Ocaso del socialismo petrolero - Petróleo y Estado - De Chávez a Maduro: balance y perspectivas - Libros y Revistas - VLEX 691033741

Ocaso del socialismo petrolero

AutorHumberto García Larralde
Páginas27-47

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El petróleo tuvo un impacto decisivo en el desarrollo económico de Venezuela desde las primeras décadas del siglo xx. Con base en una interpretación particular del Decreto sobre Minas que promulgó Simón Bolívar en Quito, el 24 de octubre de 1829,1el Estado se arrogó la percepción de los proventos de su explotación en tierra venezolana, alegando ser representante de la nación, dueña esta de los recursos del subsuelo. Con el alza de estos ingresos, se convirtió en ente tutor de la modernización del país, bajo la consigna acuñada por Arturo Uslar Pietri de "sembrar el petróleo".2Al caer la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958, se formaliza una estrategia de industrialización por sustitución de importaciones, inspirada en los lineamientos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe -cepal- de la Organización de las Naciones Unidas -onu-. Detrás de fuertes barreras proteccionistas y con el auxilio de incentivos financieros y fiscales, una política de "compre venezolano" por el Estado y un poder adquisitivo doméstico inflado por la

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sobrevaluación de la moneda -todo posibilitado por el ingreso petrolero-, la economía se colocó a la cabeza del continente en muchos indicadores para los años 70.3El petróleo le ahorró a Venezuela, además, la crisis de su sector externo, padecida de manera crónica por otras economías de la región. Ello fundamentó un ambiente de inflación casi nula, con gran estabilidad macro-económica.

El boom petrolero de mediados de esa década triplicó, de la noche a la mañana, los ingresos fiscales y alimentó la ilusión -del recién estrenado gobierno de Carlos Andrés Pérez (1973-78)- de que Venezuela podía saltar etapas para alcanzar el desarrollo. El Estado asumió un protagonismo aún mayor, gracias al portento financiero que llenaba sus arcas, convirtiéndose en caso emblemático de PetroEstado, término con que la estadounidense Terry Lynn Karl (1996) explica las distorsiones institucionales asociadas a lo que llamó como la maldición de los recursos naturales (Auty, et al., 2001). En e1 plano político y social, se consolidó un acuerdo de participación en el usufructo de la renta petrolera, denominado por el politólogo Juan Carlos Rey (1991) como "de conciliación de élites", que forjó los consensos que contribuyeron a estabilizar la democracia venezolana hasta entrados los años 80. Pero las penurias que empezaron a padecerse durante esa década -llamada "perdida"- frustraron las expectativas creadas en torno a la siembra del petróleo, generando un creciente malestar en la población. El programa de ajuste económico del segundo gobierno de Pérez (1989-1993) -continuado luego de contramarchas por su sucesor (Rafael Caldera, 1994-1998)- intentó abrirle paso al país a una estrategia basada en la competitividad de los sectores no petroleros. Lamentablemente, hizo aflorar la inflación que había estado represada por el PetroEstado que se procuraba superar, de gran costo social. Chávez supo capitalizar este descontento para ganar las elecciones de 1998.

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1. El tortuoso camino "revolucionario"

Imbuido de una imagen de hombre arrojado, por su fallido intento de golpe de Estado en 1992, el novel presidente prometió barrer las "cúpulas podridas" de los partidos que habían gobernado bajo el Pacto de Punto Fijo4y "refundar" la Patria. Convoca a una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Carta Magna como fundamento de una "Quinta República" que rescataría los sueños atribuidos a Bolívar para con la nación que liberó, traicionados por las mencionadas cúpulas. Pero la nueva Constitución no resultó muy distinta de la anterior.5En lo que respecta a la economía, introdujo cambios sutiles que consagraron la reserva por parte del Estado de la explotación del petróleo y de algunos recursos naturales de interés estratégico, y abrió una rendija, al principio imperceptible, para "relativizar" los derechos de propiedad. A pesar de estas modificaciones y de una retórica que, de manera creciente, se autoproclamaba "revolucionaria", los primeros años de su gobierno fueron, en buena medida, continuación -en lo que a la conducción de la economía se refiere- de la de su predecesor (Rafael Caldera). Entre otras cosas conservó al frente del Ministerio de Hacienda a la misma persona que ejercía ese cargo en la administración Caldera (Maritza Izaguirre) y mantuvo la política de anclaje cambiario6como base de su lucha contra la inflación, en el marco de un respeto general por las libertades económicas.

