Entre la ortodoxia y la revolución: Una reconstrucción de la filosofía política de Gilbert Keith Chesterton. - Vol. 26 Núm. 2, Julio 2014 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 557921770

Entre la ortodoxia y la revolución: Una reconstrucción de la filosofía política de Gilbert Keith Chesterton.

AutorNorberto Bey, Facundo
CargoDossier tem
Páginas179(37)

Between Orthodoxy and Revolution: A Reconstruction of the Political Philosophy of Gilbert Keith Chesterton

Entre a ortodoxia e a revolução: uma reconstrução da filosofia política de Gilbert Keith Chesterton

Introducción

Will a man take this road or that? That is the only thing to think about, if you enjoy thinking.

G. K. Chesterton, Orthodoxy

La obra de Gilbert Keith Chesterton fue tan amplia y fructuosa como polémica y comprometida. A pesar de que ninguno de sus trabajos condensa la suma de sus argumentaciones y debates, en la variedad de sus ensayos históricos, teológicos, periodísticos y literarios, es posible rastrear una serie de elementos teóricos que cifran una batalla con ciertos supuestos de envergadura para la modernidad teológica y política. El objetivo de este artículo es relacionar aquellos elementos centrales de sus debates, haciendo hincapié en su crítica a la idea moderna de progreso. Para llevar a cabo esta tarea, tomaremos como punto de partida dos de sus libros más relevantes y destinados a la polémica: Heretics (1905) y Orthodoxy (1908). En estas obras se abordan con agudeza crítica conceptos y temas centrales para la ciencia política, como libertad y democracia, así como el carácter revolucionario de la acción política, la pregunta por la necesidad de un orden legal y el rol de los valores y la historia en la comprensión de la vida en común. A la par, estos ejes políticos son alumbrados y fundamentados por doctrinas teológicas clave dentro del cristianismo: la caída y el pecado original.

Este artículo se orienta a reconstruir, con fidelidad a los principios hermenéuticos del autor, el lugar para una filosofía política en la obra de Chesterton, capaz de situar una cierta idea de progreso que no deja de conmover, con originalidad suficiente, las principales corrientes intelectuales contemporáneas de las ciencias sociales, en general, y de la ciencia política, en particular, así como los presupuestos básicos de las ideologías dominantes del siglo pasado. Asimismo, se le dará relevancia a sus reflexiones sobre la democracia, estableciendo una relación específica con las consideraciones teológicas y políticas que guían sus escritos.

La crítica al ideal de progreso moderno y a sus fundamentos filosóficos y políticos

Este artículo comienza dando cuenta de las principales críticas elaboradas por Gilbert Keith Chesterton a las diversas variantes ideológicas que se consideran a sí mismas "progresistas" y a aquello que el autor entiende como sus bases filosóficas. Entre los fundamentos filosóficos y políticos de la idea moderna de progreso, Chesterton identifica múltiples corrientes a las que define en sentido amplio como "materialistas". En líneas generales, podemos incluir aquí las tradiciones evolucionistas e historicistas que se arrogan--principalmente en la Gran Bretaña y la Alemania de comienzos del siglo XX--el monopolio último de la racionalidad y las aspiraciones humanas, entre ellas las teorías de la autorregulación social, del desarrollo histórico (cultural o económico), de la superioridad racial, de la superioridad de las clases adineradas e ilustradas, del positivismo científico y de sus entrecruzamientos. Para comenzar se toma como punto de partida la crítica chestertoniana a aquellas teorías progresistas que, entre las mencionadas, buscan extraer de la naturaleza y del mero paso del tiempo el ideal para la vida en común: el evolucionismo y el historicismo.

Según Chesterton, el evolucionismo recae en lo que considera la "locura" de un racionalismo desarraigado en el momento de alejar la búsqueda de criterios estrictamente morales o religiosos de la pregunta sobre el ideal a partir del cual debe erigirse la mejor forma de organización social y política para una comunidad. Ante el postulado evolucionista de que la naturaleza puede ser una fuente fiable para extraer estos criterios, asumiendo como verdadero el supuesto dogmático de que lo que evoluciona debe tender al bien y que el bien debe tender a la evolución (sin lograr una definición precisa de ninguna de ambas ideas), Chesterton rechaza esta posibilidad, oponiendo que no es comprobable que haya en ella principio alguno para la organización vida humana. Así, necesariamente da por tierra con cualquier teoría fundada en la desigualdad natural de los hombres o de los animales, así como con cualquier parentesco entre ambos, más que el abismo que se abre entre la biología y la religión (Chesterton, 1908a, pp. 187, 188, 265). Chesterton debate este parentesco entre la animalidad y la humanidad polemizando de forma deliberada con el darwinismo ideológico presente en el gobierno de Benjamin Disraeli, primer ministro en tiempos de la Inglaterra imperial.

