Mujeres, grupos étnicos y cambio climático - Segunda parte. Debates actuales sobre mujeres y cambio climático - El cuidado de la tierra: mujer, ambiente y cambio climático - Libros y Revistas - VLEX 684135789

Mujeres, grupos étnicos y cambio climático

AutorLeonardo Güiza, Edier Buitrago
Páginas101-125

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Introducción

Dedicar un capítulo a pensar la manera en que las mujeres de las minorías étnicas entienden y viven el cambio climático en Colombia tiene repercusiones políticas, históricas y académicas. La literatura nacional ha hecho evidente, en los últimos años, la importancia de reconocer las categorías de género, etnia y raza como ejes transversales en la cotidianidad de las personas y ha resaltado el papel relegado e invisibilizado de la mujer y de las minorías étnicas en la toma de decisiones y en la vida pública del país (Canavate, 2008; Curiel, s.f.; Seager, 2014). Estos estudios han hecho evidentes: los rezagos coloniales de estratificación social donde las poblaciones afro e indígena son tratadas de salvajes, menores de edad o simplemente pormenorizadas (Ulloa, 2001, 2005); las inequidades sociales que existen detrás de los conceptos de raza y género

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(Montalva & Velasco, 2005) y las relaciones de dominación ocultas en la estructuración del sistema-mundo y en la concepción de la mujer (Lugones, 2008).

En el caso puntual de Colombia la participación de la mujer en los grupos étnicos depende bastante del grupo particular al cual pertenezcan. Para el caso de los pueblos indígenas la mayoría se rigen por patriarcados, salvo en contadas ocasiones como la comunidad wayuu que habita en la alta Guajira. De otra parte, para el caso de las comunidades afrodescendientes la participación de la mujer en la toma de decisiones es mucho mayor, lo que se evidencia en la existencia de consejos comunitarios liderados por mujeres, así como en el ámbito político, donde han tenido representantes en el congreso, candidatas a entidades territoriales e incluso una ministra de cultura.

De esta forma, la apuesta política del capítulo parte de reconocer a las mujeres de los pueblos indígenas y afrodescendientes como actores sociales con intereses propios y con capacidad para decidir, actuar y relacionarse alrededor del territorio. Reconocimiento que implica necesariamente atravesar y cuestionar las desigualdades sociales y las imposiciones hegemónicas hechas sobre ellas, “las otras” en sus formas de entender, habitar y usar dicho territorio (Ulloa, 2005).

En la formulación de políticas sobre cambio climático a nivel global el panorama no cambia mucho. Según MacGregor (2010), aun después de 20 años de incursión del feminismo en la política internacional,1los temas de género se continúan menospreciando y haciendo a un lado. La exclusión sistemática de la mujer en los procesos de discusión y toma de decisiones ha construido la imagen de que los cambios en el ambiente afectan a ambos géneros por igual (gender-neutral), desconociendo que la mujer es mucho más vulnerable a los efectos del cambio climático y está menos preparada para afrontarlos (MacGregor, 2010; Seager, 2014).

Por otro lado, para Ojeda (2011), si bien existen políticas diferenciales que incluyen la categoría de género en sus documentos y en sus propuestas de trabajo, el concepto de género se vacía de sentido y se despolitiza si no se reconocen a su vez las articulaciones que tiene el género con “las relaciones de poder basadas en clase, raza y origen regional, entre otros ejes de diferen-

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ciación” (Ojeda, 2011, p. 57), siendo esto la regla en la mayoría de los documentos internacionales.2La documentación científica, al parecer, es la que más se ha encargado de subsanar este vacío conceptual. Los estudios sobre mujer y cambio climático han venido aumentando con el paso de los años y se han enfocado en mostrar las formas en que la mujer se ve afectada de manera distinta al hombre frente a los cambios en el clima (Castillo, Moreno, Aguilar & Solís, 2010) y los desastres naturales (Seager, 2014). Sobre este punto, Joni Seager nos da luces acerca de las corrientes metodológicas y epistémicas encontradas en los estudios ecofeministas y sobre cambio climático a nivel mundial, al hacer una revisión de literatura sobre el tema.

Entre los principales resultados encontrados por el autor se destaca que los desastres naturales tienen repercusiones diferentes en cada género, como los impactos del desastre en sí mismo,3las rupturas sociales que se generan después de la catástrofe,4los procesos de construcción y recuperación,5la formulación de políticas6y las “lecciones aprendidas” (Seager, 2014).

