Ley y medio ambiente: la perspectiva legal y la paradoja del lenguaje común
| Autor | Carolina Martínez Rodríguez |
| Cargo del Autor | Abogada de la Universidad Católica de Colombia y especialista en Derecho Aduanero y del Comercio Exterior de la Universidad del Rosario |
| Páginas | 457-473 |
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Ley y medio ambiente: la perspectiva legal y la
paradoja del lenguaje común
Carolina Martínez Rodríguez
El frío era realmente agobiante, los habitantes del lugar ataviados con ruanas, sacos
y bufandas; los asistentes foráneos con simples saquillos y camisetas, tal vez no espe-
raban que el clima fuera tan aterrador, mientras que los residentes experimentaban
en este lugar temperaturas de hasta --- grados bajo cero y muy, pero muy de vez en
cuando, tiempos más benevolentes. Era un gris sábado de 2011, me encontraba
asistiendo a una audiencia de adjudicación de una licencia ambiental otorgada
por la Corporación Autónoma Regional (CAR) en una de las veredas más frías de
uno de los municipios más fríos de la sabana de Bogotá, la vereda El Guamal, del
municipio de Subachoque (Cundinamarca), una zona ubicada en pleno páramo,
donde los nacederos de agua son abundantes, bañan la montaña con riachuelos que
se convertirán, más abajo, en varias fuentes hídricas que alimentan varios de los
asentamientos humanos localizados al noroccidente de la capital.
Esa triste tarde se advertían las lánguidas miradas de los campesinos de la
zona, que veían como poco a poco se les escapaba de las manos el futuro ambiental
de sus hijos y nietos por una bocamina que se sumaría a las otras dos que ya estaban
acabando con el hogar de millones de seres vivos.
Poco a poco, iban pasando a exponer las razones de defensa de por qué sí o por
qué no otorgar esa licencia tan controvertida; primero, el representante de la Per-
sonería Municipal, un ingeniero geógrafo, cuya tesis agradó a residentes y vecinos,
indicando estudios que en su vasto saber demostraban lo inviable que era para la
zona y su ecosistema la apertura de una mina de carbón, pues esto era el objeto de
debate de la adjudicación; luego, varios estudiantes de pregrado y posgrado de la
misma especialización subieron al estrado con igual n; abogados, veterinarios,
lugareños, incluso, trabajadores de las otras minas, algunos con juiciosos estudios
del tema, aunque no fuera su profesión, otros, como los campesinos, clamando con
el corazón, pero todos con la misma nalidad: evitar que se otorgara la licencia.
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Acuerdos comerciales y aspectos relacionados con el comercio exterior
Más tarde, entraron a exponer los que estaban a favor de la mina, entre ejecu-
tivos de la concesión y otras personas, que debo admitir a despecho y arriesgándome a
la subjetividad que no me es apropiada para escribir estas líneas, eran de municipios
ubicados en la dirección contraria de la zona, lugares a los que probablemente no
tocaba la riqueza hídrica que emana de este bello páramo, los cuales objetaban las
opiniones de los que sufrirían a futuro por la apertura minera, argumentando que
es imperioso, como primera necesidad, el producto resultante de esta explotación y
que los que no estaban a favor no tenían razones para oponerse y pasar a explicar
lo que no les competía. Pasaron aproximadamente treinta personas en defensa de
la mina y me pregunto: ¿todos ellos son expertos en el tema, son muchos de ellos in-
genieros y geógrafos o topógrafos o qué?
Sin embargo, el momento culminante, el que me dejó atónita y no se me olvidará
en toda mi vida, fue la frase maquiavélica, diría yo, con la cual la ingeniera jefe de
la concesión sentenció la vida ambiental no solo del municipio, sino de todo el país:
“Pero, si con el van a venir muchas multinacionales extranjeras a acabar
con nuestros recursos naturales, es mejor que lo hagamos nosotros primero”.
Perdón si no la transcribo correctamente, pero es que, del mal genio que me dio en
el momento, solo capté esto, y pensando en que tal vez podía decirle a dicha señorita
que eso no era realmente cierto, que el tratado de libre comercio es un acuerdo de
última generación donde temas como el medio ambiente son tan fundamentales como
establecer qué producto llevará un arancel preferencial y, aunque no me siento con
la autoridad suciente para armar muchas cosas en materia de comercio exterior
(mucho menos en esa época donde hasta ahora estaba empezando mi especialización
y solo tenía claras algunas nociones), creo que hay cosas como esta de simple lógica y
que son tan básicas como la vida misma, por ello, son incluidas en los nuevos tratados
y en cátedras universitarias. ¿Quién habla ahora de lo que no sabe?
Las consecuencias de la no documentación acerca de este tema, como es el
tratado de libre comercio con los Estados Unidos, conlleva a que se presenten
estos y otros malos entendidos, a pesar del esfuerzo por parte del gobierno de
la difusión de lo concerniente a este acuerdo antes de ser aprobado.
Ahora, si bien la controversial frase antes narrada tiene su tono maquia-
vélico y desobligante, no podemos ignorar que, entrando en el estudio de las
obligaciones ambientales de las partes en el acuerdo que competen en mayor
grado a una sobre la otra, no debemos olvidarnos que nuestro país sufre de una
costumbre crónica, muy común en el derecho internacional, cuyos síntomas
son la obtención casi desesperada de obligaciones de todo tipo, por ende,
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