Los orígenes, la evolución y las lecciones del movimiento colombiano por la paz
| Autor | Adam Isacson - Jorge Rojas Rodríguez |
| Cargo del Autor | Investigador asociado de la Washington Office on Latin America en temas de políticas de seguridad regional - Coordinador de la Consultoría sobre Migración y Derechos Humanos de la Plataforma Inter-Americana para los Derechos Humanos (PIDHDD) |
| Páginas | 39-63 |
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Los orígenes, la evolución y las lecciones
del movimiento colombiano por la paz
Adam Isacson y Jorge Rojas Rodríguez
El 30 y 31 de julio de 1998 más de cuatro mil colombianos llenaron las instalaciones
de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el centro colonial de Bogotá. Una semana
antes de la posesión de Andrés Pastrana, presidente que había prometido negociar
la paz con los grupos guerrilleros, todas estas personas se habían reunido para parti-
cipar en un evento singular: una Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la
Paz. Una mezcla muy peculiar de personas abarrotaba el auditorio de la Biblioteca:
políticos, jerarcas de la Iglesia y líderes empresariales prominentes se codeaban con
intelectuales, sindicalistas, activistas de derechos humanos, observadores inter-
nacionales y cientos de líderes indígenas y campesinos que habían viajado en bus
durante largas horas desde sus regiones de origen. Tal como quedó registrado en las
memorias de la Asamblea Permanente, todas estas personas habían venido “a pensar
el país que tanto queremos: una Colombia en paz, con solidaridad y amabilidad
con nuestros niños; una Colombia que tristemente no tenemos, debido a nuestra
incapacidad para resolver nuestras diferencias”.1 Aunque esta asamblea (la primera
de varias similares que se realizarían durante los siguientes años) no elaboró una
hoja de ruta detallada para lograr la paz, sí marcó un momento de optimismo y un
nuevo nivel de organización e inuencia para el joven movimiento colombiano de
la sociedad civil por la paz.
1 Asamblea Permanente por la Paz, Memoria: Acto de instalación (Bogotá, Asamblea Permanente por
la Paz, 1998).
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Colombia. La construcción de la paz en tiempos de guerra
Entre el 9 y el 11 de mayo de 2002, miles de colombianos se reunieron de nuevo
en el Hotel Tequendama del centro de Bogotá. Asistían a un Congreso Nacional
por el País y la Paz, a pocas semanas de la muy probable victoria de un candidato
presidencial que prometía intensicar la guerra. Los asistentes eran menos heterogé-
neos que los que se habían reunido en la Asamblea cuatro años atrás. Ya no estaban
presentes los líderes empresariales, ni los políticos de centro, ni otros actores de la
élite del país. Quienes acudían lo hacían, como escribió Jorge Rojas Rodríguez en
otro texto, “en un último y desesperado intento por parte de la sociedad civil por
recomenzar los diálogos y las negociaciones de paz”, menos de tres meses después
del agrio colapso de los diálogos de paz entre el gobierno y el mayor grupo gue-
rrillero del país.2 Aunque el encuentro no fue un desastre, muchos participantes
quedaron insatisfechos con el resultado del congreso; las diferencias de opinión
entre los participantes dicultaron incluso la elaboración de una declaración nal.
Pasaría cierto tiempo antes de que nuevamente se intentara realizar un encuentro
nacional que reuniera a un amplio espectro de personas e ideas.
Muchas cosas ocurrieron entre la Asamblea Permanente de 1998 y el Congre-
so de Paz y País de 2002, que explican la gran diferencia entre las atmósferas y los
resultados de ambos eventos. Sin embargo, estos dos encuentros fueron solamente
dos de muchos hitos signicativos en la corta pero notable historia del movimiento
de la sociedad civil colombiana por la paz. Esta historia es breve: los orígenes del
activismo colombiano por la paz se remontan a quince o máximo veinte años atrás.
También es una historia tumultuosa, que involucra un periodo de crecimiento
rápido, otro de desafíos abrumadores y, recientemente, uno de atrincheramiento.
Pero esta historia no es lineal, ni sus perspectivas son del todo desalentadoras.
El movimiento colombiano por la paz se encuentra en una encrucijada y se ve obli-
gado a tomar decisiones y realizar realineamientos estratégicos. Cuando el contexto
político nacional –un factor determinante– sea favorable nuevamente, es probable
que el movimiento resurja como un participante maduro, activo e indispensable
en la búsqueda de una solución pacíca al conicto colombiano. A pesar de las
frustraciones de los últimos años, hay razones para ser optimistas acerca de la salud
de largo plazo del movimiento colombiano por la paz.
2 Jorge Rojas Rodríguez, “Political Peacebuilding: A Challenge for Civil Society”, Accord 14 (2004),
www.c-r.org/accord/col/accord14/index.shtml (consultado el 17 de agosto de 2008).
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