La protección del medio ambiente urbano en la Unión Europea - Núm. 24, Diciembre 2005 - Revista de Derecho de la División de Ciencias Jurídicas - Libros y Revistas - VLEX 51817114

La protección del medio ambiente urbano en la Unión Europea

AutorCarlos Javier Velásquez Muñoz
CargoAbogado de la Universidad del Norte
Páginas158-186

    Este artículo es resultado de la investigación que lleva el mismo nombre y que fue realizada por el autor y presentada como tesina para obtener la suficiencia investigadora en el Programa de Doctorado de Derecho Administrativo en la Universidad de Salamanca (España).


    Este trabajo de investigación ha sido financiado con dineros provenientes de la Beca de Estudios doctorales resultado del Convenio de Desarrollo profesoral suscrito entre la Universidad del Norte y la Fundación Carolina del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.


Carlos Javier Velásquez Muñoz: Abogado de la Universidad del Norte; Master en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco UPV-EHU (España); candidato a Doctor en Derecho Administrativo, Universidad de Salamanca (España); profesor e investigador de la Universidad del Norte (Colombia). Dirección postal: Universidad del Norte, Km 5 vía a Puerto Colombia, Barranquilla (Colombia) cvelasquez@uninorte.edu.co

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1. Introducción

Este artículo es resultado de la investigación llevada a cabo por el autor dentro del Programa de Doctorado en Derecho Administrativo de la Universidad de Salamanca, y tiene por finalidad mostrar, a partir de un análisis crítico, los mecanismos políticos y de derecho implementados por la Unión Europea para la protección del medio ambiente de sus aglomeraciones urbanas. Asimismo, confronta la suficiencia de dichos esfuerzos y su pertinencia a algunos de los objetivos fundamentales de la Unión, en especial los referidos al «logro de un desarrollo sostenible»...y la «protección y mejora de la calidad del medio ambiente».

Para llegar a conclusiones concretas sobre estos aspectos fue necesario acudir a diversa y abundante bibliografía, con principal énfasis, como es obvio, en los documentos oficiales emanados de las instituciones comunitarias.

2. Urbanización de la población humana

En efecto, el mundo no está totalmente urbanizado en la actualidad, pero casi lo estará en poco tiempo. Uno de los hechos que caracterizan a la vigente organización de la vida humana en el planeta es el proceso de concentración de población y, por ende, de diversas actividades, en ciudades. En la década de los sesenta del siglo pasado se contaban 114 ciudades con poblaciones mayores a un millón de habitantes, al llegar el inicio de este nuevo milenio la cifra alcanzó las 400. En otros términos: actualmente, casi la mitad de la población mundial vive en ciudades, cifra que se estima crecerá a un ritmo del 2 por ciento por lo menos hasta el 2015 (HÁBITAT, 2004).

Estos crecientes niveles de urbanización son consecuencia, además del incremento natural de la población urbana, de la migración de la población rural hacia las ciudades. En los últimos cincuenta años, una gran proporción de la población rural se convirtió en urbana, tras la búsqueda de oportunidades y servicios que estas zonas ofrecen, en especial, empleo y educación; de difícil, por no decir imposible, acceso en dichas áreas. Sin embargo, en continentes como África o América Latina otras causas, como conflictos armados, degradación de la tierra y agotamiento de los recursos naturales, han propiciado la dinámica (PNUMA, 2004). Así, el rápido aumento de la población urbana del mundo, acompa-Page 159ñado del menor crecimiento de la población rural, ha conducido a una redistribución demográfica a gran escala durante los últimos 30 años; el periodo comprendido entre 1950 a 2050 presenciará un cambio en el 65 por ciento de la población mundial (HÁBITAT, 2004). Lo preocupante de esta situación es que estos cambios ocurren con mayor velocidad en los países menos desarrollados, que han aumentado de cerca del 27 por ciento en 1975 al 40 por ciento en el 2000 su población urbana (HÁBITAT, 2004). Todo indica que la tendencia continuará durante los siguientes 30 años.

