Las historias mínimas del anónimo transeúnte. Breve reseña de un episodio urbano - Núm. 11-2009, Julio 2009 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 75935705

Las historias mínimas del anónimo transeúnte. Breve reseña de un episodio urbano

AutorGabriel Mario Vélez
CargoProfesor e investigador, Facultad de Artes, Universidad de Antioquia. gabrielmario.velez@artes.udea.edu.co
Páginas150-164

El proyecto de investigación del que deriva este artículo fue financiado por el Comité para el Desarrollo de la Investigación -CODI- de la Universidad de Antioquia. Gabriel Mario Vélez, investigador principal; Diana Sánchez y Oscar Sánchez, investigadores en formación; Eduardo Domínguez y Viviana Garcés, asesores.

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Introducción

Casi tan pronto como fue difundida la noticia de la invención de la fotografía, los noveles hacedores de imágenes se lanzaron a la calle para convertir el nuevo medio en negocio. Está claro que la toma callejera era un tipo de fotografía eminentemente urbana y que tuvo como escenario la mayoría de las ciudades del mundo. Además del costo, la reducción del tiempo de exposición fue la dificultad más compleja que debieron enfrentar los fotógrafos, problemas que se resolvieron antes de finalizar el siglo XIX, entre otras cosas con la aparición de la película en rollo de Eastman y con el desarrollo de las cámaras de manejo simplificado.

En un campo muy específico de la fotografía callejera apareció una práctica más relacionada con el comercio que con el arte y que llegó a difundirse por todo el mundo. Se trató de una fórmula en la que el transeúnte desprevenido era capturado por el fotógrafo en su tránsito por las calles. A este tipo de toma se le llamó fotocine o fotocinería._Pero, ¿por qué se dio a conocer con esos nombres a esta particular práctica comercial de la fotografía?

Son varias las hipótesis de acuerdo con los distintos fotógrafos consultados1. Algunos aducen que se debe al tipo de película usada, ya que para las tomas se utilizaba -película- de 35 mm en grandes metrajes, la que es habitual en la industria cinematográfica. Otros afirman que se debe a la manera como se hacían las imágenes, porque, a diferencia de las que se realizan mientras el sujeto posa, las del fotocine se tomaban mientras el sujeto caminaba, transmitiendo de esta manera una cierta sensación de movimiento: "como en el cine". Lo cierto es que ambas ideas resultan plausibles, incluso complementarias, pero hasta la fecha no ha sido posible encontrar el origen preciso de la denominación ni del momento en el cual empezó a usarse. Para el caso, la mayoría de los fotógrafos que vivieron el fenómeno siguen nombrando el oficio como Fotocine, sin preocuparse por la razón de su denominación.

I El "fotocine" llega a Medellín

De un modo más preciso coinciden las versiones acerca de la manera como la mencionada práctica llega a Medellín. Su arribo se produce Page 151 desde Bogotá aproximadamente en 1950. Probablemente el primer comerciante que instaló un laboratorio fue Jorge Chacón. En Bogotá se tenía noticia de que Foto Rex, dirigido por Mario Ruiz Pinzón, se había convertido en la empresa que le había dado un uso extensivo al negocio. Precisamente Jorge Chacón había conocido el oficio en Foto Rex y con el propósito de escapar de la competencia había salido de Bogotá y migrado a Medellín para buscar nuevos horizontes. Así lo hizo, y localizando el lugar más transitado y céntrico de la ciudad, instaló su gabinete en la calle Junín. Este laboratorio recibió el nombre de Foto Lujo.

Muchos otros que conocieron el Fotocine en Bogotá migraron a otras ciudades y en fechas semejantes instalaron los laboratorios que se convirtieron en la avanzada del negocio en el resto del país.

Por la época del arribo de Chacón a Medellín, los fotógrafos hacían uso de una cámara Leica de 35 mm. La misma se había hecho famosa en manos del renombrado documentalista Cartier-Bresson, fundador de la Agencia Magnum. Una cámara relativamente sencilla que contaba con todo el instrumental necesario para realizar una toma con total control (sistema de enfoque, anillo de diafragma, control de sensibilidades y tiempos de exposición). La Leica había sido la primera cámara que usara el formato de 35 mm. Hasta 1913 los fotógrafos estaban obligados a utilizar pesados equipos de mediano y gran formato o, en su defecto, usar cámaras fotográficas con la mitad del formato de 35 mm. Esa sería precisamente la contribución de Oskar Barnack a la fotografía: la invención de una cámara de gran calidad óptica, transportable por su tamaño y, también, con buena calidad en la relación formato de película/ tamaño de ampliación. Por estas razones la Leica se convertiría en la cámara preferida por los documentalistas y reporteros gráficos.

