Aportes teóricos al concepto de conflicto social: una lectura desde las macro y microsociologías hasta los modelos integradores emergentes - Núm. 8, Noviembre 2006 - Ambiente Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 216644413

Aportes teóricos al concepto de conflicto social: una lectura desde las macro y microsociologías hasta los modelos integradores emergentes

AutorLuis Alfredo García; Diego Alejandro Muñoz; Juan David Gómez
CargoUniversidad de Envigado y San Buenaventura, Colombia/Universidad de Antioquia y San Buenaventura, Colombia/Universidad de Zaragoza, España
Páginas1-42

“si alguien me objetara que el reconocimiento previo de los conflictos y las diferencias, de su inevitabilidad y su convivencia, arriesgaría a paralizar en nosotros la decisión y el entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y racional, yo le replicaría que para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto es un pueblo maduro para la paz”

ESTANISLAO ZULETA

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Presentación

El presente escrito1 pretende, de forma inicial, tematizar algunos aportes devenidos desde las corrientes micro y macrosociológicas acerca del concepto de conflicto social, para tal efecto se irán hilando posturas, autores y categorías de la sociología, que le dan sentido a un posible campo conceptual para la comprensión del conflicto social. Asimismo, proponemos, como colofón, una mirada general a propuestas sociológicas emergentes que se acercan a formular visiones más integradoras2 en torno al conflicto social.

En los desarrollos de la teoría sociológica, los aportes realizados desde las perspectivas macro y microsociológicas, han trabajado el conflicto, en tanto dimensión, esfera, proceso o condición de la realidad social. Así, la perspectiva macrosociológica, desde su credulidad en la “totalidad social”, objetiva el conflicto como proceso social, acompa ñado de otros procesos como: el cambio, la tensión, la estructuración, la dinámica, entre otros. De esta forma, en los inicios de la macroteoría sociológica se encuentran posturas que pretenden aprehender el conflicto, como dimensión de lo político, las teorías de la estabilidad y el conservadurismo (estructural – funcionalismo), y las teorías de la dinámica social (Marxismo - teoría crítica), son las principales representaciones de esta tendencia.

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De otro lado, la microsociología ve el conflicto como dimensión de la cotidianidad, elemento constitutivo de los mundos de la vida; posturas como el interaccionismo simbólico y la sociología de la vida cotidiana, han brindado aportes teórico – metodológico para la compresión del conflicto desde esta perspectiva.

Para una mayor profundización de estos supuestos, se trabajarán a continuación algunas relaciones conceptuales existentes entre las posturas sociológicas citadas y el tema del conflicto social.

1. La macrosociología estructural funcionalista y el conflicto social

Desde la postura estructural – funcionalista clásica, el conflicto social deviene en disfuncional al incidir “negativamente” en la estructura social, idealizada en términos de estática3. Es de anotar que el estructural – funcionalismo como postura macrosociológica, emerge en el contexto histórico – social de Europa entre los siglos XVII y XVIII, contexto épocal signado por las revoluciones o grandes cambios que desde lo político (revolución francesa 1789), económico (revolución industrial), religioso (reforma protestante), y científico (emergencia del positivismo decimonónico), van a determinar la función de la sociología: ordenar el nuevo mundo o mundo moderno4. De esta forma, queda claro el conjuro ideológico o el interés subyacente desde esta perspectiva paradigmática de ver el conflicto como sinónimo de desorden y por ende realidad digna de ser transformada, cambiada o evitada en la experiencia social.

De esta forma, la visión macrosociológica propuesta desde autores como Durkheim y Merton, permite acercamientos teóricos entre aspectos psicosociales cotidianos y lasPage 5 estructuras y funciones del sistema social al cual pertenecen. Así, la consideración funcional de la anomia en tanto motivo para la regulación, permite la incursión investigativa en aspectos como la anticipación moral (posconvencionalidad), la superación del dualismo individuo/sociedad y, para este caso concreto, el conflicto social. Es de anotar que la ruta de entrada propuesta por estos autores para el estudio del conflicto social se relaciona con el principio de la organización social, desde la cual, la primera manifestación del conflicto es la anomia, el delito o la desviación. Para este enfoque, "el delito forma parte, en cuanto elemento funcional, de la fisiología y no de la patología de la vida social"5, y por ello, mediante los fenómenos de reacción o disidencia social, hace comprensiva la estabilidad y el mantenimiento de cierto sentimiento colectivo, esta discusión será profundizada más adelante desde Lewis Coser y sus categorías de "cambio de sistema y cambio dentro del sistema"6.