Europa no escapa a esta realidad. Bien se sabe que es éste el continente de mayor densidad poblacional urbana, su nivel de urbanización se encuentra en el 74.6 por ciento, con un crecimiento anual calculado de 0,3 por ciento entre los años 2000 a 2015 (HÁBITAT, 2004). Si bien los datos de crecimiento poblacional indican una estacionalidad en cuanto al crecimiento, la concentración en ciudades se mantiene sin modificaciones. Aun con estos bajos ratios de crecimiento, se proyecta que dentro de 30 años el 80 por ciento de la población europea vivirá en entornos urbanos.

Para finalizar este primer apartado es necesario llamar también la atención sobre el radical y vertiginoso aumento en el número y tamaño de metrópolis y megalópolis (ciudades con más de 10 millones de habitantes), surgidas durante la segunda mitad del siglo XX, las cuales han cambiado sustancialmente su distribución geográfica. En 1900, nueve de las diez ciudades más grandes se encontraban en América del Norte y Europa, en tanto que en la actualidad sólo tres se encuentran en el mundo desarrollado (Los Ángeles, Nueva York y Tokio). Situándose en países pobres, el crecimiento de estas grandes urbes refuerza aun más el aumento de la pobreza, pues tiende excluir y concentrar a ciertos grupos sociales en determinados lugares; ejerciendo no sólo presión sobre el entorno y acelerando los procesos de degradación ambiental, sino también sobre el bienestar y calidad de vida de los mismos habitantes.

En resumen, esta dinámica de crecimiento y concentración poblacional en las ciudades está conduciendo a una situación totalmente nueva en la historia y provocando problemas de extraordinaria importancia. Entre los más acuciantes, el crecimiento exponencial de los problemas medioambientales generados por las actividades urbanas a unas tasas de crecimiento, superiores al crecimiento de la población que los genera.

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3. Panorama general del medio ambiente urbano en Europa: la huella ecológica europea

La satisfacción de las necesidades humanas, aunado a las exigencias por controlar el medio en el cual desarrollarse, así como las luchas hegemónicas por el poder y la búsqueda de conocimiento; han sido los rasgos justificantes de la sociedad europea a lo largo de su historia. Bajo el manto de dichas aspiraciones, aparece la ciudad como el resultado y símbolo de un proceso permanente de conflicto y, por tanto, de cambio, en el cual el hombre no sólo se ocupa de su territorio próximo, sino que extiende su huella más allá, transformándolo radicalmente. Como consecuencia de lo anterior, se va configurando una estela antrópica, que en nuestro tiempo se descubre, calcula y pretende reducir: la denominada «huella ecológica».

Como se sabe, la huella ecológica corresponde al área de tierra productiva y ecosistemas acuáticos requeridos para producir los recursos utilizados y asimilar los desechos generados por una población definida, con una calidad de vida específica dondequiera que ésta se encuentre. Según esta definición, la huella ecológica de una ciudad corresponde al área productiva que se requiere para mantener a su población, e incluye todos los recursos renovables y no renovables necesarios para suministrar alimentos, energía, agua y materiales, y para absorber las emisiones y los residuos generados en el núcleo urbano (Rees, 1992: 121-130).

Hoy día el tamaño de la huella ecológica de una ciudad es inmenso, y aunque es difícil y complejo medirla, cálculos se han hecho al respecto, por ejemplo, en las ciudades bálticas y el Reino Unido. En las 29 ciudades bálticas, ubicadas en 14 países distintos, viven 22 millones de personas y la extensión de terreno que se requiere para cubrir las necesidades de estas poblaciones es 200 veces mayor que el área total que ocupan (Folke, Larsson y cols., 1996). Por su parte, el cofundador del London Trust, Herbert Giardet, calculó que la huella ecológica de Londres -en donde reside el 12 por ciento de la población del Reino Unido en un área de sólo 170.000 hectáreas- llega a cerca de 21 millones de hectáreas, o sea, 125 veces la superficie de la ciudad misma, lo que equivale a toda la tierra...

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