Las razones públicas del creyente - La religión en la razón pública - Libros y Revistas - VLEX 845536246

Las razones públicas del creyente

AutorIván Garzón Vallejo
Páginas203-265
CAPÍTULO III
LAS RAZONES PÚBLICAS DEL CREYENTE
Si la religión es una necesidad humana primordial, no
debería ser reprimida ni relegada al inframundo de la vida
privada, sino integrada plenamente en la esfera pública, lo
que, en ningún caso, significa que deba instaurarse como una
doctrina pública.
Las sociedades modernas contemporáneas dan cabida a
una elevada diversidad de visiones del mundo”.
JOHN GRAY
Si usted acepta las premisas que voy a proponer y no está
de acuerdo con mis opiniones políticas más concretas, enton-
ces debe convencerse a sí mismo de que puede interpretar
esas premisas de un modo que muestre por qué estoy equivo-
cado. Si puede hacerlo, tenemos una base para un debate
político auténtico.
Podemos debatir acerca de si su interpretación de los
principios comunes, o la mía, son coherentes, y si ambas lo
son, cuál de ellas es la más lograda”.
RONALD DWORKIN
§21. INTRODUCCIÓN. La insuficiencia del laicismo y de la
neutralidad estatal como formas institucionales e ideológicas
de la modernidad para conseguir un acomodo razonable de las
creencias religiosas en las sociedades actuales han revelado
las dificultades para implementar un modus vivendi pluralista y
el agotamiento del marco epistemológico de la teoría política li-
beral.
Es así como se dan ciertas condiciones: a) la división públi
-
co-privado no permite entender por qué las creencias religiosas
no constituyen ni lo uno ni lo otro; b) la identificación entre pú
-
blico y estatal revela su insuficiencia cuando se hace evidente la
pretensión de la religión de tener visibilidad pública, pero no
obtener un favorecimiento estatal al modo de la confesionali-
dad1;c) la privatización de la religiosidad en la época moderna
no coincide con su pérdida de influencia; d) los creyentes quie
-
ren algo más que tolerancia benévola y transigente: quieren re-
conocimiento y tratamiento igual que en las discusiones públi-
cas, y e) la neutralidad estatal constituye un prurito imposible
en la práctica que además aparece como inconveniente en una
época de despolitización, colonización del mercado y fragmenta-
ción social.
Asistimos a la transición del paradigma moderno y posmo-
derno a un paradigma cuyos detalles sólo podemos vislumbrar.
Una cosa sí parece clara: dicho paradigma recoge la crisis del
modelo estatista moderno, de un liberalismo anticlerical, de una
teoría de la secularización que luce cada vez más desfasada, de
un laicismo y unos fundamentalismos que exponen su irraciona-
lismo y su sectarismo, de una sociedad posmetafísica y poscris-
tiana que debe plantearse cómo concebir la secularización, el
pluralismo, la democracia, el liberalismo y los derechos funda-
mentales –como la vida, la dignidad, las libertades de pensa-
miento, expresión, conciencia, religión y culto–, teniendo en cuen-
ta que los cánones constitucionales no ocultan las discrepancias
sino que, a menudo, son tan sólo el punto de partida de intermi-
nables discusiones públicas acerca de dichos conceptos, esto es,
de sus límites y alcances.
En síntesis, el problema de la religión en el ámbito público
y la intervención de creyentes y agnósticos en la deliberación
democrática, representan cuestiones en las que está en juego la
204 LA RELIGIÓN EN LA RAZÓN PÚBLICA
1En un sentido similar, MORATALLA señala que no se trata de que los creyen-
tes sean excluidos a priori por el hecho de identificarse con uno u otro credo reli-
gioso, pero tampoco se trata de que los creyentes tengan que utilizar los espacios
públicos de deliberación o las instituciones públicas en las que participan para ha-
cer catequesis, apología o proselitismo de su religión. Se trata, más bien, de que
las pretensiones de verdad de estos ciudadanos no pueden ser despreciadas o mar-
ginadas por el hecho de ser creyentes (Ciudadanía activa y religión. Fuentes
pre-políticas de la ética democrática, p. 12).
calidad de las democracias contemporáneas y la vigencia prácti-
ca de los principios políticos liberales.
Por ello, en este capítulo señalaré algunos derroteros teó-
ricos que permitan encuadrar los argumentos filosóficos y las
creencias religiosas en la deliberación democrática, en aras a
proponer una dialéctica fecunda entre creyentes y agnósticos
en el debate público de un Estado laico2.
El itinerario es el siguiente. Comenzaré por señalar algu-
nos de los tópicos teóricos modernos que deben ser revisitados:
la secularización, la neutralidad estatal, el laicismo, el funda-
mentalismo y la tolerancia. Luego, me situaré ante la participa-
ción de los creyentes en el debate público en una sociedad que
definiré como posmetafísica y poscristiana, lo que me permite de-
sarrollar por qué los argumentos filosóficos y las creencias
religiosas deben buscar su visibilidad y campo de influencia en
el ámbito de la esfera pública y en la sociedad civil preferente-
mente, sin necesidad de renunciar a ser expuestos en los ámbi-
tos institucionales políticos y jurídicos, donde deben ser traduci-
dos a un lenguaje accesible universalmente, puesto que tanto
las propuestas religiosas como las seculares tienen “vocación
de publicidad”3. Ello sólo será posible si se cultiva una sensibi-
lidad teórica y un contexto cultural en el que las preguntas por
lo bueno, lo correcto y por el mejor argumento tienen relevancia
discursiva, es decir, si se recuperan algunos aspectos de lo que
LEO STRAUSS denominó la racionalidad política clásica4.
Finalmente, el capítulo abordará dos preguntas latentes desde
el principio: ¿cómo deben intervenir los creyentes en la delibera-
ción democrática para que sean escuchados? ¿De qué modo de-
ben presentar sus argumentos filosóficos y sus creencias religio-
sas para que sean tomados como una contribución democrática?
Los creyentes deben dar el paso del diálogo a la retórica,
del poder a la autoridad, del respaldo institucional a la influen-
LAS RAZONES PÚBLICAS DEL CREYENTE 205
2Para una buena exposición de las diferentes posturas sobre la materia, ver
TOLLEFSEN,Religious Reasons and Public Healthcare Deliberations,en“Christian
Bioethics”, nº 13, 2007, p. 139 a 157.
3CORTINA,Ciudadanía democrática: ética, política y religión. XIX Con-
ferencias Aranguren, en “Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política”, nº 44,
2011, p. 50.
4Cfr. GARZÓN VALLEJO,Leo Strauss y la recuperación de la racionalidad
política clásica, “Dikaian”, nº 18, 2000, p. 297 a 314.

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