por otro

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lado, una perspectiva más persuasiva que vincula el racismo a estructuras de poder que emergen de procesos de acumulación y desposesión en contextos locales y trasnacionales. Tal es el enfoque que aparece en las producciones de teóricos sociales como Eric Williams (1944), W. E. B. Du Bois (1946), Oliver Cox (1948), St. Clait Drake (1987), Walter Rodney (1972) y sus descendientes intelectuales. En esta perspectiva se desarrollan las investigaciones antropológicas, sociológicas e históricas sobre racismo, y este artículo privilegia el trabajo de dicha tradición.

Existen, sin embargo, conceptualizaciones sobre el racismo que contienden entre este corpus masivo de investigación (Taguieff, 2001; Winant, 2000; Wodak y Reisigl, 1999). Algunos estudiosos consideran que el término “racismo” es un concepto de valor analítico limitado (por ejemplo, Mason, 1994; Wacquant, 1997). Otros creen que el concepto debería estar esencialmente limitado a una experiencia subjetiva y/o ideológica (por ejemplo, BonillaSilva, 1996). Otros más, aunque están de acuerdo con el argumento de que las fuerzas ideológicas y estructurales le dan forma mutuamente al racismo, insisten en que el marco estructural es la fuerza preponderante (por ejemplo, Stavenhagen, 1999; Wade, 1997). Hay también muchas preguntas sin responder, así como grandes áreas de controversia y debate teórico. Por ejemp-lo, ¿cuándo, cómo y por qué surge históricamente el racismo? ¿Cuáles son las variedades, direcciones y manifestaciones del racismo en el mundo contem-poráneo? ¿Qué sabemos sobre cómo el racismo es mantenido y reproducido? ¿Cómo el racismo se cruza con otras formas de desigualdad como la clase y género? ¿Cuáles son las estrategias y tendencias contra el racismo?

En comparación con sus disciplinas hermanas, la sociología y la historia, la antropología ha hecho una contribución muy modesta al estudio del racismo. Al mismo tiempo, conceptos antropológicos claves como el de raza y cultura han resultado centrales para la racionalización de la desigualdad. El artículo de 1995 de Harrison otorgó una revisión comprensiva de la historia del concepto de raza y antropología, así como también lo hizo la literatura sobre raza y racismo hasta ese momento. Siguiendo la observación de Stavenhagen de que “raza no engendra el racismo pero que el racismo sí genera razas” (1999: 8), mi interés en este artículo no es debatir la construcción social de la raza sino considerar cómo los cientíicos sociales han intentado lidiar con el

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racismo. Aunque la raza puede ser socialmente construida, el racismo tiene una realidad social que ha afectado negativamente las vidas de millones de personas. Un artículo de una extensión tan limitada como este obviamente no le puede hacer justicia a este importante tema. Por lo tanto, subrayo las contribuciones antropológicas para el estudio del racismo, en la medida de lo posible, pero me apoyo fuertemente en trabajos relacionados de la historia, la sociología y otras disciplinas. Esta revisión se enfoca principalmente en trabajos publicados en inglés, con algún énfasis en la investigación de estudiosos de los Estados Unidos. Otros capítulos en esta edición de la revista2especii-can aspectos de la raza y el racismo en relación con la arqueología, la teoría crítica de la raza, las políticas indígenas y de los movimientos, Latinoamérica, el lenguaje, la migración y la inmigración, enfermedades y salud pública. Mi tratamiento de estas áreas, no obstante, es limitado. Por tal razón, sólo desarrollaré una breve discusión sobre antropología y antirracismo, revisando un cuerpo seleccionado de investigaciones y abordando las preguntas anterior-mente expuestas.

