Al límite, en los bordes y en la frontera - Cuerpos al límite y subjetividad en los bordes - Cuerpos al límite: tortura, subjetividad y memoria en Colombia (1977-1982) - Libros y Revistas - VLEX 787492417

Al límite, en los bordes y en la frontera

AutorJuan Pablo Aranguren Romero
Páginas221-287

7
Al límite, en los bordes
y en la frontera
7.1. Que tengas un cuerpo para exponer
En los principales centros urbanos de Colombia la movilización social de los
jóvenes universitarios se caracteriz ó por su militancia en movimientos políticos
de izquierda y en movimientos de vangua rdia como el hippismo y el nadaísmo.
El activismo constitu ía un imperativo para las juventudes, tanto en las universi-
dades públicas como en las privadas, y se ex tendió en diferentes sectores sociales,
pero particula rmente en las clases medias.
Discursos de todo tipo motivaban a los jóvenes a adherirse a colectivos
u organizaciones políticas para emprender activ idades que comprendían las
tertulias literarias o políticas, las iniciativas pedagógicas en barrios margi-
nados, el apoyo a movilizaciones y protestas y la militancia clandestina en
grupos armados. Las formas de liación con los movimientos políticos, en
particula r con los de izquierda, eran muy variadas, y los integrantes de estos
movimientos —jóvenes de clases populares y medias— articulaban su mi-
litancia con otras, dicientes también del “ser revolucionario”. Reriéndose
a los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia María Eugenia
Vásquez recuerda que
Había otros estudiantes que est aban en la honda del hipismo, el rock, la
marihuana y el a mor libre, pero, incluso entre ellos, ser revolucionario
era una caracter ística inevitable. Ser revolucionar io, creer en el cambio,
ir contra el orden establecido, luchar por la libert ad, entregar la vida por
Fue un movimiento inte lectual de vang uardia que, a comienz os de la década de los sesenta,
criticó la moral ización de la literatu ra colombiana.
 cuerpos al l ímite
los intereses del pueblo, todas esas ideas se c ruzaban, se entretejían, se
confundían en los prados y au las de la universidad. (: )
La militancia de un joven universitario era, en todo caso, prácticamente
inevitable .
En esa época, uno se a liaba a algo o lo a liaban. Casi nadie andaba
suelto, la mayoría de estudiantes militaba o simpatizaba con organ i-
zaciones de izquierda. Pertenecer a u n grupo armado daba un halo de
respeto. Claro, eso nunca era del todo ev idente, más bien, pertenecía
al ámbito de lo secreto que, sin embargo, se ba lbuceaba en corrillos.
(Vásquez, : )
Mientras los grupos de la “iz quierda ortodoxa” usualmente rechazaban las
actividades socia les por considerarlas burguesas, entre los jóvenes eran frecuen-
tes los bailes y estas, como los que reali zaba la  en la Universidad Nacio-
nal. Esta disposición jovia l y abierta de los jóvenes militantes fue recogida , en
particula r, por el M-, pero también por diversas organizaciones estudiantiles
y movimientos políticos. El espíritu de la época no obedecía sólo a la actitud
del M-, sino que cundía en los ámbitos universitarios y en otros movimientos
insurgentes que marcaban las trayectoria s y las vocaciones de muchos jóvenes.
D. A., hija de una familia bogotana de cla se media y educada en un colegio re-
ligioso, manifestó en una entrev ista:
Realmente, tal vez pa ra mí los setenta fueron denit ivos en mi vida,
¿no?, porque mis primeros dos años, mis primeros años de los setenta me
gradué de bachiller. Yo estudié toda mi vida c on monjas, estudié interna
mucho tiempo de mi vida. Me gradué. Lo s últimos tres años los hice ac á en
Bogotá y el último año lo hice en u n colegio que era nocturno. Entonces,