Es importante destacar en Durkheim las relaciones establecidas entre las conciencias / representaciones colectivas y las objetivaciones o concreciones de la dinámica social: organizaciones, estructuras de acogida, agrupaciones sociales, acciones sociales, entre otras; desde las cuales se tornan verdad existente los sentimientos colectivos7.

La anomia, en cuanto no acogimiento de determinadas representaciones colectivas y búsqueda de resignificaciones, da paso a la autoalteración de los mundos de vida en lo micro y la redefinición de los órdenes de vida en lo macro, es decir, posibilita la transformación y renovación social, siempre y cuando se encuentre en el espectro de la regulación social. Estas consideraciones podrían conducir al planteamiento de la desviaciónPage 6 como eje dinamizador de lo social (parte de la dinámica social), y por lo tanto, posible reguladora y anticipadora de nuevos órdenes y realidades sociales. La desviación podría conducir cierta performancia que deconstruye y reconstruye continuamente las representaciones colectivas y sus concreciones históricas, erosionando la eficacia simbólica del mundo contemporáneo en cuanto animadora del actuar social.

La trilogía representación/sugestión/actuación, en cuanto profecía de autorrealización, encuentra fisuras en el momento de la reproducción cultural. Tal como lo expone Merton, existe la incongruencia entre los fines culturalmente reconocidos como válidos (representaciones culturales) y los medios socialmente construidos y significados como legítimos para su consecución, la desviación hace su aparición en cuanto intentos reformistas de actualización de fines/medios y cambios de fines culturales.

El imaginario sociocultural sugestiona ubicando unidimensionalmente ciertos fines como únicos y válidos, se sigue con esto, la construcción sistémica de medios institucionales coherentes con éstos, que propicien la satisfacción de dichas sugestiones o encantamientos. Para Merton, el sistema social no alcanza a abarcar la totalidad de las demandas suscitadas en los actores encantados o sugestionados por los fines culturales reproducidos y socializados, dando con ello cabida, por una parte, a las dinámicas sociales subculturales (reformistas) que proponen nuevos medios para la satisfacción de los fines existentes desde un cambio dentro del sistema; de otra parte, a las dinámicas sociales contraculturales (de cambio) que no se limitan a pelear por la satisfacción de las necesidades devenidas de los fines culturales existentes, sino, que proponen nuevos fines -y con ello-, cambios de sistema en lo social y cultural, de allí que para Merton se puede entender la anomia "como aquella crisis de la estructura cultural que se verifica especialmente cuando existe una fuerte discrepancia entre normas y fines culturales, por una parte, y las posibilidadesPage 7 estructuradas socialmente de actuar en conformidad a aquellos, por la otra"8. Esta discrepancia o conflicto deviene en funcional en cuanto posibilidad de actualización del sistema social, y en disfuncional, al originar desintegraciones en dicho sistema.

Para el mantenimiento del status quo, los actores que se encuentran agenciando, desde lo contracultural, resquebrajamientos o rupturas en el sistema social, tienden a ser invisibilizados o etiquetados como:

  1. Delincuentes: en tanto subculturas marginales que en aras de la consecución de los fines culturales de la sociedad (principalmente en las sociedades occidentales modernas del consumo), atentan contra el orden social existente en tanto inmanencia del ideal de medios para la satisfacción de las necesidades.

  2. Contestatarios: rebeldías o disidencias a las representaciones colectivas y los fines culturales que comportan, y búsqueda de nuevos escenarios o resignificaciones del mundo convencional ofrecido, a partir de lo contracultural.

Es de anotar que una de las falencias interpretativas del modelo Mertoniano para la comprensión de la desviación social, que ha sido objeto de críticas marxistas es su no acercamiento a los fenómenos delictivos de "cuello blanco"9. Lo importante para esta propuesta es su valoración de las promesas incumplidas socialmente, como un detonante de conflictos y cambios sociales.

De otro lado, autores como Sutherland, Tappan, Reckless y Smith, van a proponer la idea de la "transmisión cultural conflictiva", como la socialización de "valores antisociales"Page 8 propios de los grupos de pertenencia marginales, los cuales se encuentran ubicados en "áreas delictivas" de la ciudad10.

Desde esta perspectiva y siguiendo a Bertolini, "se podría así afirmar que el concepto de subcultura delictiva hace de una integración de los esfuerzos efectuados para evidenciar las fuentes de presión que pueden llevar a una desviación, con los efectuados para analizar ciertas estructuras sociales, a las que se carga en cuenta la reglamentación de la selección y de la evolución de las varias soluciones...

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