Una historia muy breve de la antropología, el racismo y el antirracismo

Aunque los antropólogos han escrito ampliamente acerca de la raza, las contribuciones antropológicas al estudio del racismo han sido increíblemente modestas. Probablemente esto se debe, en parte, a la contradictoria herencia de la antropología. Por un lado, se trata de la disciplina que en un momento promovió el racismo cientíico y la visión racial del mundo que proporciona-ron la racionalidad para la esclavitud, el colonialismo, el segregacionismo y la eugenesia (Baker, 1998; Blakey, 1994; Mukhopadhyay y Moses, 1997; Smedley, 1993). Por otro lado, se trata de un campo que tiene una tradición antir-racista signiicativa, más notablemente durante y en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, cuando las consecuencias genocidas del racismo comenzaron a hacerse evidentes.

Durante las décadas de 1940 y 1950, el trabajo teórico de antropólogos como Franz Boas, Gene Weltfish, Ruth Benedict, Ashley Montague, Robert Redfield y otros fue fundamental para retar la justificación

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científica para la segregación racial en el servicio militar y para consolidar una iniciativa alterna a la ampliamente refutada “Declaración Educativa, Científica, y de Organización Cultural Contra el Racismo” de las Naciones Unidas.3En el decenio de 1960, la producción intelectual de Ashley Montague, Frank Livingstone, y Sherwood Washburn puso en cuestión el concepto de raza, al tiempo que supuso un importante aporte a la disminución de la influencia del determinismo racial (Baker, 1998; Harrison, 1995; Lieberman, 1997).

Una corriente menos conocida del trabajo antropológico se enfocó de manera más explícita en la estructura del racismo. En esta tradición antropológica fueron claves autores Afroamericanos como St. Clair Drake (1962) y Allison Davis (1941), cuyo trabajo en los años 30 y 40 indagó sobre las estructuras de la desigualdad racial en el norte y sur de los Estados Unidos. El análisis del racismo en las comunidades del sur realizado por Hortense Powdermaker (1939), así como el estudio de Eleanor Leacock sobre el rac-ismo en la educación estratiicada (1969), fortalecieron este campo de inves-tigación. Sin embargo, a pesar de esta impresionante tradición antirracista y de la signiicativa movilización en torno a la crítica de “cultura de la pobreza”, el análisis antropológico del racismo falló en convertirse en una perspectiva signiicativa en la disciplina.

Existen varias cuestiones asociadas con este problema. Primero, los antropólogos no están de acuerdo en los roles jugados por la raza y el racismo en la disciplina o en la sociedad en su conjunto. Aunque la mayoría de los antropólogos rechazan la concepción biológica de la raza y el racismo (Lieberman, 2001), y a pesar de que otros han explorado cami-nos más signiicativos para estudiar la variación humana (por ejemplo Goodman, 2001 y Gould, 1996), una extensa minoría de antropólogos físicos (40%) hace uso del concepto de raza para a la hora de recoelctar información (Cartmill, 1999), y algunos continúan defendiendo el valor del concepto biológico de raza como un mecanismo importante para en-

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tender la variación humana (por ejemplo Shipman, 1994). Muchos antropólogos culturales, dado su distanciamiento de las consecuencias realmente bárbaras del racismo biológico, se ha convertido en ‘“evitadores’ de la raza” (Brodkin, 1999: 68), considerándola como una construcción social pero ignorando, en el proceso, el racismo. Como argumenta Shanklin, “la antropología americana ganó la batalla y perdió la guerra” (1998: 670). Además, mientras los antropólogos se enfocaron en la etnicidad, en lugar de analizar cómo emergen y persisten las categorías de raza, el racismo continuó siendo sub-teorizado en la disciplina.

Varios antropólogos (Baker, 1998; Brodkin, 2001; di Leonardo, 1998; Visweswaran, 1998; Wills 1972) han señalado que las debilidades teóricas inherentes al liberalismo Boasiano hicieron imposible sostener un enfoque en el racismo. Boas y algunos (no todos) de sus estudiantes interpretaron el racismo, en gran parte, como una cuestión de ignorancia en lugar que...

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