En sus textos, en más de una ocasión, señala el sesgo aristocratizante y el peligro inminente de elegir el camino de los seguidores de los principios de la desigualdad natural, de la gradualidad evolutiva entre el hombre y la bestia, de la lucha por la existencia como motor de la civilización y del derecho de la fuerza como última ratio. Chesterton advirtió con claridad el racismo y el clasismo implicados en estas teorías y su importancia para el surgimiento de la eugenesia. (1) Al referirse al mismo Disraeli, dice que este estaba en lo correcto al considerarse a sí mismo del lado de los ángeles, mas de los ángeles caídos: "No estaba del lado del mero apetito o la brutalidad animal; estaba del lado de todo el imperialismo del príncipe del abismo; estaba del lado de la arrogancia y el misterio y del desprecio de todo lo evidentemente bueno" (Chesterton, 1908a, pp. 282 y 283). (2)

La coherencia del argumento de Chesterton lo lleva a rechazar, asimismo, la idea de la igualdad natural. Ambas afirmaciones parten de un presupuesto anterior, indiferente a la naturaleza en sí misma: una considera a algunos hombres superiores a otros por medio del criterio de la fuerza y la otra a todos igualmente valiosos. Lo cierto es--advierte Chesterton--que no poseemos ninguna expresión concreta de la naturaleza acerca de la superioridad del débil ni del fuerte; no tenemos manera de afirmar con exactitud si el hombre debe ser como el gato o como el ratón, dado que la animalidad es un reino anárquico y amoral (Chesterton, 1908a, p. 188). En realidad, solo es posible dar con una variedad de doctrinas filosóficas de la superioridad con sus propios intereses y objetivos, políticos, económicos o raciales.

En segundo lugar, Chesterton desecha la posibilidad de extraer criterios últimos de aquello que caracteriza como la "apelación al reloj", el mero pasar por el tiempo como principio de progreso y superioridad. Esta otra tendencia moderna asume que la moralidad humana nunca puede estar al día con la historia. No se trata simplemente de criticar la jactancia epigonal del historicismo y su culto al desarrollo (ya alcanzado o en proceso de serlo) de la "verdadera autoconciencia" o de "la sociedad superior". En cambio, su crítica va dirigida también a su costado más oscuro: aquel que supone que cualquier sacrificio humano bien puede ser una "necesidad histórica".

Según Chesterton, esta perspectiva historicista culmina, a su vez, en dos derivas. La primera se adelanta al presente y va contra él. En este último sentido, es posible remitirse a las modernas teorías de la superpoblación mundial y a la explotación que de ellas han hecho la política y las ciencias sociales desde fines del siglo xix.

En su introducción (1922) a A Christmas Carol, de Charles Dickens (1843), obra que Chesterton halla plena de "belleza moral" y genialidad, nuestro autor remarca cómo el utilitarista e individualista Ebanezer Scrooge se las arregla para tornar en vicio la caridad. El tema central del prólogo chestertoniano no era simplemente censurar la crueldad que encarna el personaje del rico Scrooge, quien desea inescrupulosamente una masacre de pobres. Chesterton apunta directamente a denunciar cómo la vigente sociología estadística, envuelta en el maltusianismo, resuelve "el problema de la superpoblación".

A Scrooge le basta con pensar que es suficiente dejar morir a los pobres para controlar el crecimiento de la población y de la pobreza; pero la flamante sociología asume el reto aún más audaz de controlar sus nacimientos, de lograr que mueran antes de nacer. La postura de Scrooge bien podría ser solamente la de un extravagante rico, insensible y desalmado. Al fin y al cabo, su individualismo burgués radicalizado le permite pensar que los pobres son libres de morir de hambre; pero el eco que resuena amargamente en esta introducción es la voz de académicos y políticos que deploran los "defectos mentales" de los pobres y sugieren el control y la eliminación de los carenciados para mejorar la "raza", y así afianzar el desarrollo histórico o el progreso social mediante la supervivencia de los más adaptados en la lucha por la existencia. Parafraseando al "fantasma del presente", que visita a Scrooge en el cuento de Dickens, la pregunta que Chesterton deja aquí planteada (1922)--para quienes abonan estas teorías--es ¿en qué parte de la población se hallan, en la necesaria o en la innecesaria? ¿Cómo lo saben?

Tal cual se advierte, los argumentos sobre las maravillas de la eugenesia, propios de los reformadores ingleses de la época, no difieren mucho de aquellos que fundamentaron las políticas raciales del nazismo y su propaganda. En este sentido, el discurso que describe cómo los "indeseables" se reproducen más rápido y en mayor medida que los "mejores ejemplares sociales" y explica cómo se debe abordar este hecho desde la política estatal es, incluso, aún una constante de los debates ideológicos contemporáneos. Sin embargo, es evidente que la eugenesia y el control de natalidad, en cuanto políticas de Estado mediadas y legitimadas técnica y científicamente, poseen un estatus diferente que las decimonónicas teorías sentimentalistas de un aristócrata como Malthus o Scrooge (Chesterton, 1927, pp. 435-442).

El control de natalidad, que...

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