De la moral heterónoma a una Ética Autónoma - Núm. 9, Enero 2008 - Principia Iuris - Libros y Revistas - VLEX 327689563

De la moral heterónoma a una Ética Autónoma

AutorRóbinson Arí Cárdenas Sierra
CargoMg. en Filosofía, Docente - Investigador adscrito al grupo de Investigaciones Socio-Jurídicas USTA Tunja
Páginas21-29
21
REVISTA PRINCIPIA IURIS No.9, 2008-1 •
no se justifican sino en el encuentro
racional más que en las discusiones
religiosas, lo cual puede resultar
altamente provechoso para un mundo
donde el pluralismo cultural y religioso
se imponen, y pueden conducir a
situaciones de intolerancia y barbarie.
A esa moral movida desde la razón,
suele llamársele también moral cívica,
ya que sus orientaciones no se
desprenden de creencias religiosas,
sino de juicios racionales consensuados
que se originan desde cada sujeto para
preferir, proponer o decidir, por
ejemplo, sobre situaciones compartidas
de orden político, religioso o jurídico.
Se espera que en este tipo de moral
cada individuo sea capaz de actuar «por
deber» (de manera autojustificada),
lejos de cualquier inclinación ciega,
instintiva o fundamentalista (por
ceñimiento acrítico a códigos
indiscutibles).
Todas las morales deben madurar en
autonomía, pero tal vez la que más
apremia esta maduración es la moral
civil o cívica, pues en ella se engastan
más fácilmente los principios de la
convivencia y desde ella es posible
repensar dialécticamente una
organización social capaz de minimizar
la contradicción y la desgracia humana.
Sobre ella se ha disertado
abundantemente desde hace algunas
décadas, precisamente para analizar y
proponer alternativas que permitan
desarrollar sociedades más justas, más
equitativas y más sensibles frente a la
miseria y desolación que deben
soportar los menos aventajados y
marginados de todo marco jurídico,
social y económico protectivos, que
parecen constituir la mayoría
planetaria (más de 3.000.000.000).
El discurso de la moral cívica está
presente en obras de filósofos como
Rawls o Habermas, quienes desde sus
ángulos de visión proponen un
replanteamiento del papel del derecho
y la justicia a partir de una experiencia
racional dialógica, elevada al plano de
la deliberación colectiva, a fin de
proponer un esquema verdaderamente
democrático y, por ello, más justo. En
esas propuestas, es posible deducir
juicios que nos remiten al ejercicio de
la moral cívica. Por ejemplo, en la Teoría
de la Justicia de John Rawls la idea de
pensar la sociedad como una empresa
cooperativa en la que cada asociado, a
través de un ejercicio racional (teoría
de la elección racional), propone
elementos para la construcción de una
justicia equitativa (sin exclusión) en
función de la dignidad de todo ser
humano.
Habermas, en «Facticidad y Validez»,
también nos conduce hacia la
construcción de una moral civil, cuando
al referirse a la estructuración interna
de un sistema de derechos pone, como
punto de partida, el «mutuo
reconocimiento racional» que debe
existir entre los individuos, a fin de
Róbinson Arí Cárdenas Sierra

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