La multitud según Hardt y Negri: ¿ilusión o realidad? - Núm. 110, Enero 2009 - Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas - Libros y Revistas - VLEX 213565113

La multitud según Hardt y Negri: ¿ilusión o realidad?

AutorRoberto Gelado Marcos
CargoLicenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y en Traducción e Interpretación por la Universidad de Salamanca
Páginas17-31

La multitud según Hardt y Negri: ¿ilusión o realidad?1

Hardt and Negri's Multitude: Illusion or Reality? La multitude selon Hardt et Negri : réalité ou illusion?

Roberto Gelado Marcos2

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Introducción

Cuando Michael Hardt y Toni Negri escribieron en el año 2001 su libro Imperio, pocos pensaban que pudiera llegar a superar el ámbito de los académicos de la izquierda antiglobalizadora. No en vano el alma de este libro, Toni Negri, fue en sus años jóvenes adalid de la extrema izquierda italiana, lo que le llevó a verse involucrado en no pocos asuntos de naturaleza cuanto menos dudosa3. Su co-autor, Michael Hardt, era un entusiasta de la obra de Negri que contactó con él para intercambiar inquietudes académicas y acabó convirtiéndose en su socio literario. Tales premisas hacían que Imperio partiese, a priori, como un reducto destinado a un público especializado muy concreto. Sin embargo, a los pocos meses de su lanzamiento se había convertido en todo un best-seller generalista, logro al que rara vez acceden publicaciones especializadas de este tipo. Más asombroso fue incluso el hecho de que su mayor éxito de ventas tuviera lugar en Estados Unidos, la cuna del Imperio que Hardt y Negri critican en su libro. Puede, como indica Zizek (2004, p. 149) que el éxito de Imperio no fuera sino otra señal de que un buen número de personas empezaban a entender el capitalismo como un problema.

A buen seguro, gran parte de este éxito también estuvo vinculado al planteamiento de la noción de "multitud", la solución que Negri y Hardt presentan a la perpetuación de desigualdades resultantes del desarrollo extremo del capitalismo. Estos autores defienden que la posibilidad de cambiar el sistema para conseguir eliminar las desigualdades y las injusticias de partida, no sólo está al alcance de la gente, sino que radica en ella, en lo que ellos llaman "multitud". Si la multitud, afirman, es la que ha hecho crecer el capitalismo, sentando las bases de las grandes

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fortunas, de las grandes edificaciones y -en última instancia-del Imperio, es ella la que tiene el poder y la fuerza para acabar con él y crear algo nuevo.

En este ensayo trataremos de detallar la teoría de Hardt y Negri respecto a las características y las capacidades de la multitud, entendida en los términos que ellos la plantean; todo ello evaluando la mayor o menor viabilidad de sus planteamientos desde el punto de vista de las estructuras sociales.

1. Una aproximación al concepto de multitud

Sin duda alguna Spinoza es el gran referente de Negri (2004, p. 68) a la hora de elaborar el concepto de multitud que por primera vez defendió junto a Hardt en Imperio y que constituye evidentemente el referente más atractivo y debatible de la obra.

Según Wall (2005, p. 127), la multitud representa la particular versión de la clase revolucionaria que alumbraron los autores de Imperio. Sin embargo, Hardt y Negri (2000, pp. 393-400) niegan, como veremos más adelante, que la multitud se pueda equiparar absolutamente a nociones de clase, en el sentido en el que se ha entendido tradicionalmente y he aquí el aspecto más interesante de su disertación. Defienden que esta multitud, en el sentido en el que ellos la plantean, no ha tenido históricamente garantizado su papel como sujeto político. Antes bien, continúan, ha sido la historia de las revoluciones de los siglos XIX y XX4 la que ha creado primero y consolidado posteriormente la condición de sujeto político aplicable a la multitud, que ha llegado a un punto de desarrollo en el que cualquiera de sus manifestaciones no hace sino confirmar una realidad ontológica plena de vida y a la que, por tanto, no resulta extraño atribuir una capacidad de poder político de facto.

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En otras palabras, argumentan Hardt y Negri, la multitud se nos presenta hoy como una realidad tangible y se ha consagrado ya, por ende, en sujeto político (con todo lo que ello implica: posibilidad de ejercer contrapoder, llevar a cabo acciones que cambien el sistema...), en la medida en que se manifiesta, se expresa públicamente. Son precisamente las manifestaciones de la multitud las que acaban constituyéndola como un ente singular y autónomo. La multitud, cuyo nacimiento público Negri (Negri y Zolo, 2002, p. 5) sitúa en la cumbre de Seattle5, adquiere relevancia en tanto que aparece dentro del propio sistema, dentro del Imperio, y en la medida en la que su trabajo fue imprescindible para construirlo y es imprescindible para mantenerlo6. "La multitud", escribirán Hardt y Negri (2004, p. 129), "es la carne verdadera de la producción posmoderna" 7.