pues, fueron como mis primeros años, d igamos, de conocer el mundo, de
entrar a la realidad , porque yo había sido una niña educada por monjas y
estaba en colegios internos todo el tiempo. Entonces f ue como conocer,
como descubrir muchas cosas. E ra la época del hippismo, la música rock,
la época de El Lago, del parque de la ses enta y tres, vivimos las droga s, lo
que era el amor libre. O sea, somos hijos de esa generación. Yo me siento
hija de esa generación, ¿sí? Entonces teníamos unos contrastes muy fuer tes
que estábamos viv iendo, y que yo los viví a plenitud, yo, personalmente.
O sea, mucha gente no vivió esas ex periencias. Nosotros en mi familia,
en mi entorno, estábamos muy a la moda, muy a lo que estaba pas ando.
Entonces, mis primeros cinco años, f ueron años como de estar muy
metida en eso, ¿no?, como de estar conociendo el mundo. Yo me fui para el
cuerpos al l ímite y subjetividad en l os bordes
exterior como en el , duré dos años aprendiendo inglés. Conocí muchas
cosas. Después, en el , regresé a cá y entré en la Universidad Nacional.
Esos primeros años, del , para m í signicaron mucha libertad , mucho
goce de la vida, mucho conocerme a mí misma y conocer el mundo. O sea,
fue como descubrir el mundo, ¿no? Cuando llegué ac á, en el año , pues
yo siempre… O sea, mi objetivo siempre fue muy como de meterme en
las cosas y hacer (de transformar, de crear), entonces yo llegué acá y d ije
bueno, me meto a la Nacional. (Entrevista con D. A., )
La llegada a la universidad traía consigo la posibilidad, muy a la mano, de
ingresar en el activ ismo político y de conocer otras realidades del país. “Cuando
uno llega a la universidad tiene una car acterística de ser como las esponjas, de
coger todo. Uno se va metiendo y, nalmente, haber estudiado en la Nacional le
permite a uno relacionarse con las situaciones del país, ¿cierto? Pero lo social lo
lleva uno en la sangre” (entrevista con D. C., ). Así mismo, ofrecía la opor-
tunidad de dedicar t iempo a reexionar sobre dichas realidades.
Algo que me encantaba de la universidad , de esa época de los años setenta
[…], era, precisamente, esa activ idad que nosotros teníamos tan uida de
tirarnos en el jard ín de Freud, de tirarnos a hablar paja y a dis cutir. Eso
me parece hermoso. Y yo siempre, por ejemplo, le dije a mi hijo: “Gózate
la irresponsabilid ad, porque eso no se repite”, o sea, cuando uno no tiene
que preocuparse de nada, que yo no tenía que preocupar me si tenía pa’l
arriendo, si tenía que pagar los recibos de l a luz, si tenía hijo, pa’ darle
de comer. Nada. O sea, mi única preocupación era si lo que decí a Freud
estaba bien dicho […] o si Habermas estaba en lo correcto. O sea, ese
momento del ser humano en que puede darse ese lujo, que es lo que los
griegos llamaba n el ocio, ese momento en el que uno puede tirarse ahí a
pensar, a hablar y a discuti r, sin ninguna preocupación diferente a hacer
lo que se le dé la gana. Yo creo que es el momento más hermoso del ser
humano, o sea, cuando puede ejercita r su razón con toda libertad. (En-
trevista con D. A., )
Las discusiones favorecían la constitución de grupos y los movi mientos de
todo tipo: literarios, artísticos, insurgentes o de mujeres, pero en todo caso
V. M. estuvo entre las fundador as de una de las primer as organizac iones de mujeres del
país, cuya v igencia fue interrumpida por la detenc ión y la tortura en . V. M. señala que la
experiencia de es a organización posibilitó “ haber formado una serie de conocimie ntos, haber
conocido muchas mujeres (que en esa época la s mujeres nos reuníamos y ellas creía n que nos
reuníamos era pa’ teje r y pa’ hablar del sexo con los maridos), o sea, era cambia r un poco esa

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