Un modelo comparativo 1950-1970 - Segunda Parte - Economía y nación: una breve historia de Colombia - Libros y Revistas - VLEX 845670571

Un modelo comparativo 1950-1970

AutorSalomón Kalmanovitz
Páginas365-405
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capítuLo vii
un modeLo comparativo 1950-1970
La pax miLitar
La violencia y la quiebra del Estado
El Estado es la expresión de la clase dominante pero también el es-
pacio político donde se enfrentan, luchan, negocian y se concilian los
intereses de las clases, grupos de presión y gremios de la sociedad.
Cuando se resquebrajan las reglas de juego que ordenan y prestan
solución a las contiendas clasistas y partidistas, se abre para el Es-
tado una fase de crisis y las contradicciones encuentran una salida
violenta por fuera de este espacio. Ahora las clases y grupos anta-
gónicos chocan entre sí abiertamente y solo los aparatos represivos
pueden dirimir los conf‌lictos, aunque estos mismos aparatos viven
en su interior la crisis política. En trance tan difícil, las expresiones
políticas de las clases dominadas se ven forzadas a la sumisión total o
a la revuelta armada. La crisis signif‌ica en especial que no es posible
para ninguna fracción de las clases dominantes ejercer su hegemonía
sobre la sociedad mediante un proyecto político que convenza al resto,
especialmente en circunstancias, como las de Colombia, en que los
proyectos reformistas habían fracturado ostensiblemente a las clases
dominantes y a sus diferentes expresiones políticas.
La misma situación de crisis política desestabiliza al régimen
de Laureano Gómez, elegido con la abstención del liberalismo y en
consecuencia desconocido por su mayor contrincante, en tanto que
su base de apoyo está constituida por un partido minoritario que ni
siquiera puede ser unif‌icado por la propuesta corporativa. El Gobierno
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tiene, por lo tanto, que apoyarse más y más en los aparatos represivos.
De esta manera, la suerte del régimen entra a depender del aparato
militar, que se ve presionado por el resto de sectores dominantes a
intervenir en su contra.
El laureanismo fracasa en su intento de reforma constitucional
y al tratar de imponerlo a la fuerza va aislándose progresivamente
del ospinismo dentro del Partido Conservador, y a la vez, su política
desbocada y sangrienta de violencia va generando una creciente resis-
tencia armada y política en todos los niveles de la sociedad. El propio
Gómez, apodado “el Monstruo” por los liberales, no puede gobernar
directamente, en parte porque sufre un infarto cardíaco pero también
porque despierta una gran oposición en muchos sectores políticos y
gremiales del país, por lo que debe recurrir al vicepresidente Urdaneta
Arbeláez, que asume el mando. Gómez pretende impulsar así, con
menos repulsa, sus proyectos corporativos. El descalabro de la Asam-
blea Nacional Constituyente, que buscaba sustituir el resquebrajado
orden constitucional por nuevas reglas de juego, dejó en claro que
por el momento no había posibilidad de reparar la profunda grieta
abierta en el orden político vigente1. Era, pues, en toda la acepción
de la palabra, una crisis de hegemonía política dentro del bloque en
el poder, que comenzaba a ver con preocupación la probabilidad de
una insurrección campesina.
Una coyuntura de este tipo se resuelve por lo general mediante
el bonapartismo militar, o sea, un régimen dotado de gran autonomía
respecto al bloque de poder en crisis, y cuyo papel más importante
sería el desmonte de la amenaza insurreccional popular, ofreciendo
restablecer las reglas del juego y el acceso al mando de los agentes
políticos de las clases dominantes. En verdad, el golpe militar de ju-
nio de 1953 fue organizado por el ospinismo cafetero y apoyado por
el liberalismo. La autonomía del régimen militar fue relativa en sus
comienzos, cuando las decisiones económicas y sociales estuvieron en
manos de los políticos y ejecutivos de la burguesía agroexportadora.
Pero más adelante, cuando Rojas Pinilla intentó af‌irmarse en un nue-
vo proyecto populista de corto alcance e inclinado hacia la derecha,
ya se había reorganizado el bloque de poder y existía un acuerdo
de largo plazo para dirimir las contradicciones intrapartidistas. Se
1 John Martz, Colombia, un estudio de política contemporánea, Bogotá, Universidad
Nacional, 1969, pp. 192 y ss.
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consolidaba también una abierta oposición de prácticamente todas
las fracciones de las clases dominantes y otros sectores que condujo
rápidamente al golpe militar de 1957 y al montaje de un nuevo go-
bierno de unidad nacional.
La política económica del laureanismo
La administración Gómez llevó a la práctica un gran liberalismo eco-
nómico en benef‌icio del capital, aunque doctrinariamente se presen-
tara como impulsor del corporativismo y de la intervención estatal
en la vida civil y económica del país. En 1951 el Gobierno reformó el
régimen cambiario, unif‌icó el tipo de cambio, abolió las licencias de
importación y mantuvo una lista limitada de artículos de prohibida
importación. Teníamos prácticamente, pues, un régimen de libre-
cambio. Sin embargo, tales medidas redundaron en un aumento de
las importaciones y una reducción de las reservas internacionales,
secuelas enfrentadas en 1951 con la aludida devaluación del 28 % y
que colocó el dólar a $2.502. Los cafeteros recibieron los benef‌icios
de la medida en forma progresiva pero segura.
El presupuesto público de 1951 alcanzó la cifra de $500 millo-
nes, de los cuales el 30 % estaba destinado a los gastos de represión
originados en la crisis de legitimidad del régimen. Solo se aprobaron
$36 millones, el 7.2 %, para educación3. El Gobierno se declaró amigo
de la austeridad f‌iscal para no imponer nuevos tributos a las clases
dominantes y obtuvo un superávit considerable en 1951. Ese mismo
año los medios de pago aumentaron solo un 5.2 % pues se aplicó una
política cuantitativista de control del dinero, lo que hoy llamaríamos
“monetarismo”. Tal directriz causó al siguiente año una def‌lación de
precios del -1.2 % y contribuyó a frenar en seco la rápida acumula-
ción de capital que venía de atrás, despertando las críticas acerbas
de industriales y agricultores4. El Gobierno se mostró receptivo ante
la opinión empresarial y practicó una política monetaria más holga-
da durante los dos años siguientes, con 24 % y 13 % de incremento
respectivo en los medios de pago, sin consecuencias inf‌lacionarias
2 Ibid., p. 149.
3 Ibid.
4 Gabriel Poveda Ramos, “Historia de la industria en Colombia”, en Revista andi,
núm. 11, Bogotá, 1971.
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