Sus motores para vencer las desigualdades de este sistema son la cooperación y la hibridación, todo ello en un marco de intercambio lingüístico facilitado por las nuevas redes de conexión de grupos sociales. Estos presupuestos, configurados a lo largo de los últimos decenios, dan como resultado una "nueva singularidad productiva" (Hardt y Negri, 2000, p. 395).

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El concepto de la hibridación, al que ya otorgaban la misma importancia autores como Mattelart (1998, p. 31) es fundamental en la teoría de la multitud de Hardt y Negri, por cuanto es lo que esencialmente diferencia sus tesis del movimiento opuesto que predomina entre los sectores más conservadores de Occidente. Frente al temor a la diferencia, Hardt y Negri propugnan que será la capacidad de hibridarse, de mezclarse (lo que Negri llama "metamorfosis biopolíticas") la que otorgue a la multitud un poder que le permita cambiar el presente sistema (cf. Hughes et al., 2003, p. 213). De hecho, resulta interesante valorar cómo el centro del Imperio, Estados Unidos, se ha empeñado a lo largo de su historia en proclamar al Otro, a la alteridad, como el peligro; doctrina que ha calado profundamente en la mentalidad estadounidense y que, según los postulados de Hardt y Negri, sería curiosamente la principal causante de la enajenación del poder potencial de la multitud.

La necesidad de identificar al "Otro" como el peligro no es, sin embargo, nueva, ni exclusiva del Imperio actual definido por Hardt y Negri. Patterson (1997, p. 115) afirma que tal vocación hunde sus raíces en las primeras civilizaciones de la Historia. Los antiguos griegos, por ejemplo, se referían a los "bárbaros" como un modo de racionalizar la diferencia entre ellos (o más concretamente, los ciudadanos) y el resto. El concepto se extendió a la Roma Imperial, donde los Patricios aplicaban la etiqueta del "Otro" a las clases subordinadas. El proceso ha perdurado hasta nuestros días, y Sharma y Sharma (2003, p. 305) han llegado a afirmar, parafraseando a Negri y Hardt, que en numerosas ocasiones el concepto de alteridad se sigue poniendo de relieve midiendo las diversas culturas siempre en comparación con el rasero occidental "blanco".

Algunos se han atrevido a ir más allá, en la línea en la que se expresan Hardt y Negri (2004, p. 157), al respecto de cómo el poder de los países occidentales desarrollados gestiona el concepto de la otredad como mecanismo de diferenciación. Jameson (1991, p. 290), por ejemplo, avisa de que la alteridad se está convirtiendo en una categoría vacía, con todos los peligros que ello implica, porque cuanto menos se defina al otro, más queda al libre arbitrio de los poderosos decidir con qué "contenido social" se rellena ese Otro destinado a ser víctima del odio. En esta línea, Kellner (1995, p. 83) afirma categóricamente que ciertas estructuras discursivas, en especial el cine, ponen especial énfasis en representar a un "Otro" al que poder adjudicar todas las características peyorativas que jamás identificaríamos con uno de los nuestros.

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En este sentido, autores como Worth (2002, p. 1) se han referido explícitamente a Estados Unidos como constante creador de "Otros" al recordar que la historia del país norteamericano "se define en parte a través de sus Némesis". Parafraseando a Baudrillard, parece que la cuna del Imperio implosiona, motiva a sus ciudadanos y aliados -un enemigo común sirve para distraer la atención sobre lo que se cree una amenaza, (Cf. Merskin, 2004, p. 159)- a cerrarse en sí mismos y a odiar al Otro, un Otro extremadamente variable a lo largo de la Historia (comunistas, árabes, ¿chinos?...) como necesario para organizar esta dialéctica de confrontación.

Clarke (1997, pp. 33-34) afirma, en este sentido, que Hollywood ha creado una serie de "Otros" que no hacen más que proyectar las necesidades, miedos, fantasías y representaciones de ideologías americanas particulares. Readings (1997, p. 174, citado en Kaplan, 1997, p. 157) va más lejos y asegura que los estadounidenses creen que al decir "nosotros" no dicen "nosotros, los estadounidenses", sino "nosotros, la humanidad". En otras palabras, según Readings, el estadounidense no concede más óptica ni lógica que la suya propia, por lo que cualquier postura contraria a esta lógica (sea la que sea y...

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