Dicho equipamiento exigía que el fotógrafo pasara por un proceso de entrenamiento con ciertos requisitos, situación que se producía de forma natural en la manera como operaban los laboratorios, es decir, los aprendices, generalmente en edades tempranas (de 12 a 15 años) eran contratados para realizar labores de ayudantía y asistencia; luego, según las habilidades y la disponibilidad, asumían los roles más complejos. Dado que no existía un sistema de aprendizaje formal y mucho menos un centro para la enseñanza del oficio, en la mayoría de los casos los fotógrafos de la época (entre ellos los fotocineros) dieron cuenta de haber pasado por un proceso semejante. Page 152

Rápidamente otros emprendedores entendieron la bonanza que significaba invertir en el nuevo negocio y en cuestión de una década se instaló en las proximidades de Junín y en varias de las otras calles de mayor circulación en la ciudad, una gran cantidad de laboratorios que realizaban prácticamente el mismo tipo de fotografía (Foto Técnica, Foto Mar, Foto Real, Foto París, Foto Nueva, Foto Nacional, Foto Moderna, Foto México, Foto Az, Foto 1, etc.). En la mayoría de los casos, la competencia aparecía cuando uno de los que había sido formado en alguno de los laboratorios existentes, se independizaba y montaba su propio entable2.

De acuerdo con los fotógrafos consultados y ratificado en el archivo con el cual contamos, los sitios donde se apostaban los fotógrafos en los que era posible realizar la labor depredatoria que implicaba la toma fotocinera eran: la carrera Junín en casi toda su extensión hasta el Parque de Bolívar. En particular, uno de los sitios que más gustaba y donde se apostaba el mayor número de fotógrafos, era la entrada del Club Unión. Esto, según comentaban algunos de los fotógrafos, se debía a que los transeúntes encontraban en dicho sitio un tipo de valor agregado, tal vez porque se trataba del lugar de reunión para las clases adineradas de la ciudad. De algún modo, tomarse la foto en la fachada permitía acceder al mito de un lugar que no tenía otra forma de entrada que no fuera a través de la imagen.

Otros emplazamientos fueron los paseos comerciales conectados y/o cercanos a la calle Junín, uno de los costados de la antigua gobernación, hoy convertida en el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe; la carrera Carabobo frente a la puerta de acceso al Palacio Municipal, donde hoy se encuentra el Museo de Antioquia; y Palacé cerca al edificio "Portacomidas".

Espacios excepcionales eran los alrededores del Estadio Atanasio Girardot y el Parque Norte, tanto en la vía de acceso como en el interior3.

En el estadio los fotocineros programaban las excursiones para los días de fútbol, lo cual garantizaba no sólo un intenso flujo de gente sino una actitud más festiva en los viandantes. Esto se hace visible con los gestos, el vestir de los uniformes, las gorras, los grandes radios e incluso Page 153 el pollo KoKoriKo4 en su típica caja para servir el almuerzo en el entretiempo.

En el Parque Norte es predominante la toma de niños y grupos familiares. Este lugar era uno de los más apetecidos por el pequeño ejército de fotógrafos, ya que en el mismo espíritu festivo del que antes se hablaba, se garantizaba que un 80 o 90% de los fotografiados reclamaran las imágenes.

Pero en este contexto el formato sufre una alteración: el "tratamiento fotocine" que es utilizado como herramienta para enganchar a los clientes, se modifica para proponer la realización de un estudio; es decir, el transeúnte era detenido en su paso y se lo invitaba a posar para la cámara, lo cual implicaba una actitud diferente tanto del fotógrafo como de los modelos. Los sujetos prestos y disponibles para convertirse en imagen asumen la pose más fotogénica, a la vez que el fotógrafo altera la mecánica de la toma, lo que implicaba incluso que la cámara girara para ubicarse en la horizontal: "la foto quedaba mejor", según los mismos fotocineros.

Era tan rentable el Fotocine que a principios de los 60, y a pesar de la competencia, Foto Lujo seguía teniendo un sorprendente movimiento. Sólo en ese laboratorio se tomaban entre 150 y 160 rollos por día, cada uno de 40 tomas cuando se utilizaba la cámara Leica. En promedio, cada fotógrafo quemaba 15 rollos, para una planta flotante de un mínimo de 10 fotógrafos y en un horario que fluctuaba entre las 8 de la mañana y las 4 de la tarde. Para resumirlo todo en una cifra, en este laboratorio se producía la sorprendente suma de 6.400 fotos por día.

También se llegaron a realizar tomas nocturnas en la calle y en los interiores de los pasajes comerciales, siempre con flash, lo cual se hacía conectándose a la corriente por medio de un cable y cuando no era posible la conexión se utilizaban pilas. Esta última una opción no era muy recurrida, porque implicaba el aumento de los costos de producción, un argumento que en este negocio siempre fue importante.

Para el procesado del material, los fotógrafos...

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