Pero en el plano político, convencido de ser el adalid que salvaría la Patria, toma medidas sucesivas para concentrar el poder en sus manos, contrariando, primero de forma subrepticia, pero después abiertamente, preceptos de la Constitución recién aprobada. Ello lleva a una creciente conflictividad política que llega a su clímax en abril del 2002, cuando es desalojado momentáneamente del poder y restituido dos días después por el mismo mando militar que lo había desconocido. Junto al paro nacional de finales de ese año y principios

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del siguiente, lo ocurrido acentúa su determinación de eliminar toda independencia de poderes para prevenir similares acciones en su contra en el futuro. Despide a la plana directiva de la empresa petrolera estatal, pdvsa, así como a unos veinte mil de sus trabajadores más calificados, por haber participado en ese paro. A la par, va tomando control progresivo de los poderes legislativo, judicial y ciudadano, y arremete contra los medios de comunicación. Ello realza aún más la crispación política de una Venezuela polarizada en extremo. Bajo auspicios de la oea y del Centro Carter, se acuerda celebrar un referendo revocatorio, previsto en la Constitución, para desactivar esta conflictividad.

La posibilidad cierta de perder esta consulta, no obstante el ventajismo y las dilaciones desplegadas para que se realizara en condiciones que propiciaran su permanencia en el poder, marcan el inicio de lo que sería el esquema que, en lo económico, definiría su larga gestión de gobierno. En 2003 se implanta un control de cambio que aún pervive. Un año después aparecen las primeras "misiones", programas asistenciales dirigidos a los sectores más pobres de la población, en procura de restablecer la legitimidad social esgrimida como inspiración de su gobierno. Se empieza a expropiar fundos agrícolas con el pretexto de luchar contra el latifundio y se introducen los primeros vestigios de un régimen que controlará progresivamente las actividades económicas del sector privado.

Pero no es sino luego de ganar el referendo revocatorio de 2004, y con el empujón que dio el incremento en los precios del crudo en los mercados mundiales,7que Chávez declara abiertamente su objetivo de construir un Socialismo del Siglo xxi en Venezuela. Sin desmerecer el impacto de su discurso ideológico, lo que supo vender a sus compatriotas fue una idea sencilla: que merecían participar en el usufructo de la riqueza social, por encima de cualquier consideración de mérito, talento, esfuerzo invertido o de otra naturaleza. La imagen de una Venezuela pletórica en petróleo, minería, potencialidades turísticas y tierras fértiles, pregonada durante décadas por los gobiernos anteriores, abonaba convincentemente a favor de esta reivindicación. Era tremendamente injusto que, en un país tan rico, la mitad de su población viviese en condiciones de pobreza. El solo hecho de ser venezolano, más si encarnaba la mezcla racial que tipificaba al pueblo en el imaginario de la "revolución", daba

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derecho a disfrutar de tan generoso legado de la naturaleza. Y esgrimiendo una mezcla de epopeyas emancipadoras invocadas en la lucha contra los enemigos de la Patria y promesas de redención social, la política económica del gobierno aterriza en lo que el propio Chávez denominó socialismo petrolero.82. El socialismo petrolero

Chávez ganó las elecciones presidenciales de 2006 con un amplio margen y con los precios del petróleo despuntando, se encontraba en el cénit de su popularidad. Su control de la Asamblea Nacional y sobre los demás poderes, otrora autónomos, le permitió alterar el andamiaje institucional de la economía y concentrar en sus manos, para su usufructo discrecional, la renta petrolera9 captada por el país en los mercados mundiales (ver anexo). Adicionalmente, la creciente inflación le fue deparando al gobierno ingresos sustanciales por señoreaje, cercanos al 3,8% del pib entre 2003 y 2012, según Zambrano (2013). Ello hizo posible una formidable base financiera para la prosecución de sus objetivos de política, incluyendo la "compra" de aliados internacionales a través de ventas de petróleo generosamente financiadas, exoneraciones de deuda con Venezuela y otras ayudas. En particular, permitió la transferencia masiva de recursos a sectores de bajos ingresos, su base política de apoyo por excelencia, por medio de las misiones.

Entre las prácticas implantadas, cabe señalar la de formular los presupuestos del Gobierno Nacional con base en un precio del barril de exportación de petróleo muy inferior al que resultaría luego en el ejercicio fiscal correspondiente. Ello permitió extraer de la supervisión parlamentaria una porción significativa del ingreso petrolero, frecuentemente mayor que el presupuestado, para su erogación discrecional en programas que favorecieran el ascendiente político

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del Presidente. La subordinación a sus designios de la mayoría oficialista en el Legislativo Nacional hizo de la aspiración de transparencia, de rendición de cuentas y de las posibilidades de contraloría sobre la aplicación de estos recursos, consagrados en la Constitución, una burla. Adicionalmente, el Ejecutivo convirtió a pdvsa...

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