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Populismo, democracia, república (notas sobre libertades y derechos)

AutorEduardo Rinesi
Páginas3-20
| 3
Populismo, democracia, república
(notas sobre libertades y derechos)
Eduardo Rinesi*
La categoría de “populismo” atraviesa la historia de la política y del
pensamiento teórico sobre la política de todo el siglo XX para desig-
nar o para caracterizar movimientos de naturaleza bastante diferente
que, sin embargo, nos hemos habituado a ubicar bajo el amparo de
esa misma palabreja, sin que muchas veces nos hayamos esmerado
lo suficiente por producir sobre ella o a propósito de ella una que la
volviera menos ambigua, menos esquiva, menos imprecisa; lo cual,
desde luego, está en la base del rechazo que la palabra misma –junto
con el tipo de fenómenos que ha servido para designar– tiende a
despertar desde hace mucho tiempo en amplias zonas de la teoría,
la filosofía y la ciencia política de todo el mundo.
Todo en relación con el populismo, en efecto, es sospechoso, y es
sospechoso en primer lugar de indefinición, de indeterminación, de
vaguedad. La palabra “populismo” es incierta e imprecisa, y lo que
la palabra “populismo” designa no lo es menos; son muchas las tra-
diciones teóricas y filosóficas que encuentran en esa misma incerti-
dumbre y en esa misma imprecisión motivos suficientes para poner
a las dos cosas (a la palabra –digamos– y a la cosa: a la categoría
de “populismo” y a los fenómenos que la misma suele usarse para
definir) en debida penitencia, para ubicar a las dos cosas del lado
del error o de la ilusión, del engaño o del autoengaño: a lamentar
que la vida de los pueblos que han atravesado experiencias populis-
tas no se haya desarrollado a través de carriles más normales, más
previsibles, más aconsejables, y a deplorar que en lugar de apurarse
a tirar todo eso al cesto de basura de la historia algunos dizque teóri-
cos, caprichosos, engañados y a su vez engañadores, se tomen toda-
vía en serio todo eso, busquen teorizar sobre aquello sobre lo que
sería imposible teorizar, y no lo hagan para poner un poco de orden
conceptual en medio de tanto desorden empírico, para poner un
* Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Argentina.
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poco de sistema en toda esa locura, sino para trasladar al plano del
concepto esa loca organización política del mundo “populista” y
solazarse en las propias vaguedades de aquello que mejor harían en
ayudarnos a desambiguar y, por esa vía, a pensar mejor.
Y admitamos que los esfuerzos teóricos más sofisticados que en
los últimos años se han hecho para pensar este fenómeno del popu-
lismo no han hecho gran cosa para tranquilizar a estas almas geo-
metrizantes amigas de pensar la historia –como le gustaba decir al
político argentino John William Cooke, finísimo pensador sobre el
que tendremos todavía ocasión de volver en este escrito– “con com-
pás y tiralíneas”. No es el caso trazar aquí un “estado de la cuestión”
teórica del populismo en la América Latina posterior a la aparición,
en 2005, del libro que dedicó al asunto (un asunto sobre el que por
cierto venía dando vueltas sumamente sugestivas desde hacía ya
unas cuantas décadas) Ernesto Laclau. Baste apenas recordar esa
idea de Laclau, a esta altura incontables veces citada y re-citada,
según la cual –lo cito yo también– “el populismo es la vía real para
comprender algo relativo a la constitución ontológica de lo político
como tal” (Laclau, 2005: 91), y advertir hasta qué punto esta idea tan
potente y tan provocadora desestabiliza seriamente la posibilidad o
la pretensión de trazar una línea nítida y precisa que nos permitiera
distinguir, separar, una cierta “zona”, una cierta “región” donde el
populismo sentaría sus reales de otro ámbito por completo diferente
que pudiéramos considerar libre de semejantes turbulencias.
Nada de eso, enseñaba Laclau en ese libro, e incluso si no cedié-
ramos a la tentación de traducir la frase que acabo de citar en el sen-
tido de una perfecta identificación, de la declaración de una exacta
sinonimia entre lo que designarían las palabras “política” y “popu-
lismo”, y aun si atendiéramos también (como sin duda es necesario
hacer) a las numerosas observaciones y correcciones que muchos
muy buenos lectores de Laclau han formulado sobre las tesis de este
libro que apenas hemos vuelto a abrir aquí muy rápidamente, lo
que es evidente es que a la salida de la lectura de ese libro tenemos
muchas más dificultades para considerar al fenómeno del popu-
lismo como un fenómeno extraño, patológico, excepcional o excén-
trico respecto a los modos “normales” de funcionamiento de la vida
política de los pueblos, y muchos más elementos para percibir algo,
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