La pureza de esta lucha - La última utopía. Los derechos humanos en la historia - Libros y Revistas - VLEX 648995525

La pureza de esta lucha

AutorSamuel Moyn
Páginas141-202
La pureza de esta lucha
“Uno podría pensar que un siglo, y no una década, nos separaban del fi-
nal de los años sesenta”, afirmaba a finales de los años setenta Bronislaw
Baczko, un exdisidente polaco. Baczko había emigrado de Varsovia a Occi-
dente en 1968, cuando los radicales alrededor del mundo turbulentamente
reclamaban transformaciones extraordinarias. Especialmente para la gente
joven, fue una bocanada de aire fresco: en lugar de reproducir la vieja y
fracasada sociedad, creían que tenían la tarea de inventar una nueva. “El
grafiti en los muros de París”, Baczko recordaba a propósito de esa explosión
reciente, “clamaba por el ‘poder de la imaginación’ y exaltaba un ‘realismo
que pide lo imposible’”. Sin embargo, en la década siguiente, el utopismo
transformativo parecía haber colapsado en Occidente y la esperanza de
traer un reino de libertad y justicia se había debilitado. Habiendo sido
proclamado, sus propios partidarios fueron los que frecuentemente lo
desdeñaron de modo implacable. “Es como si la utopía fuera el chivo ex-
piatorio en un exorcismo colectivo de los mal nombrados y mal definidos
demonios que obsesionan nuestra época”, concluía Baczko. De hecho, para
finales de los setenta, algún tipo de expiación respecto del estallido utópico
anterior parecía estar en camino. Perspicazmente, sin embargo, Baczko
no se dejó engañar por las apariencias. En lugar de un “marchitamiento”
o “fragmentación” de la utopía que otros veían, encontró más plausible
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ver los acontecimientos como un “cambio en las fronteras”, en el cual la
utopía sobrevivía en una nueva forma.
¿No es posible —concluía Baczko— que el desencantamiento con los “sis-
temas” utópicos vaya de la mano de la persistencia de esperanzas y formas
de pensamiento utópicas que podrían revelar la continuada existencia
de dos actitudes contradictorias en nuestros tiempos: la desconfianza a la
utopía junto con el deseo de tener una en todo caso?1
Los argumentos punzantes de Baczko sugieren un enfoque de cómo
surgieron los derechos humanos en el contexto de un idealismo colapsa-
do y transformado. Los derechos humanos surgieron como una utopía
minimalista y resistente que podía sobrevivir en un clima inhóspito.
Estos fueron años de “pesadillas” y “crisis nerviosas”, notablemente con
posterioridad a las crisis del petróleo y la económica mundial de 1973.
Sin embargo, ese invierno de descontento que se extendió por Occidente
también desembocó en una falta de confianza en los planes maximalistas
de transformación —especialmente las revoluciones, pero también los es-
fuerzos programáticos de cualquier tipo—. La pregunta crucial es por qué
los derechos humanos, los cuales no habían podido ser el eje del idealismo
global antes de los cuarenta y no pudieron consolidarse en esa década o
en las luchas anticoloniales o en el activismo juvenil que siguió en las
décadas de los cincuenta y sesenta, sí lo lograron en los años setenta. Por
primera vez, un gran número de personas empezaron a usar el lenguaje
de derechos humanos para expresar y actuar de acuerdo con sus expecta-
tivas de un mundo mejor. Pero no lo hicieron en el vacío. Los derechos
humanos fueron descubiertos solamente en su competencia contra y en
su comparación con otros esquemas. Los derechos humanos eran un rea-
lismo que pedía lo posible. Siendo así, solamente fueron inteligibles tras
las amplias secuelas de otros sueños más grandiosos que desplazaron pero
que igualmente utilizaron para su construcción.
Los movimientos sociales adoptaron los derechos humanos como
un eslogan por primera vez en su historia. A medida que pasaban los años
setenta, la identificación de dichas causas como asuntos de derechos hu-
manos creció vertiginosamente, continuando dicha dinámica alrededor
del mundo durante esa década (y de hecho hasta el presente). Esta ampli-
ficación en serie ocurrió incluso mientras los Estados negociaban el Acta
Final de Helsinki firmada en 1975, la cual inconscientemente construyó
un nuevo foro para los activistas del Atlántico Norte. Y luego vino 1977,
un año de una sorprendente y a todas luces impredecible importancia de
1 Bronislaw Baczko, “The Shifting Frontiers of Utopia”, Journal of Modern History 53, n.° 3
(septiembre, 1981) 468, 475.
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SAMUEL MOYN
los derechos humanos. Una de las lecciones más fascinantes del periodo
es lo poco conocida que eran la Declaración Universal y el proyecto de
los derechos humanos internacionales cuando este empezó y cómo estas
“fuentes” tempranas fueron descubiertas solamente después de que se
activaran los movimientos que hacían sus reclamos con base en los dere-
chos individuales. Así, los derechos humanos permitían a diversos actores
crear causas comunes mientras otras alternativas eran consideradas invia-
bles —una convergencia que frecuentemente empezó como un retroceso
estratégico de aquellas grandiosas utopías previas—.
La construcción de un trasfondo general para la explosión del activis-
mo de derechos humanos hasta y alrededor del importante año de 1977
depende de captar esta dinámica del colapso de las utopías previas y la
búsqueda de un refugio en otro lugar. Una cosa es rastrear la historia de la
defensa de los ciudadanos en la esfera internacional, pero otra es dar cuenta
del éxito de los derechos humanos en dicho ámbito y, en el contexto de
muchos nuevos y emocionantes movimientos sociales, su prominencia
y supervivencia en el difícil clima ideológico de los setenta. Una cosa es
revisar la evolución de los mecanismos supranacionales de derechos huma-
nos, por ejemplo las Naciones Unidas y los aparatos europeos, pero otra es
explicar el sorprendente ascenso en el prestigio cultural que empezaron a
disfrutar luego de décadas de irrelevancia. Finalmente, una cosa es exami-
nar a los Estados que decían promover la causa de los derechos humanos
a mediados de los años setenta en una nueva moda sin precedentes, de
manera especialmente notoria en los Estados Unidos de Jimmy Carter, y
cuestionar aquellos regímenes que fueron estigmatizados de una forma
nueva e incómoda —aunque raramente de modos que los descalificaran
radicalmente—. Pero otra cosa es explicar por qué, en este momento, los
derechos humanos aparecieron cargados de contenido en el terreno del
idealismo, para gente común y corriente y en la vida pública. La muerte de
otras visiones utópicas y su transfiguración en la agenda de los derechos
humanos provee la manera más poderosa de analizar estos cambios.
Moses Moskowitz, uno de los muy pocos representantes del viejo estilo
del activismo por los derechos humanos desde las ONG, fue un fracaso.
Nacido en Stryj, Ucrania, en 1910, Moskowtiz emigró con su familia du-
rante su adolescencia hacia los Estados Unidos, donde estudió en el City
College de la Universidad de Columbia. Aparte de ser un analista para
el American Jewish Committee (AJC) antes del estallido de la Segunda
Guerra Mundial, Moskowitz prestó el servicio militar para el Ejército de
los Estados Unidos en Europa, jugando un papel especial en la Alemania
ocupada luego de la guerra como jefe de la inteligencia política en el
estado de Württemberg-Baden. A su regreso en 1946, Moskowtiz tenía
la idea de representar a los judíos ante la organización mundial cuando
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