Pero los aportes que hace el feminismo a los estudios ambientales y de cambio climático no se reducen únicamente a la inclusión de la mujer como actor vulnerable. Uno de los grandes objetivos de la teoría feminista es develar el entramado de relaciones de poder que se esconden en la definición, categorización y elaboración de políticas ambientales, preguntándose por quiénes dicen y a quiénes sirve el discurso del cambio climático (Tuana, 2013); y a su vez, deconstruir la idea masculina de dominio y control del ser humano sobre la naturaleza (Seager, 2009). Ideas que tienen un gran impacto en el manejo de los recursos y del territorio por parte de los grupos étnicos, quienes ven en múltiples ocasiones sus territorios invadidos o condicionados bajo la bandera del cambio climático.

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El presente capítulo hace una aproximación al problema de la afectación del cambio climático en las mujeres de pueblos indígenas, a partir del concepto feminista de interseccionalidad, que consiste en la articulación de múltiples categorías de discriminación y segregación como marco para el abordaje integral de problemas sociales. También se considera la categoría de desigualdades socioambientales, que permite entrever las relaciones de poder que existen detrás de los discursos ambientales y su relación con los conflictos sociales.

El capítulo se compone, además de la introducción, de un marco teó-rico en el que se definen los conceptos de interseccionalidad y desigualdades socioambientales, que constituirán el paradigma epistemológico desde el que se abordará el problema. También se presenta el contexto teórico sobre las realidades de las mujeres en grupos indígenas y afros, asumidos como los dos grandes grupos étnicos con presencia en el país, un apartado de conclusiones y las referencias bibliográficas.

1. Marco Teórico
1. 1 Interseccionalidad

El concepto de “interseccionalidad” fue acuñado por primera vez en 1989 por Kimberlé Crenshaw, para denotar la manera en que las mujeres se posicionaban simultáneamente como mujeres, trabajadoras, negras, indígenas, lesbianas, etc. (Phoenix & Pattynama, 2006). Este concepto asume como postura política la incapacidad de reducir una persona a una sola categoría al reconocer la complejidad de las relaciones sociales y de identidad y al demostrar la necesidad de un abordaje epistemológico múltiple (Phoenix & Pattynama, 2006), para lograr comprender los diversos matices que adquiere la opresión. Una definición más elaborada la provee Davis (2008), quien entiende “la interseccionalidad como la interacción entre género, raza y otras categorías de diferencia en la vida de los individuos, las prácticas sociales, los arreglos institucionales y las ideologías culturales, y los resultados de estas interacciones en términos de poder” (Davis, 2008, como se citó en Kaijser & Kronsell, 2014, p. 418, traducción propia).

La interseccionalidad bebe de los aportes del feminismo negro en los orígenes de la segunda ola del feminismo, los cuales permitieron reconocer que una categoría global de mujer desconocía las diferentes formas de dominio que viven las mujeres a lo largo del planeta (Shields, 2008) y creaba una

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idea única y hegemónica en el imaginario colectivo acerca de cómo siente y debe sentir una mujer.7De esta forma, la interseccionalidad se plantea como una teoría que permite comprender los lazos que existen entre las múltiples dimensiones y modalidades de las relaciones sociales y de la formación de los sujetos (McCall, 2014); y que reconoce que la experiencia de las personas no es igual, que depende del lugar en que se ubiquen y los de los cruces interseccionales que sobre ellos se configuren (Shields, 2008).

La inclusión de la interseccionalidad como marco teórico para muchos estudios en las ciencias sociales permitió en su momento entender las posiciones sociales como relativas, al cuestionar el carácter esencialista de muchas categorías y develar las relaciones de poder que se tejen detrás de ellas. En la actualidad, la interseccionalidad es usada como una herramienta para el estudio de la producción y reproducción de inequidades y formas de opresión y dominación (Shields, 2008).

Uno de los más grandes debates alrededor de la interseccionalidad tiene que ver con la tensión entre “diferencia” y “unidad”, con respecto a las formas de identificarse y reconocerse como mujeres. Para muchos autores es crucial que la categoría de género sea la que prime en los análisis interseccionales, reconociendo que una mujer es mujer antes que indígena, lesbiana o negra, ya que de esta forma se mantiene un horizonte común y se define al patriarcalismo como el sistema de opresión más general. Por otro lado, para muchos autores es imposible entender las luchas de clase, raza o género como separadas, pues privilegiar un sistema de opresión implica el desconocimiento de otras luchas que llevan a cabo las mujeres en el mundo (Valentine, 2007). En el presente análisis nos acercaremos más hacia la segunda postura, al reconocer que no es posible separar las categorías de sexo, clase o raza, pero que, a su vez, tampoco es posible observar el caleidoscopio de opresiones a partir de un...

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